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24 Ago 2020
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Detrás de cada palabra hay un rastro lingüístico que puede delatarte

Sheila Queralt

Perito en lingüística forense. Con mis análisis científicos de la lengua contribuyo a cazar delincuentes.

Póngame un título, por favor

El otro día me entró la risilla floja cuando de pronto me apareció en Facebook el anuncio de una empresa que te animaba a disfrutar del verano mientras ellos redactaban tus trabajos por ti.

Te escribían Trabajos de Final de Grado, de Máster e incluso tesis doctorales. ¡Ay, si ellos supieran a lo que me dedico! Estuve tentada de ponerme en contacto y preguntar cómo lo hacían, por qué precios, cuál era el perfil de los autores… 

Y este tema, aunque el otro día me entró la risa, no es de risa, sino todo lo contrario. Es un problema serio y que no solo se produce en España sino en todo el mundo y que preocupa mucho a las universidades, las cuales en mayor o en menor grado están intentando poner remedio con herramientas de plagio o que incluyen alguna opción para analizar la autoría de los textos en base a trabajos previos que haya entregado el alumno. 

No sería la primera vez que me solicitan analizar un trabajo académico para determinar si lo ha escrito el estudiante. Ya he me ha pasado en numerosas ocasiones, aunque por el momento todavía nunca han llegado a juicio. Generalmente, el comité académico no permite la entrega y la evaluación del trabajo o el estudiante reconoce haber hecho trampas al saber que existe un análisis lingüístico forense. Sin embargo, la mayoría de las veces no suelen admitir la compra, sino que utilizan justificaciones del tipo: otra persona les «ayudó», se «basaron» en un trabajo anterior de otra persona, etcétera.

Pero es que a veces resulta imposible negar que lo han comprado. ¡Son tan pocas las molestias que se han tomado para ocultar el fraude! No se molestan ni en poner su nombre en la plantilla donde pone: «[Nombre del estudiante]». Tampoco se molestan en cambiar los metadatos del archivo para que aparezca su nombre como autor del documento. Ni en cambiar el nombre del archivo, en vez de dejar el nombre por defecto que crea la empresa. En fin, que hay un sin fin de pistas en los archivos, pero no quiero nombrarlas todas para no «asesorar a los que cometen este tipo de hechos».

Espero que no sean muchos los que encarguen este tipo de trabajos o que, al menos, no me los encuentre en alguna oficina cuando necesite algún servicio profesional, ya que dudo que puedan volver a contratar a una empresa que les haga su trabajo. Este es un fraude que cometen los alumnos, pero que sin duda fomentan ciertas empresas y sus «trabajadores». ¿De verdad queremos titulados que hayan comprado sus títulos?