Háblame y te diré en qué filas militas
Estos días he leído algunos comentarios sobre la entrevista que concedió Irene Montero a una reconocida revista del corazón.
Este gesto ha sorprendido a muchos por distintos motivos: el tipo de revista, el lugar escogido, la ropa, los temas que trataron… Como siempre, a mí lo que me ha interesado ha sido la lengua.
Una de las primeras preguntas que me vino a la cabeza al oír que había concedido esta entrevista fue si la ministra de Igualdad utilizaría estrategias discursivas propias del lenguaje político en una interacción que previsiblemente iba a ser más personal que una rueda de prensa o un mitin. Pues resulta que… sí. La ministra supo llevar a su terreno todas las preguntas, no importaba si se le preguntaba sobre el feminismo, el gobierno o su vida privada. Como todos los políticos, lo que hizo fue recoger algunos puntos de los mencionados en la pregunta en su respuesta y contestar con un discurso sobre el tema que bien podría servir para cualquier mitin electoral. Una entrevista, sea del tipo que sea, es para un político como una pista de eslalon para un esquiador olímpico, solo hay que cambiar los obstáculos por posibles controversias.
Y es que es muy curioso: analizando cómo nos expresamos, no podemos únicamente determinar el estilo o la profesión de una persona, sino que podemos ir más allá y caracterizar los patrones lingüísticos e ideológicos de los distintos grupos políticos. Esto nos permite a los lingüistas forenses realizar comparaciones de discursos y determinar el «partido político de origen» más probable del autor, como si de dialectos se tratara (o casi).