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20 Dic 2021
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Detrás de cada palabra hay un rastro lingüístico que puede delatarte

Sheila Queralt

Perito en lingüística forense. Con mis análisis científicos de la lengua contribuyo a cazar delincuentes.

El suicidio

Hace unos días recibimos la trágica noticia de que la actriz Verónica Forqué se había suicidado. La verdad es que a muchos nos cuesta decir la palabra suicidio y substituimos el término por expresiones como «había decidido dejarnos» o «se había arrebatado la vida».

Pero me pregunto si alguien realmente es capaz de decidir algo así. ¿Realmente es voluntario? ¿Alguien se arrebata la vida o la vida le arrebata la voluntad de querer vivirla? Cuando uno está exhausto psicológicamente es probable que sea incapaz de ver otras opciones sin una ayuda profesional externa.

La palabra suicidio es casi un término tabú. Acarrea todavía estigma social y no queremos nombrarla. Parece que así no tenemos que aguantar su desafiante mirada. Es un acto que causa muchísimo dolor. Antes, por todo el sufrimiento de la víctima y después, ya que muchos familiares y conocidos se preguntan si pudieron hacer algo para evitarlo. Quieren comprender los hechos, quieren saber si su ser querido emitió alertas que no supieron leer. En algunos casos, como os expliqué en la entrada «La lengua del pensamiento suicida», sí que se pueden encontrar trazos del pensamiento suicida en la narración de la víctima, pero en muchos otros no es así.

Los lingüistas forenses recibimos consultas de familiares de personas que se han suicidado para que analicemos los últimos escritos de la víctima, ya sea la carta de despedida en forma de correo electrónico o de mensaje de WhatsApp o sus últimas conversaciones. Buscan encontrar explicaciones, las razones que le llevaron a suicidarse, si hubo alguien más detrás, si fue una decisión repentina o meditada, si pudieron impedirlo. Los lingüistas forenses analizamos el lenguaje de esas comunicaciones en busca de rastros lingüísticos propios del pensamiento suicida. Aplicamos métodos de análisis del discurso para observar posibles coacciones o manipulaciones en interacciones con terceras personas que pudieran haber influido en esa toma de decisiones. También analizamos el estilo idiolectal de la víctima para determinar la probabilidad de que sea o no el autor de ese último escrito de despedida.

Podemos cambiar el término que usamos para referirnos a las acciones de las personas y eso puede ser muy importante. Pero también hay que llegar más allá. Luchemos por la prevención, luchemos por el bienestar mental, porque el mismo día que Verónica, se fueron otras diez personas con nombre propio de las que no se habló tanto y que también merecían ayuda.