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03 May 2021
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Detrás de cada palabra hay un rastro lingüístico que puede delatarte

Sheila Queralt

Perito en lingüística forense. Con mis análisis científicos de la lengua contribuyo a cazar delincuentes.

Pruebas ex profeso

La semana pasada, los peritos de la Inspección General de la Administración del Estado (IGAE) defendían en la Audiencia Nacional sus informes periciales sobre la veracidad de «los papeles de Bárcenas» en relación con la existencia de la caja B del PP.

Los peritos de IGAE sostuvieron que, debido a la cantidad de errores y deficiencias identificadas en los documentos, debían determinar que podían no ser creíbles. Es más, era posible que algunos movimientos se hubieran incluido en esas hojas sueltas a propósito y con alguna intención por parte del extesorero del PP. Por otro lado, los agentes de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal de la Policía sí que daban credibilidad a los papeles y respondieron que la cantidad de errores no era suficiente para creer que no eran reales. La verdad es que, si extrapolamos lo de la cantidad de errores al plano lingüístico, les tengo que dar la razón; he visto textos con tantos errores que a un corrector le podrían sangrar los ojos y eran 100 % reales.

En el ámbito forense, no es de extrañar que el delincuente haga las cosas mal (o muy mal) ni tampoco que el delincuente intente despistar. ¡No sería la primera vez que un delincuente incluye pistas falsas para despistar a los investigadores! Si lo que tenemos que analizar son los escritos o las grabaciones desde el punto de vista lingüístico, la clave siempre reside en analizar la sistematicidad en los errores. ¿Siempre hace el mismo tipo de error? Por ejemplo, podemos observar que un autor nunca tilda las palabras esdrújulas, o confunde la b con la v en determinados contextos, como podrían ser en las terminaciones del imperfecto de indicativo. Además, debemos preguntarnos: ¿se relacionan unos errores con otros? Es decir, ¿hay coherencia entre los errores?

Nada, que hasta para escribir mal hay que saber hacerlo. No basta con fingirlo. Hasta el mismísimo asesino del Zodiaco lo intentó en sus cartas y se delató: el lingüista forense concluyó que sus errores fueron intencionados.