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23 May 2022
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Detrás de cada palabra hay un rastro lingüístico que puede delatarte

Sheila Queralt

Perito en lingüística forense. Con mis análisis científicos de la lengua contribuyo a cazar delincuentes.

Estafas amorosas

La estafa amorosa es uno de los delitos más comunes en las redes sociales actualmente.

Los malhechores del amor aprovechan el uso de aplicaciones de ligue para buscar a sus posibles víctimas, rastrear sus gustos y crear una identidad a su semejanza para lanzarles el anzuelo. Un anzuelo envenenado a través de palabras que, en las primeras semanas, serán cariñosas, pero que, cuando la víctima descubra la verdad, cambiarán de la forma más vil.

Es curioso, pero estos donjuanes del amor muestran un modus operandi lingüístico similar que se puede dividir en cuatro fases: la captación, la estafa, el desenmascaramiento y la huida. En la primera fase, los estafadores buscan a sus potenciales víctimas, las convencen a través de las palabras de que son personas de confianza y las manipulan a través de técnicas de control coercitivo, como la manipulación de la realidad y el aislamiento, para que la segunda fase, la estafa, tenga éxito. En este punto los estafadores ya han ido probando los límites económicos y sentimentales de la víctima y es el momento en que llega una solicitud de dinero (in)esperada y muy urgente en la que la víctima tendrá que ayudarle, puesto que supuestamente está en una relación de pareja de amor recíproco y sincero en el que ambos están entregados a las necesidades del otro. Después de las continuas situaciones de necesidad urgentes, la víctima comienza a sospechar, busca información por las redes o, si todavía mantiene el contacto con su allegados, se da cuenta de que algo no va bien; llega el momento del desenmascaramiento. Aquí es cuando la víctima revela sus sospechas y el estafador despliega de nuevo sus técnicas manipuladoras. Generalmente se suele presentar como víctima e incluso le recrimina la falta de confianza. Si la víctima no cesa en sus acusaciones, comienza el abuso psicológico, verbal y, en algunos casos, físico.  Llegados a este punto, la víctima está hundida, experimenta ya graves secuelas psicológicas y económicas. Debido a esta situación, muchas veces las víctimas se ven incapaces de denunciar. No pueden afrontar un proceso judicial y, menos todavía, el juicio social.

Es muy importante que la sociedad y, en particular, los agentes judiciales comprendan el radio de impacto de este delito, que habitualmente afecta no únicamente al bienestar económico y sentimental de las víctimas, sino también al de sus familiares. Es importante no juzgar a las víctimas porque, como decimos, son víctimas. Se debe perseguir a los delincuentes y alertar a la sociedad de este modus operandi para que cada vez sean menos las personas atrapadas en la telaraña del estafador. Por todo esto, la semana pasada publiqué un nuevo libro Estafas Amorosas, el donjuán seduce, convence y manipula en el que explico cómo podemos reconocerlos e intento concienciar sobre la complejidad de este delito.

En sus palabras está el engaño.