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16 Ago 2020
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

El ciprés de Silos, de Gerardo Diego

Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.

Mástil de soledad, prodigio isleño;
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas de Arlanza
peregrina al azar, mi alma sin dueño.

Cuando te vi señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales.

Como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.

Estamos ante uno de los sonetos más célebres y ejemplares de la literatura en español. Ejemplar porque reúne todas las características esenciales de esta estrofa inventada por los poetas italianos del primer Renacimiento y luego tan nuestra durante ya cinco siglos: historia gradual y completa, perfección formal, razón y corazón.

Sabemos casi todo de este poema. El santanderino Gerardo Diego (1896-1987) llegó al monasterio burgalés de Santo Domingo de Silos el 3 de julio de 1924. Pernoctó allí, en la hospedería, y al día siguiente, el 4, antes de seguir camino hacia Madrid, dejó escrito el poema en el libro de firmas del cenobio. Y allí se hubiera quedado el soneto si otro poeta de la generación del 27, Pedro Salinas, no le hubiera convencido al autor para que lo incluyera en la obra Versos humanos, con la que Diego ganaría un año después, en 1925, el Premio Nacional de Literatura, compartido con otro de los grandes poetas del 27, Rafael Alberti, éste por su poemario Marinero en tierra. (Inciso curioso: el gaditano Alberti también visitó Silos, en 1925, en un viaje al norte de España, y escribió y publicó un poemario, La amante, en el que tienen su poema muchos de los lugares por los que pasó: Guadarrama, Aranda de Duero, Roa, Peñaranda -«¿Por qué me miras tan serio, / carretero? / Tienes cuatro mulas tordas / un caballo delantero…»- Sotillo de la Ribera, Clunia, Salas de los Infantes, Covarrubias, Lerma… ¡y Silos!).

El poema es un compendio de reflexión y emociones. Silos y su ciprés, en medio del claustro, son un bálsamo de paz y de espiritualidad para el «alma sin dueño» del poeta, que quiere diluirse y ascender casi hasta el cielo como el surtidor-lanza-chorro-mástil-flecha-saeta-torre… que ve en el árbol, «señero, dulce, firme».

Gerardo Diego fue uno de los impulsores del homenaje a Luis de Góngora, en 1927, que dio nombre a la generación más variada y valiosa de la historia de nuestras letras. Además de los citados Diego, Alberti y Salinas, pertenecen a ella Federico García Lorca, Luis Cernuda, Jorge Guillén, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre, José Moreno Villa… e incluso León Felipe, mayor que todos ellos; Miguel Hernández, más joven, y del algún modo el chileno Pablo Neruda, que residió en Madrid y los frecuentaba. Formaban un grupo muy cohesionado, la mayoría amigos entre sí. Tras la guerra civil, muchos de ellos se fueron al exilio, como republicanos vencidos. Gerado Diego no sólo se quedó en España sino que apoyó el franquismo, lo que le granjeó muchas enemistades y condenas políticas y poéticas. La concesión en 1979 del Premio Cervantes, compartido ese año con Jorge Luis Borges, le devolvió de alguna manera a la primera fila de la poesía en español.

El soneto al ciprés de Silos yo lo siento así: