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Mª Carmen Moral del Hoyo

18 Jul 2019
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Si yo sería rico… El okupa (in)condicional

«Si yo fuera rico…». Ay, quién no ha empleado alguna vez este comienzo de frase con sabor a ensoñación y deseo. Y es que, cuando utilizamos esta estructura en español, la que combina un si condicional con las formas verbales «fuera» (o «tuviera», o «supiera»; y sí: o «fuese»), cuando se alían la marca de la hipótesis y el modo subjuntivo en una premisa, lo que estamos expresando es que nos parece muy difícil que esa premisa pueda cumplirse. «Si yo fuera rico» no significa solo que no lo soy sino que considero poco probable que vaya a serlo, de la misma manera que en «si tú me dijeras ven lo dejaría todo» nos parece mucho más complicado que ese tú lo diga y que ese yo lo deje que al escuchar «si tú me dices ven lo dejo todo». Amado Nervo lo sabía. Los Panchos, también.

Pero volvamos a «si yo fuera», que para eso es la estructura condicional que nos permite soñar despiertos a los hispanohablantes. ¿A todos? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste todavía y siempre. Tomamos prestado el comienzo de cualquier obra de Astérix para esas determinadas zonas del español en las que es muy frecuente escuchar otra que funciona exactamente igual: «si yo sería» (o «tendría», o «sabría»), lo que provoca grandes duelos y quebrantos a quienes, normativa y prescripción en mano, afean la conducta –lingüística– de estos «irreductibles galos».

Y RAEzones no les faltan (discúlpenme el chiste). El Diccionario Panhispánico de Dudas es claro: debe evitarse el uso en la prótasis del condicional simple, propio de hablantes españoles del País Vasco y zonas limítrofes como Navarra, Burgos, Cantabria y La Rioja, y que también se da en algunas zonas de América (Chile, Argentina, sur de Colombia…): «Si tendría dinero, me compraría un coche»; no sé, por cierto, si los lingüistas tenemos cierta fijación con los ejemplos pecuniarios.

Ya tenemos localizado el fenómeno y destacado el español hablado en el País Vasco; de hecho, habrán notado al leer Patria que es usado como rasgo literario para caracterizar el lenguaje de los personajes. Tan propio se considera de esta variedad que se ha propuesto como causa la influencia del euskera. La fórmula «si tendría daría», sería un calco, una copia resultante de traducir al castellano la construcción equivalente —o mejor, una de las posibles— en lengua vasca. Y ahí empezaría todo.

Pero ya en 1886 Unamuno, que fue pionero en señalar esta característica, no se mostraba muy partidario (ejem) de esta hipótesis: «Un amigo mío, ribeteado de filólogo, y de lo fino, atribuía a la influencia euscárica […] ‘si yo tendría, compraría’ […] Que se lo cuente a la Real Academia y le vaya con esos diptongos, pues ella nos ha enseñado a enjaretar en una misma casilla el amara, amaría y amase».

Sin negar que el contacto de lenguas siempre puede interferir en un cambio, hay argumentos sólidos para proponer que esta expansión del condicional a costa del subjuntivo viene de lejos en español; tanto, que está en sus orígenes mismos:

En primer lugar, en estas zonas del norte peninsular, la usurpación de «tendría» no se limita a la prótasis (que así se llama la premisa «Si…») de las condicionales, ni mucho menos. Aparece en oraciones independientes que expresan deseo («ojalá vendría»), en subordinadas completivas con un verbo principal en pasado de mandato («mandó que haría»), deseo («quiso que vendría»), sentimiento («le molestó que vendría») u opinión («no fue bueno que vendría»); en subordinadas adjetivas («haría lo que me mandarías») y en subordinadas adverbiales de todo tipo («lo dijo para que vendría»; «lo vi antes de que llamaría»; «lo haría como le dirían»…). El condicional se ha acomodado de tal forma en la casilla del imperfecto que ejerce como un okupa de manual y, aunque «tuviera» no ha abandonado su casa, «tendría» lo ha arrinconado en el sofá.

Pues bien, como han demostrado recientes estudios como los del profesor Enrique Pato (autor de una espléndida tesis sobre el asunto que nos ocupa) es en el oriente de Burgos, sur y occidente de Cantabria, Encartaciones vizcaínas, Álava y La Rioja Alta donde se observa la mayor generalización del proceso, más que en áreas vascófonas. Y la sustitución es mucho más activa en estructuras como las completivas o las relativas que en las condicionales.

En segundo lugar, está el peso de los datos históricos: se han encontrado ejemplos de «tendría» por «tuviera» desde los primeros testimonios escritos en los romances del norte peninsular y, en concreto, la gran mayoría de los ejemplos castellanos medievales no están en condicionales. Aparecen, qué coincidencia, en completivas del tipo «ovo gran miedo que tomarían el castillo» o «no creo que serían los daños tan graves» (Gran conquista de Ultramar, finales del siglo XIII) y en relativas y otras adverbiales.

En tercer lugar, la aparición de formas del indicativo en contextos en que el estándar rige subjuntivo es compartida por otras lenguas romances. En las prótasis «Si…» sucede también en francés, en italiano, catalán, sardo o rumano, aunque siempre es (muy) coloquial.

Por lo tanto, los «irreductibles galos» norteños no hacen otra cosa con su español de hoy que mantener y extender una norma histórica de la lengua de ayer. Inicialmente, «tendría» y «tuviera» eran intercambiables solo en determinados contextos sintácticos en los que la elección depende de la interpretación probable/improbable que el hablante tiene sobre el proceso. La oposición indicativo/subjuntivo queda neutralizada y son posibles ambas formas. Ocurre, por ejemplo, tras verbos que expresan una actitud hacia el contenido de la subordinada (todavía hoy es posible la alternancia en casos como «temí, no creí que vendría» y «temí, no creí que viniera») o, como vimos, en las prótasis de las condicionales «Si…». Estas restricciones se habrían ido difuminando hasta hacer intercambiables ambas formas en cualquier estructura en la norma norteña peninsular, asumiendo «tendría» todos los valores de «tuviera». No así en el español de América, donde sigue ocurriendo solo en contextos neutralizadores.

Lo que no ha ocurrido, ni antes ni ahora, es que este rasgo sea admitido por la lengua estándar y de impropio se tacha en las gramáticas académicas desde el siglo XVIII. Doble marca, por tanto, dialectal y social. Así, cuando un inocente usuario abre un hilo en un foro con la cuestión «¿Qué haríais si seríais ricos?», entre una batería de lindezas por respuesta del tipo «aprender gramática», usuarios cántabros, riojanos o vascos preguntan, simplemente, «¿eres de aquí?».

Ay, yo, «si yo sería rica…».

 

Este artículo de Mª Carmen Moral del Hoyo es uno de los contenidos del número 3 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras.
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