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01 Mar 2019
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Miscelánea de los desvíos de la norma que, por descuido o por ignorancia, cometen los periodistas. Los aciertos no están aquí pero son muchos más.

Alberto Gómez Font

Lingüista, miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, ex director del Instituto Cervantes de Rabat y ex coordinador de la Fundéu.

Ancestros; dígase antepasados

Porque tengo noble ancestro

de Don Quijote y Quimbaya,

hice una ruana antioqueña

de una capa castellana.

En esa estrofa de la canción La ruana, el músico y poeta colombiano Luis Carlos González (Pereira, 1908-1985) usó la palabra ancestro sin ningún temor a que sus paisanos no la entendieran, y con la seguridad de estar empleando un término propio de la lengua culta, pues el amor de los colombianos cultivados por el buen uso del español es algo más que un mito, y la usó en la década de los años 50 del siglo XX.

Es muy probable que don Luis Carlos muriera sin saber que esa palabra no estaba en el Diccionario, al que no llegó hasta la edición de 1992, donde se dice que viene del francés ancestre y tiene el mismo significado que antepasado, además de la acepción de herencia que equivale a ‘rasgos que continúan advirtiéndose en los descendientes’.

Y, cómo no, en los buenos libros y manuales de estilo y en los diccionarios de dudas, se advirtió durante años de que usar esa palabra era impropio del español; así, el Manual de estilo de la Agencia Efe, en su edición de 1978, decía: «ancestros.- Anglicismo crudo; dígase antepasados». Y años después, cuando ese libro ya se titulaba Manual de español urgente, se añadió que también podía venir del francés: «ancestros.- Anglicismo o galicismo crudo; dígase antepasados».

Nadie, de momento, se ha atrevido a calificar de galicista a don Luis Carlos González.