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31 May 2021
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Una voz dentro de una maleta

Supongo que me enamoré de su voz. Fue al decirme: «A la estación de Atocha, por favor». Atocha era su cuerpo, por supuesto. Verano la estación. Y su blusa, la bandera de mi nueva patria.

También el corazón es víctima del marketing, estoy pensando. Una sola frase bien conjugada podría ser dinamita en mis cimientos. Una voz frágil pero contundente: su timbre exacto acariciado el cielo de su boca; granos de arena del desierto recorriendo su garganta. Y un estado de ánimo, el mío, pidiendo a gritos cambios importantes: ¿por qué vivir solamente una vida pudiendo vivirlas todas y ser un yo distinto cada día y transformarme, como un camaleón desorientado, en cada calle, o en cada puesta de sol, o en cada pub de colores? La calle Serrano me invita a ser un sádico. La calle Fuencarral, a ser un sátiro. El Parque de Berín, introspectivo. ¡Qué bonito es Madrid! ¡qué fácilmente  aprendimos a disimular la asfixia!

Madrid ya no es una ciudad: se ha convertido en un estado de ánimo con edificios y un humo que sólo se percibe haciendo zoom. La voz de esa mujer ahora es mi cartel luminoso EXIT. Un flotador al que asirme en este mar de dudas. «A la estación de Atocha, por favor». Al final del trayecto, detengo el taxímetro en 7,50 euros, pero empiezo a dudar si debería ser yo quien le pagara a ella.

—¿Qué le debo?

—Da igual. Yo le debo más a usted, se lo aseguro —pienso, pero no lo digo.

Bajo del taxi con ella y saco su maleta. Es ligera, parece vacía. No lleva nada porque irá a buscarlo, estoy pensando. Y lo que sea que busque, será cualquier cosa menos yo.

Sólo quiero meter esa frase, «A la estación de Atocha, por favor» en su maleta vacía. Y robarle la maleta. Y la frase. Y huir de Madrid abrazado a esa maleta. Y tapar el espejo retrovisor con esa maleta. Y aparcar entre camiones en la estación de servicio del km 175 de la A3. Y beber y beber hasta borrar los árboles.

Y después, a la mañana siguiente, ni puta idea.