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04 Oct 2019
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Un guionista en mi taxi

Ayer tuve la suerte de llevar en mi taxi a un conocido guionista. Conocido, se entiende, para aquellos que nos gusta el mundillo del guion. De hecho, le sorprendió muy mucho que le reconociera:

—Disculpa, ¿eres xxxx?

—Ehm, sí. ¿Nos conocemos?

—Tú a mí no, pero admiro tu trabajo.

—Vaya, qué sorpresa. ¡Gracias!

Y charlamos. Charlamos muchísimo (el trayecto fue largo y, por fortuna para mí, había tráfico). Para empezar, hablamos de un tema que me cabrea bastante: el poco o nulo reconocimiento del que hoy goza el guionista respecto al director o a los actores, a pesar de que el guion siempre ha sido la piedra angular de toda buena historia que se precie. Y añadiría: soy de los que piensa que el guion debería ser considerado un género literario en sí mismo.

También me ofreció varias píldoras geniales. Resumo:

«Llámame outsider, pero sigo escribiendo la palabra guión con tilde; al igual que el adverbio sólo».

(A este respecto, la Fundéu dice: «Todas las ediciones del Diccionario académico comprendidas entre 1780 y 1869 recogían el sustantivo ‘guion’ sin acento ortográfico. Desde la edición de 1884, esta palabra se venía tildando regularmente; pero desde la Ortografía del 2010 vuelve a escribirse sin acento, pues se trataba de una anomalía del sistema ortográfico, ya que la tilde de ‘guion’ solo se justificaba al entenderse que la pronunciación en dos sílabas la convertía en una palabra aguda acabada en –n: gui-ón»).

Más:

«Cuando intentas abrir una puerta empujándola pero no puedes porque se abre al revés, sigo escuchando eso de: “Para adentro, Romerales”. Fíjate en el detalle. La frase es de la serie Farmacia de Guardia, que se emitió a principios de los noventa, ¡hace casi treinta años! O qué decir de aquel “Are you talking to me?” de Taxi Driver. O el “Sayonara, baby” de Terminator. Son frases que han trascendido en el tiempo. Supongo que, en el fondo, dar con “la frase” es uno de los sueños de cualquier guionista».

El encuentro acabó con un diálogo entre ambos con final abierto:

—Mi labor es conseguir que pasen cosas sorprendentes de un modo creíble. No tendría sentido, por ejemplo, que yo ahora y sin venir a cuento me abalanzara sobre ti e intentara girar el volante para provocar un accidente. Si quiero que pase porque tengo esa imagen en la cabeza, he de hacerlo creíble y que el público también se la crea. Parto de una premisa: nada sucede por casualidad. Toda acción esconde un motivo.

—¿Quieres que nos choquemos? —le dije.

—Depende. Dame un motivo de peso para que lo haga, chócate flojito (no jodamos) y sin perder más tiempo, en la misma cafetería del hospital, nos ponemos con el guion.