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17 Ene 2020
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Realidad o fricción

Afortunadamente ya enterramos 2019, año horribilis que nos brindó como palabra más destacable, atención, «emoji».

Pasan casi tres semanas del año nuevo y yo sigo al volante de mi taxi, que es la forma más palpable de visualizar el paso del tiempo: Avanzas mientras miras de reojo el espejo retrovisor, que a su vez refleja lo que vas dejando atrás (el camino, la gente que entra y sale) y al tiempo que el taxímetro no para de sumarle euros al importe de la vida.

Somos contenedores de experiencias, o eso dicen, y hoy me he sentido un poco más viejo y jodido al escuchar a un usuario de mi taxi decir la frase «Necesito un Starbucks». Siento que el mundo se derrumba…

…en fin. Cosas mías.

A veces pongo la radio para que los usuarios crean que estoy pendiente de la radio y no de ellos, o de sus charlas telefónicas, pero lo hago precisamente por eso: para que lo crean y no se sientan inmiscuidos por terceros. La radio es mi tapadera, quiero decir. El punto de vista es un arma más en la batalla perceptiva del lenguaje. La gente cambia cuando cree que nadie más escucha, y esto les permite soltar perlas como «Necesito un Starbucks», o «Ese informe está mal, me inventé los datos para que no me echaran a la puta calle», o «¿Te has fijado en el paquetorro que gasta Jaime? ¿Es verídico o lleva un calcetín?», o «Sospecho que mi mujer no va los martes y los jueves a pilates».

Estas frases recogidas en mi taxi son mucho más reales que cualquier información emitida por la radio. Son mis ojos clavados en el reflejo de una boca en movimiento sin ondas hertzianas de por medio; sin distancia. Hay fricción real ahí.