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03 Jul 2020
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

¿Nunca te has cansado de tu nombre?

Que tenía problemas, me dijo. Que la cosa estaba mal, dijo también. Las broncas con Carlos, la declaración de la Renta (a pagar), dolores de espalda intermitentes, la COVID, su coche en el taller. Y un calor asfixiante.

A intervalos, consultaba con Siri: «¿Qué tiempo hará mañana?», «¿Qué afluentes tiene el río Jucar?», «¿Cuándo lloverá en Melbourne?». Eran consultas, lo juro, que nada tenían que ver con nuestra charla. La mujer (de unos 50, ojos verdes, pelo ralo) había tomado mi taxi en la parada de Tribunal, y el destino indicado era la consulta de un dentista, pero a mitad de camino cambió de opinión:

—Mira, tenía cita para blanquearme los dientes, pero paso. Lo anulo. Es absurdo. Llevo meses con la mascarilla puesta y Carlos, cuando discutimos, me mira a los ojos.

—¿Entonces? —dije.

—Pues eso digo yo. Que no sé si dejarle; o darnos un tiempo.

—No, me refiero a su destino.

—Morir tranquila, y a ser posible en mi pueblo.

—Quiero decir, ahora. ¿Dónde la llevo?

—Ah, vale —se acerca el móvil a la cara y pulsa un botón— Siri, ¿dónde puedo ir ahora?

Suena la voz de Siri: «¿Qué tipo de negocio estás buscando?».

—Esta tía es idiota. Pues no sé… a ver. Lléveme a ver a mi madre.

—¿Dirección?

—Siri, ¿dirección del cementerio de la Almudena?

—Descuide. Sé dónde está.

—Usted es más listo que Siri. Por cierto, ¿cuál es tu nombre?

—Hugo —mentí.

—Ah. Tuve un hámster que se llamaba Hugo. En verdad se llamaba Raspa, pero luego le cambié de nombre. Me cansé de llamarle Raspa. ¿Usted no se ha cansado nunca de su nombre?

—No.

—Pues qué aburrido es usted.

—Siento haberla decepcionado.

—Siri, ¿cuánto pesa una medusa?