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18 Jun 2021
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Ni voz ni botox

—¿Qué prefieres, ropa sucia y mirada limpia, o ropa limpia y mirada sucia?

—Lo segundo.

—¿Qué entiendes tú por «mirada sucia»?

—Lasciva, sin duda. Desnudar con los ojos y tal. Como esas miraditas que me lanzas después del tercer Lambrusco.

—Jaja, vaya… no. Más bien me refería a… mirada chuscas. De ocultar cosas.

—Ah, entonces la primera. La ropa se puede lavar. Pero una mirada de esas, ni con lejía.

Los cánones de un catálogo de Zara dirían que él era bastante más feo que ella. Sin embargo, hacía unas preguntas fantásticas y parecía imposible aburrirse a su lado. Sentados los dos en el asiento trasero de mi taxi, su conexión era total. Y el silencio se antojaba una pérdida de tiempo:

—Mañana viajamos a Sidney por el Google Street View, ¿te parece? Tú eliges restaurante y yo cocino —volvió él.

—¡Sidney! Planazo.

Por su charla posterior deduje que solían emprender esos «viajes» a menudo. Recorrían calles al azar de distintas ciudades del mundo y luego terminaban comiendo en uno de los restaurantes de esa ciudad. Para ello, buscaban el menú en internet, se fijaban en las fotos de los platos y él procuraba imitarlos cocinando para ella.

—¿Cuál es la comida típica de Australia?

—¿Carne de canguro? —dijo él.

—Espero que no… Pobrecitos.

Respecto a ella, era guapa, guapísima, y qué os voy a decir al respecto. Que todo tiende a lo superficial, y que no suelen verse parejas así. Imagino que podría estar con cualquier chico guapo, y tal vez lo estuvo en el pasado y se cansó de un físico perfecto y conversaciones mediocres y optó después por este chico, eclipsada por su labia y sus ideas rompedoras y su forma de tratarla. En la calle, caminando de la mano, llamarían la atención por sus físicos ciertamente descompensados. Pero en mi taxi, escuchándolos, era fácil concluir que estaban hechos el uno para el otro, como dos gotas de agua (o una sola, el doble de grande).

Ojalá ciegos todos a veces, quiero decir. Ojalá más voz y menos botox y más parejas como estas. Guapa ella, feo él o viceversa.