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01 Jun 2023
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Mercantilizar el habla

El chico no era mudo, es que no tenía nada que decir. Y le entiendo, joder que sí. El habla a menudo te expone, te delata y en plena pubertad (como era el caso), te avergüenza incluso.

—Lleva casi un año así, sin hablar nada —dijo la madre en referencia a su hijo sentado a su izquierda.

Me vino a la mente aquel chaval de Little Miss Sunshine.

—¿Pero nada de nada?

—Nada. Hace un par de meses se rompió el cúbito jugando al fútbol y ni con esas.

—Wow —solté mirándole a través del espejo.

El chico miraba a través de su ventanilla. Tendría unos quince años.

—Bueno, ahora se lo puede permitir —añadí.

—¿A qué te refieres?

—Que no es necesario hablar cuando cuentas con unos padres que te lo resuelven todo. Pero luego, más adelante, cuando tienes que valerte por ti mismo y, ya sabes, trabajar para vivir, la cosa cambia sí o sí.

En estas el chico me miró y frunció el ceño. Sabía que yo tenía razón. Una razón bastante terca, si lo piensas: sólo necesitas hablar cuando te ves obligado a acceder al mercado laboral. Hablar a cambio de dinero. Mercantilizar el habla.

—Venimos ahora del psicólogo. Va todos los martes y los jueves. Pero vamos, se sienta ahí y no suelta palabra.

(Bien, estoy pensando. No hables, trato de decirle con los ojos mientras le miro fijamente a través del espejo. Resiste, chico. Resiste todo lo que puedas. Evita entrar al trapo. Es una trampa capitalista).