Matemáticas aplicadas a las letras
Un varón de unos 45 años, pongámosle de nombre C, viaja en mi taxi del punto A al punto B. En este caso, A+B no puede ser nunca igual a C, ya que A y B son ubicaciones, y C corresponde a una persona. Pero.
El punto A es su casa. Es donde reside C con D, su mujer. C y D llevan más de media vida juntos. No tienen hijos porque (supuestamente) él no puede. Lo que aún D no sabe es que C acude regularmente del punto A al punto B a visitar a E, su amante. De hecho, suelen citarse un par de veces por semana, siempre en el punto B, ya que E vive sola. E y C, por cierto, también son compañeros de trabajo y comparten proyectos en una consultoría, lo que le sirve a C de excusa para ausentarse del punto A para acudir al punto B.
D, por supuesto, no sabe que C y E follan con aritmética frecuencia. Sabe que trabajan juntos en proyectos de consultoría, pero desconoce que C hace horas extras en la cama de E. Si D llegara a enterarse, seguramente echaría a C del punto A para siempre. (En tal caso, desconozco si C acabaría instalándose con E en el punto B, ya que, como he dicho antes, sólo son amantes esporádicos y compañeros de trabajo. No hay amor entre ellos. O al menos, no el suficiente amor como para iniciar una vida en común).
De modo que A+B no es igual a C, pero C+E tiende a B de espaldas a D, que vive en A (y también en la inopia). Por el momento C+D es igual a A, aunque no descarto que C-D sea igual a (las maletas de) C en el punto B. Y que, llegado el caso, D contacte con E para insultarla.
A la vista queda que todo son matemáticas, variables e incógnitas. Aunque la culpa de todo este embrollo es de C, por supuesto: de no haber sido por su infidelidad, no habría incógnitas por resolver. C+D habría sido siempre a igual a A, y E igual a C.
Pero hay más. Ni C ni D saben aún que E está embarazada de C. Y que E tiene intención de tenerlo. Incluso ya ha pensado un nombre para el bebé. Le llamará Z.