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24 Mar 2022
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Los muertos también cuentan

Aislarte también es aprender a descartar: aprender y disfrutar del hombre bueno, e ignorar al mediocre. Benditos sean Stephen King, Juan José Millás o Foster Wallace (sí, los muertos también cuentan).

Hay una vida mejor y está en los libros. En Los Enamoramientos de Javier Marías. En Moby Dick de Melville, en El Otoño del Patriarca. Aunque la trama torne en drama, no debería importar: Hace unos días leí del tirón la trilogía del pseudónimo Carmen Mola (La Novia Gitana, etcétera) y me enganchó tantísimo que logré  perder la noción de las horas. Con independencia de la trama, tiene un estilo que atrapa. Y leerlo también provocó que aumentaran mis ganas de escribir: yo quiero absorber al lector de igual forma, pensé entonces. Una buena técnica narrativa dota al autor de un poder asombroso, pensé también. Meterte en la cabeza del lector y jugar con sus estímulos te endiosa; te vuelve inmortal. Es un don, supongo. Al alcance de muy pocos. Y esos pocos, añado, tienen la obligación moral de dedicarse a ello en cuerpo y alma.

Vivir otras vidas. ¿No es, acaso, el fin último de cualquier cuentista o novelista que se precie? Desactivarte, digamos. O activar tu «Modo avión». Olvidar tu entorno para zambullirte y nadar en mares más calmos. Puedes describir cien asesinatos o escenas atroces y estar sereno y feliz, porque tus manos seguirán limpias. Estoy pensando en El Perfume, en American Psycho, en Lolita. Estoy pensando en vengarte del mundo, pero sólo dentro de los límites del papel. Ajustar cuentas línea tras línea.

O a la contra: historias hermosas. Finales felices. Personajes deliciosos. Moldear es asumir que puedes (y debes) hacerlo mejor. Ser mejor persona en tu día a día. Y avanzar, hasta con el viento en contra. Dejar tu huella en el cemento fresco y soplar (para que seque lo más rápido posible). Hay que buscar toneladas de ganas para hacerlo. Sentir firmemente que puedes hacerlo y que todo lo demás es y será relegado a un discreto segundo plano. «Crear», qué increíble vocablo (aunque también asuste a ratos por inabarcable).

Estoy pensando en El Gran Gatsby, estoy pensando en todo Houellebecq, estoy pensando Crematorio, de Rafael Chirbes (sí, los muertos también cuentan).