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29 Ene 2019
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Loción antiedad para las cuerdas vocales

Me enternecen todos esos usuarios de mi taxi que aparentan ser más jóvenes a través del lenguaje.

Rondan los cuarenta en adelante y se dirigen a mí en calidad de “tío”, o “tronco” incluso, y usan términos como “flipo” o “buah, qué movida”. Los hay incluso que se pasan de tuerca y sueltan perlas como “al loro (que es de goma)” o “dabuten”, expresiones que en el 2000 ya estaban pasadas de moda. O “mover el esqueleto” (esa es, si cabe, más antigua aún), “marchuqui” o, dios santo, “efectiviwonder”.

Las palabras, en casos como estos, hacen las veces de crema antiedad para las cuerdas vocales. Y quien las dice tiende a sentirse ciertamente incómodo con el estado de su carcasa. La lucha contra el paso de los años, ya sea a través del lenguaje, o de la ropa, o del retoque estético, parece un acto reivindicativo de la eterna juventud, como si la franja de los 20 a los 25 años fuera el punto referencial del ser humano y todo lo anterior supusiera una etapa preparatoria y lo siguiente, simplemente, nostalgia del pasado.

Yo abogo por asumir las ventajas de la edad que uno tiene y representa: la inocencia del niño, la rebeldía del adolescente, la inconsciencia cortoplacista de la juventud y la experiencia y la prudencia de la edad adulta. Reconozco que me asaltó la palabra “sabiduría” en referencia al adulto, pero al instante me vinieron a la mente decenas de ejemplos que contradecían semejante afirmación. No, el adulto no es más sabio con el paso de los años: de hecho, las peores decisiones, las más dañinas, son tomadas por adultos.

Más cínico, tal vez. Pero sabio, “ni de coña”.