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02 Mar 2021
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

La fuente principal del desahogo

Ayer llevé en mi taxi a una mujer sobrepasada. Tenía problemas serios con su ex, y un hijo pequeño en urgencias, a punto de ser operado. En el trayecto, habló por teléfono con alguien. Necesitaba desahogarse.

En esos momentos de hartazgo y estrés y rabia e impotencia, las palabras no alcanzan. Salen muchos tacos porque son, con diferencia, el recurso dialéctico más efectivo. O un placebo que, a la postre, funciona. Los insultos hacen las veces de disparos directos al objetivo a batir. Son balas, digamos, cuando el único arma al alcance de tu mano es la palabra. El desahogo es literal: escupes palabras como dardos con veneno que, en el caso de quedarse dentro, se enquistarían en la glotis hasta ahogarte. Conviene, por supuesto, que alguien de confianza esté a tu lado para calmarte. Es quizás tu único balón de oxígeno al que aferrarte. Aquí el interlocutor representa tus pies en el suelo, tu toma de tierra en plena sobrecarga eléctrica. Proyectas tu ira hacia un muro acolchado cuyo efecto rebota a tus oídos con más calma. Hablas para escucharte, para liberarte, pero también porque el amigo o familiar del otro lado te ayuda a entender que no todo está perdido. Que le tienes a él, o a ella, y que tras toda tempestad llega una calma convertida en esperanza. Y eso, a pesar de los pesares, o aunque todo en ese instante esté en tu contra, reconforta.

A veces no hay nadie a quien llamar y el desahogo se proyecta en el propio taxista. Son casos extremos (apenas me ha pasado tres o cuatro veces) pero vienen dados como un último recurso al que aferrarse: la esperanza en el ser humano anónimo. La proyección en alguien aleatorio que se supone cabal. El habla es lo único importante en esos casos. Y el oído del otro haciendo las veces de almohada.

Y lo siguiente al habla, cuando su efecto no alcanza, es la violencia. Por eso es importante prestar toda atención… y la empatía.