PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

11 Dic 2020
Compartir

Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

La curva del fantasmeo (por sexos)

Somos seres frágiles, qué le vamos a hacer. Y la vida es eso que pasa mientras fingimos ser justo todo lo contrario. Y si fingimos es, principalmente, gracias al poder de la palabra.

Lo veo a diario en mi taxi. Señores (los más) y señoras (las menos) que dicen ser más de lo que son. Necesitan darse importancia, aunque el receptor, como es mi caso, sea un perfecto desconocido al que seguramente jamás volverán a ver. Lo hacen, lo dicen, no tanto por mí como por ellos: para escucharse «socarronear» (desconozco si esta forma existe) e hincharse cuales pavos en corteja pose. Luego salen del taxi orgullosos, ya dispuestos a enfrentarse a unas vidas más o menos anodinas.

Me viene a la cabeza una escena de la serie Fleabag (harto recomendable) donde una exitosa empresaria de más de cincuenta le cuenta a la protagonista qué es para ella la mujer respecto al hombre. Son precisamente ellas, dice la empresaria, las que llevan el dolor dentro. Son ellas las que están condenadas a sufrir dolores cíclicos todos los meses, o las que sufren los trasiegos del parto mientras que nosotros, los hombres, buscamos compensar ese dolor inventándonos guerras (o en periodos de paz, jugando al rugby). Aquel monólogo (capítulo 3 de la segunda temporada, creo recordar) me impactó mucho porque es real y puede darnos ciertas pistas no sólo de lo que somos, sino también de la estupidez que sobrevuela lo que a la postre hacemos.

Trasladándolo al motivo de este post, es cierto que los hombres suelen dárselas de listos con mayor ligereza que las mujeres, que tienden más a ser prudentes, o en su defecto a no «fardar» tanto con lo que tienen (porque no es su guerra, insisto: el dolor lo llevan dentro y no sienten la necesidad de compensarlo). Y a menudo taxi es el vehículo perfecto para dar rienda suelta a esto: el trayecto es corto; lo suficiente como para soltar lo que sea que quieras decir en formato compactado y largarte después con viento fresco. Y añado: me atrevería a decir que la curva del fantasmeo se agrava con los años (alcanzando su pico más alto entre los cuarenta y los cincuenta) y después tiende a aplanarse hasta descender a partir de la edad de jubilación (entiendo que las expectativas vitales del varón jubilado ya son otras más laxas y tienden a relativizar la opinión de los demás respecto a sí mismos). Pero esto, en fin, no es más que una opinión particular sin fundamento científico. Otra más.

Nota: Aunque no venga al caso, recomiendo encarecidamente la novela «Cien noches» de Luisgé Martín (recién galardonada con el premio Herralde de novela 2020). De nada.