Hablando de fama
A veces una simple frase puede valer nada o cobrar un significado mesiánico en función de quién la diga.
El otro día, un cantante de incuestionable fama (cuyo nombre no diré) me dijo en mi taxi que no había sensación equiparable a la de subirse a un escenario mientras miles de personas corean tu nombre. “Si estás con gripe, se te cura de golpe. Es tal el subidón de adrenalina, que todos los malos rollos, los momentos más jodidos, directamente se esfuman; desaparecen. Pero esto no deja de ser un arma de doble filo. Va un poco en función de cómo lo gestiones. El escenario puede convertirse en la mejor de las terapias o en tu peor condena. Corres el riesgo de perder la cabeza”.
De toda la charla, me quedé con lo siguiente: “Salir al escenario y decir, simplemente, ‘Buenas noches, Madrid’ y que la gente grite como loca. Eso es magia. Hay un contexto detrás, por supuesto. La gente está entregada y lo sabes. De hecho, cualquier cosa que digas será celebrada por el público. Es un arma poderosísima, en serio. Fíjate qué frase más tonta: ‘Buenas noches, Madrid’. Dilo tú en un bar, o cuando llegas a casa a ver si te aplaude alguien, jajaja…».
[Alcé las cejas]
«…sin menospreciar a nadie, ojo. Respeto mucho a los taxistas. Sois bastante héroes. Pero en fin, no sé si me entiendes. El contexto…”.