Exhumar, inhumar (y ahumar)
Escuché por vez primera, en mi taxi, después de doce años de taxista, las palabras «inhumar» y «exhumar».
Vivimos tiempos extraños. Uno ya no sabe cuál será el próximo tema loco del día, o qué palabras (nuevas o en desuso) estarán de repente en boca de todos. O cuánto tiempo durarán esas palabras en el murmullo de la gente. Apuesto un ojo y no lo pierdo a que en cuatro o cinco días ya nadie pronunciará la palabra «exhumar», ni mucho menos «inhumar» (del latín inhumare, ‘poner en tierra’). Curiosamente, y a propósito de esto, la palabra «exhumar» ha sido mucho más empleada por los medios y usuarios de mi taxi que «inhumar», aunque una nos lleve a la otra (se entiende que, tras la exhumación, volverán a enterrar el cadáver; a no ser que decidan que yazca a la intemperie o lo incineren).
Se nota, en todo caso, que ambos términos no forman parte del lenguaje coloquial. De ahí las confusiones; como la de aquella señora octogenaria que ayer jueves, mientras escuchábamos la noticia por la radio, me dijo, literal:
—¿Han ahumado ya a Franco?
(Lo preguntó totalmente en serio, sin el más mínimo atisbo de ironía. Obviamente, resultó ser un lapsus. Aunque «ahumar» también guarde relación con la muerte, implica conservar esencialmente peces o animales muertos para después comerlos).
Y en otra ocasión, dos chicos tomaron mi taxi a la salida de un after (estaban pelín achispados) y, en pleno proceso de cortejo, uno le dijo al otro:
—¿Tú eres más de inhumar o de exhumar?
(Esto último resultó de lo más inquietante…).