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11 Nov 2021
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Escribiendo en sitios (hoy, Malmö)

Últimamente viajo mucho a través de Google Street View, saltando de un punto a otro del entero mundo. Ahora me encuentro en Malmö, Suecia, en una calle llamada Regementsgatan. Y hace un día espléndido.

Durante la mañana caminé por Malmö con los dedos, siguiendo la línea azul. Alrededor la gente se mostraba estática, como petrificada, y con el rostro desdibujado. Me extrañó que todo el mundo, sin excepción, llevara manga corta. Estamos en noviembre, pensé, debería hacer bastante frío en estos lares, pero Google siempre insiste en convertir mis paseos en una experiencia agradable.

En una de las calles que cruzaban Regementsgatan encontré una terraza al sol, dispuesta en plena zona peatonal con edificios preciosos a ambos lados y una luz intensa y ciertamente acogedora. La terraza tenía varias mesas libres, así que tomé asiento. Obviamente, no vino nadie a atenderme (el camarero del fondo estaba también petrificado, como haciendo equilibrios con la bandeja en la mano). Así que detuve un momento mi visita y me fui a la cocina de casa a prepararme un café. Al rato, con el café ya en la mano, me dispuse a escribir mi novela embebido por el entorno.

Llegué a sentirme tan bien allí, tan sumamente cómodo, que llamé por teléfono a mi mujer:

—Oye, no me esperes para comer. Hoy comeré fuera.

—¿Dónde estás?

—En Malmö. Es precioso, deberías venir.

En esto mi mujer abrió la puerta de mi despacho. Nos miramos. Colgó el teléfono.

—En Malmö, ¿eh?

—Sí, mira —le dije señalando el monitor —. Te invito a un café.

—Gracias, pero no. Tengo cita en la peluquería.

—Puedo buscarte una cerca de aquí. Espera.

Tecleé en el buscador del Street View «Peluquerías en Malmö».

—Frisering —dijo ella.

—¿Perdón?

—Peluquería en sueco se dice «frisering».

—¿Cómo sabes eso?

—Todavía hay muchas cosas que no sabes de mí —me dijo, y se marchó.

Permanecí en aquella terraza buena parte del día, escribiendo sin parar. El entorno resultaba tan motivador, que se hizo de noche. Quiero decir, que se hizo de noche a otro  lado de la ventana de mi despacho porque en Malmö, sin embargo, todavía era de día. Y verano. E irreal. Pero a la postre, ¿qué es real?