PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

18 Nov 2021
Compartir

Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Vivir

Busco estímulos. Razón, aquí.

Procuro reinventarme cada día y no únicamente en lo tocante a la escritura: lo hago por mí. No quiero acabar siendo nadie para nadie, aportar nada al mundo. Conseguir que un latino afincado en Connecticut se emocione con mis textos, ya es algo. Por lo visto, mis escritos llevan años cruzando el charco, y sin moverme de casa logré arrancar un par de lagrima a una tal Ana Alejandra, oriunda de un lugar llamado Las Piedras, en Uruguay. Muchos de mis relatos están a un par de clicks de cualquiera que tenga internet y eso es bueno, impensable hace apenas tres décadas. Las únicas trabas son dos: la primera, cómo hacer saber de mi existencia a Luis Alberto, de Quito. Y dos, monetizar de algún modo esa lectura para poder vivir del cuento, es decir, sin jefes tocapelotas ni horarios incompatibles con la vida.

Ni te imaginas lo que soy capaz de hacer para no caer en la desidia. Desde escribir vestido de mujer (espero que mi esposa no lea esto), hasta escuchar a escondidas los ensayos de un grupo de rock cristiano que toca en un local cerca de casa (hacen versiones de Nino Bravo adaptadas al cristianismo: «Tiene casi veinte años y ya está cansado de pecar»; son buenísimos). Me hice amigo de un conductor de autobús y subo adrede sólo para escucharle (os juro que su vida daría para un thriller trepidante). Yo le digo que trabajo cerca de la última parada de su línea, y ahí me bajo siempre. Luego vuelvo a casa en taxi para hablar, también, con el taxista. La ida y la vuelta apenas me cuesta 7 euros. Más barato que una entrada de cine.

Me estoy adaptando muy bien al entorno. La gente es ciertamente agradable aquí en Valencia. Pero si viviera en medio del monte, rodeado de cabras y vacas, aprendería el lenguaje res, o escribiría odas al musgo. Hay que hacer cosas. Siempre. Vida hay sólo una (aunque el grupo de rock cristiano opine otra cosa).