PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

26 Nov 2019
Compartir

Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

El silencio que dejas

Era una mujer que rondaba los cincuenta. Una mujer como tantas otras y otros tantos que viajan a diario en mi taxi. Pero atentos a ella.

Hubo un silencio después del «A la calle Ponzano, por favor» de ella y mi fático «De acuerdo». Acto seguido se ajustó el cinturón de seguridad y permaneció impávida, mano sobre mano, observando la calle. Mi espejo retrovisor apenas recogía la extensión de su mirada, sus cejas perfiladas, la nariz y unos labios itinerantes, que desaparecían a intervalos con el traqueteo. Para mi espejo no existía la barbilla de ella, ni hombros de ella, ni su cuerpo, pero esa exacta imagen me sirvió para pensar en su conjunto más allá de lo evidente.

Sin duda esa mujer tenía una historia (todos la tenemos), una experiencia vital más o menos rica, un poso que dejar en alguien. Supongo que habría reído no pocas veces y llorado también (y bostezado). Habría vivido situaciones más o menos límite, algunas tal vez traumáticas o acaso edificantes. Quiero decir que empecé a sentir el peso de la responsabilidad de llevar entre mis manos y en mi taxi los cincuenta años completos (con sus días, con sus noches) de un ser sensible y complejo ajeno a mí. Y además tendría hijos (o no), marido (o mujer, o estaría divorciada, o viuda, o soltera), y el calado de sus decisiones habría influido para bien o para mal en cualesquiera que fuera su entorno. Era importante, también, para otros; vital incluso.

Entiendo que hubiera podido atajar éstas y otras dudas preguntando: «¿Qué es de tu vida?, cuéntame…» y de este modo conseguir un mapa mental aproximado de quién es, o quién ha sido para con quién, o qué ansió ser y no pudo alcanzarlo. ¿Cuántas palabras necesitas para definirte? ¿Realmente tienes algo importante que decir? ¿Si te dieran la opción de volcar todo tu ser, de expresar tu experiencia en una sola frase, qué dirías? ¿Cuál es tu estado de ánimo predominante? ¿Cuál es tu estado de ánimo actual, en este preciso instante, mientras viajas en mi taxi? ¿En qué estás pensando? ¿Te comportas del mismo modo cuando estás sola que en compañía de otros, ya sean conocidos o no?

Llegamos a Ponzano y me pagó los 7,50 de la carrera («Gracias», me dijo. Yo dije lo mismo). Y al bajarse del taxi y yo reanudar la marcha os juro que sentí un alivio impresionante. Me sucede cada vez que tomo consciencia del valor abismal que gravita en torno a las personas.

Somos grandes, enormes. Todos. Qué mareo.

Nota. La culpa, supongo, es de Henry Miller y la mella que dejó en mí aquel pasaje de su libro Trópico de Cáncer:

«Si algún hombre se atreviera alguna vez a expresar todo lo que lleva en el corazón, a consignar lo que es realmente su experiencia, lo que es verdaderamente su verdad, creo que entonces el mundo se haría añicos, que volaría en pedazos, y ningún dios, ningún accidente, ninguna voluntad podría volver a juntar los trozos, los átomos, los elementos indestructibles que han intervenido en la construcción del mundo».