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22 Nov 2019
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

La insoportable levedad de las palabras

Ayer viajaron en mi taxi, entre otros, un señor de unos 80 años, una mujer de 75, otro de 50, otro de apenas 20 y otra más de 35. Y todos me hablaron del tiempo.

Todos emplearon la palabra «tiempo» en sus distintas acepciones. El «tiempo» como estado atmosférico y «tiempo» como periodo durante el que se realiza una acción. Lo más habitual fue la expresión «Qué mal tiempo hace» o «Qué tiempo más malo» en referencia al frío y la lluvia (a excepción del chico de 20 que simplemente dijo: «Puto tiempo»). La de 35, por su parte, recibió una llamada telefónica que zanjó de inmediato con un tajante «Lo siento; no tengo tiempo para eso. Llame en otro momento».

Quiero decir que la palabra «tiempo» es la misma para un señor de 80 años que para un chico de 20. Se dice igual, se pronuncia igual, el contexto es el mismo. Aunque disten 60 años entre el uno y el otro. 60 años que, sin embargo, no han añadido ni mermado contenido a la palabra en sí, ni se ha percibido justicia de rango en su uso. La palabra «tiempo» debería contar con más peso en boca de un señor de 80 años que dicha por cualquier tardoadolescente, pero no es así. Un «Hace mucho tiempo que…» de aquel hombre debería valer x10, sentar cátedra. ¿Cuántos miles de veces habrá empleado esa palabra a lo largo de su vida? ¿Acaso la palabra «tiempo» no deja un poso que a su vez provoca que pese más y destaque por encima de las demás palabras?

¿Cuál es el valor relativo de las palabras? ¿Cuál es su peso? Tal vez el peso dependa de su capacidad evocativa. Obviamente el «hace mucho tiempo que…» de un octogenario evoca un incalculable número de escenas en su cabeza (aunque el receptor no las perciba), y es un dato a tener en cuenta. Un dato que aún no sé para qué sirve, pero dadme tiempo.

NOTA: Tratando de ahondar en el tema, busqué en la RAE los distintos significados de la palabra «tiempo» y, dicho sea de paso, su primera acepción me dejó de piedra: «Duración de las cosas sujetas a mudanza».

Mudanza, dice. Hay mucha, mucha poesía en esta frase.