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18 Oct 2019
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Como pollos sin cabeza

La importancia del uso del lenguaje se demuestra en los momentos más críticos: cuando deseas amar o matar o gozar o morir o reír sin mesura.

Conviene saber manejar el lenguaje con cierta soltura porque no será un problema soltar amarras si es que buscas la palabra precisa o el conjunto de palabras capaces de expresar todo aquello que te surja del hueco más hondo del alma. Un dolor abominable, por ejemplo, cuando el mundo se te hace bola dentro o crees que la gente se ha vuelto loca (entiéndase «gente» como una masa cuyo rostro se dibuja en función de tus prejuicios). Y de repente te ves conduciendo un taxi en un atasco abisal mientras escuchas las noticias y dicen, las noticias, que todo está mal, y la previsión es que a no mucho tardar la cosa empeore («Prepárense, amigos» imaginas que dice un locutor de sonrisa impecable), y arden contenedores tan lejos y tan cerca, y el diálogo se ha tornado imposible y la esencia de la lucha se diluye (¿quién es realmente el enemigo?, ¿contra quién o quiénes vamos?) y tengo muchas putas cosas en la cabeza (burocracia, citas, pagos, conflictos de esos que surgen sobre la marcha y he de resolver) y ser adulto es una mierda, demasiados peajes, y a mi izquierda una chica corre por la calle, se le ha roto un tacón y sin embargo sigue corriendo hacia un bloque de oficinas (llegar tarde al trabajo por motivos ajenos es la ansiedad de nuestros días) pero tengo una hija de casi cinco años. Su madre y yo le explicamos lo que es la polisemia y ahora le ha dado por jugar a buscar palabras polisémicas. Y el caso es que anoche, ya en la cama, me dijo que pollo era una de esas palabras “polimésicas” porque puede ser un pollo de comer o un animalito suave que pía, y se me volcó el amor al escucharlo y no llegué a decirle que ese pollo de comer y el otro pollo son en realidad el mismo pollo corriendo distinta suerte. Le di un beso en la mejilla (cálida mejilla) y se durmió feliz.

En fin, la vida. El zoom de las cosas.