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13 Feb 2019
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Ciudades que buscan su propia voz

Sospecho que Madrid intenta decirme algo. Alzo la vista más allá de mi taxi y los balcones parece que pelean por imponer su voz.

Hay una bandera de España colgada en la ventana de un tercer o cuarto piso. Y junto a la bandera, un cartel: SE VENDE 626 54 … (¿Se vende la casa o la bandera?). Pero apenas dos balcones más allá veo otra bandera, esta vez republicana. Y justo en frente de las dos, una tercera bandera multicolor que reivindica los derechos de la comunidad LGTBI. Si uniéramos las tres banderas mediante líneas imaginarias obtendríamos un triángulo equilátero casi perfecto. La equidistancia geométrica entre los tres mensajes impide la imposición de cualquiera de ellos frente al resto. Tal vez la bandera de España presente un rojo algo más desgastado (por efecto del sol, supongo) pero esa es una apreciación más bien estética y obviamente subjetiva que no debería afectar a la esencia del debate.  En cualquier caso, las fachadas hablan, están hablando, transpiran.

Sin embargo, debajo de los efectos de aquel triángulo, la vida fluye con total normalidad. La gente pasea sin verse afectada por el flujo magnético de los tres mensajes. De hecho, acaba de pasar un hombre hablando por teléfono y no parece haber perdido cobertura. Y al pasar yo con mi taxi, la radio sigue escupiendo baladas en inglés cuya traducción no importa demasiado. Y a mi izquierda leo un cartel: CERRADO POR OBRAS. Es un bar de esos de toda la vida. Y otro cartel aún más grande encima de éste: PROXIMA APERTURA STARBUCKS.

Supongo, en fin, que el suelo normaliza el mensaje trascendental de las alturas. 

Me viene a la mente un fragmento de La muerte del padre de Karl Ove Knausgard: «Una compañía de seguros puede muy bien tener sus oficinas en la octava planta, pero no así una funeraria. Todas las funerarias tienen sus oficinas lo más cerca posible del nivel de la calle. No resulta fácil saber por qué es así». Ha sido algo así como un flashazo sin apenas relación aparente. No me hagáis caso.