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04 Nov 2021
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Aprendiendo valencià (hoy: «esmorzaret»)

Vengo de un bar. Bueno, de dos. Aquí en Valencia almorzar en bares es casi una religión en sí misma. Lo llaman «esmorzaret» e incluye bebida, bocadillo del tamaño del brazo de un niño y café.

La llamada a la Meca del hambre sucede a cosa de las 10, o incluso antes. Y parece ser costumbre de obligado cumplimiento, como en base a una ley autonómica o algo así. ¿Pensáis que exagero? Adjunto dato: los que sois lectores asiduos de este blog, sabéis que en los últimos meses han pasado por mi casa diversas cuadrillas de operarios (pintores, electricistas, técnicos del gas, etc). Pues bien, todos ellos, sin excepción, al llegar las 10 en punto, me hicieron bomba de humo. Recuerdo que un grupo de tres montadores de muebles llegaron un día a las 10 menos 10 y apenas 10 minutos más tarde dejaron las puertas de un armario a medido montar y se marcharon: «Esmorzaret» me dijo el más sabio de ellos señalando su reloj. Yo siempre respondo lo mismo: «¡Estupendo! ¡Que aproveche!». Me encanta la gente que prioriza lo realmente importante. De hecho, nunca llegué a ver nada similar en mis más de 40 años en Madrid (y sospecho que es por eso que allí la gente se muestre tan acelerada, como al borde de un ictus). Prefiero una y mil veces el ritmo de Valencia. Aunque, eso sí, si algún día surgiera operarme a corazón abierto, sólo espero que programen la cirugía de diez y media en adelante.

Algunos almuerzan con vino o cerveza, y al café le añaden un chupito de yerbas. Me parece excesivo empezar tan fuerte. Lo hice un día y al llegar a casa y ponerme a escribir apenas me salían frases al más puro estilo Paulo Coelho.  Y claro, mi jornada acabó en la papelera. Nunca más. Desde entonces siempre almuerzo con refrescos. Y lo hago en bares porque temo quedarme en casa y que me acaben multando por faltar a la cita. Y porque «allá donde fueres, haz lo que vieres». Y porque quiero aprender valencià, aunque bien es cierto que en Valencia capital apenas se escucha. Sólo lo estudian los chavales en el cole y se habla en círculos muy cerrados (mayoritariamente en los pueblos). Mi hija, por cierto, hizo ayer su primer examen de valencià (cursa 2º de la ESO) y sacó un 10. Estoy muy orgulloso de ella. Ni que decir tiene que el mismo examen, idéntico, yo lo habría suspendido. De la lengua valenciana sólo sé almorzar y desear bon dia, bona vesprada (no confundir con «bona tarda», es catalán) o bona nit, según se tercie. Y una vez se me ocurrió pedir en un bar patatas con «alioli» (del valencià «all i oli») pero resulta que, al contrario que en Madrid, aquí lo llaman «ajoaceite».

En fin, que bon día, bona vesprada o bona nit a todos. Seguiremos aprendiendo. Y almorzando.