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12 Jul 2019
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Verdades que parecen mentira

Un usuario de mi taxi, reputado periodista cuyo nombre no diré, me habló del contorsionismo de la palabra «verdad».

La charla al completo fue un Master en nuevo periodismo y verdades a la carta. Transcribo aquí una parte (léanlo con voz gruesa de estrella de la radio):

—Veamos, si un tipo gana 15.000 al año y otro gana 85.000, sería «veraz» decir que el sueldo medio entre ambos es de 50.000. Podría incluso ser titular de portada sin miedo a faltar a la verdad: “Los españoles ganan 50.000 euros de media”. Las trampas del lenguaje son muy poderosas y la palabra «verdad» esconde una amplísima gama de matices, ya sabes: un mismo vaso puede estar medio lleno o medio vacío según se mire, ¿no es cierto? Pues bien, extrapola este ejemplo a ab-so-lu-ta-men-te todo. O bien aplica el zoom a tu interés. De hecho, la piedra angular del nuevo periodismo consiste, precisamente, en exagerar el zoom hasta casi llegar al pixel: sucede constantemente con las protestas más o menos multitudinarias. Según el zoom que aplique el medio, sabrás su sesgo. Plano general de una masa enorme de gente: el medio estará a favor de la causa. Plano corto: o bien se muestra a favor pero hay tan poca gente que busca maquillar la asistencia, o bien hay mucha gente pero está en contra y quiere evitar que el lector lo sepa. Aplicar el zoom a una foto equivale en cierto modo al ejemplo de antes: no es faltar a la verdad ya que la foto, a fin de cuentas, es real. Sucede también con noticias referentes a cualquier colectivo. Es muy fácil criminalizar una causa usando ese mismo zoom. Cuanto más grande sea el colectivo, más sencillo será focalizar y elevar a la categoría de noticia un suceso aislado de uno o un puñadito aislado de miembros capaz de enturbiar la causa en su conjunto. Es muy fácil criminalizar al taxista, al colectivo LGTBI o, qué sé yo, al minero, al profesor de la pública, al estibador o a quien tú quieras. Pero dándolo la vuelta, el lector también elige qué verdad desea y en cierto modo busca deliberadamente regodearse en esa verdad con el único propósito de afianzar su postura. Sucede a izquierdas y a derechas, con los taurinos y antitaurinos, veganos y carnívoros, religiosos y ateos. Todos estamos «infectados» y todos nos creemos libres de pensar y opinar «libremente». Aunque visto lo visto, la palabra «libertad» también sería un concepto igualmente tramposo y complejo que daría para otro trayecto mucho más largo, qué sé yo, de mi casa a Moscú, jaja. Déjame ahí, detrás del coche rojo. ¿Qué te debo?

—Qué le debo yo, querrá decir…