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31 May 2019
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

El viaje de las palabras (de la cabeza a la boca)

¿Cuántas palabras alberga tu cabeza? Y de ese total, ¿cuántas usas? ¿Manejas con soltura tu diccionario mental o te cuesta encontrar la palabra adecuada?

Me apasiona este tema. Cada día encuentro en mi taxi todo un abanico de perfiles, del extremo «sobrado» al opuesto «falto» (y una amplia gama intermedia) en lo que al uso del lenguaje se refiere:

Por un lado los hay que, al hablar, demuestran un vocabulario realmente escaso pero que manejan con sobrada maestría. Su mente y su boca fluyen como movidos por un engranaje perfectamente sincronizado. Funcionan igual que las buenas canciones: con apenas tres acordes consiguen excelentes resultados.  

Luego están aquellos que manejan un lenguaje mucho más extenso y buscan cualquier excusa para demostrarlo, aunque no proceda. Actúan igual que el escritor novel, abusando de adjetivos innecesarios que incluso estorban porque inciden en la forma estética y no en el fondo del asunto. O aquellos que, en este mismo grupo, guardan su extensísimo catálogo de sinónimos sólo para las grandes ocasiones, cuando la conversación gana en altura y el interlocutor merece, a su juicio, conocer con quién se están batiendo en duelo. Usan el lenguaje como un arma secreta dispuesta a intimidar al contrario y nada más. O aquellos que simplemente disfrutan mostrando al interlocutor toda la extensión de su lenguaje, como un pavo real.     

O aquellos que, si bien manejan un lenguaje limitado, saben de la existencia de otras muchas palabras que a la postre encajarían mejor en aquello que intentan decir, y se frustran mientras hablan. En cierto modo sufren buscando la palabra exacta y sabiéndose, por tanto, imperfectos. Suele notarse en sus constantes titubeos, o cuando alargan los silencios al tiempo que, es de suponer, bucean desesperadamente por entre las grietas de su diccionario mental. No hay buena convivencia cabeza/boca en estos casos. Su cabeza funciona con más precisión que su forma de expresarlo al exterior. Se frustran, como digo, porque no saben volcar aquello que está meridianamente claro en su cabeza. Este perfil es, de lejos, el más común. E intuyo que, también, el menos dado a la lectura. 

(¡Lean, pardiez! Evitarán frustraciones).