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21 Jul 2022
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Romance anónimo

«Por fin llevo las riendas de mi propia vida», le dije al hombre. «Soy taxista vocacional. Siempre he querido serlo. Bueno, miento. Mi sueño de pequeño era conducir un autobús. Pero luego maduré».

Le dije una verdad a medias. Soy taxista y también escritor. Aunque esto último aún no se lo he dicho a nadie. Desde que vivo en Valencia, hará un año más o menos, procuro evitar mencionar esta faceta. Llevo escritos una decena de libros (con mi nombre y bajo varios pseudónimos). Y en los últimos quince años he publicado más de dos mil quinientos artículos. Pero no le he dicho a nadie que, en gran medida, me dedico a esto. Y el caso es que me gusta que así sea. Ser un puto nadie me sienta de fábula. Me ayuda a crear tramas cada vez más locas porque escribo sin la presión de un nombre o de una trayectoria. Y si esas tramas no encajan en el estilo de ninguno de mis pseudónimos, creo un pseudónimo nuevo. Nadie, excepto mi entorno más íntimo, sabe que escribo mucho, a todas horas, incluso en mi taxi, en las paradas, en los semáforos, en mi cabeza. Ayer una usuaria me ofreció sin querer una trama asombrosa. Lo dejaré todo y me pondré raudo a ello. Porque no tengo plazos de entrega. Ni proyectos firmados. Sólo ganas de buscar y de escribir.

Así es como concibo yo la literatura. Cero flashes y todo oficio. Observo en el mundillo que los más vendidos muestran una imagen impecable más allá de sus libros. No se meten en charcos, y usan filtros beauty en Instagram. Menuda panda.

Yo, cada día, estoy más cerca del punk. Yo digo: que le jodan al sistema editorial. Digo: que le jodan a los rankings, a los congresos, a las ferias, a las mesas redondas. Hace años renuncié a la tele, después renuncié a la radio y a los saraos, y por último renuncié a mi propio nombre. Y en cada paso me siento cada vez más liberado, más feliz. Soy feliz así. Conduciendo un taxi que me proporciona personajes y tramas sin fin, y escribiendo lo que surja. Y me quiero un huevo. Por fin. Después de tantísimos años. Me quiero.