PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

17 Dic 2021
Compartir

Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Cuando tu ángel se convierte en tu demonio (y vicevesa)

Para escribir (y supongo que para todo lo demás) es necesario confiar en uno mismo, creer en uno mismo y olvidarte del pasado si acaso ese pasado no te permite seguir adelante.

Estuve mal, muy mal. No lo advertí de repente, ni siquiera por mí mismo, sino a través de mis escritos. No tenían fuerza. No enganchaban. No fluían. ¿Qué demonios me estaba pasando? ¿Había perdido la fe en la literatura? ¿Había perdido la fe en mí mismo? Entre medias, tuve que ponerme una dosis de refuerzo de la vacuna del covid y, a las pocas horas, sus efectos me sentaron horrible. Fiebre, malestar general y un dolor inmenso en el brazo del pinchazo. Guardé cama durante todo un día. Sin distracciones. Sólo yo, la oscuridad y el silencio, tumbado y tapado hasta las cejas.

Y ahí hablé conmigo mismo. Reflexioné. No solemos tener tiempo para esto. Cerré los ojos y el ángel y el diablo se sentaron cara a cara.

—Solucionemos esto de una vez por todas —dijo el ángel.

—Que te jodan —soltó el diablo.

—Mal empezamos.

—Mil impicimis.

Los inicios de la charla fueron difíciles. El diablo no quería dar su brazo a torcer. Supuse que ese brazo era el izquierdo, el que me dolía por el pinchazo de la vacuna. Decidí por tanto tomarme un calmante, a ver si así funcionaría. Y funcionó. A medida que el dolor se iba calmando, también se suavizaba el tono del demonio.

—A ver, ¿qué demonios quieres? —dijo al fin el demonio.

—Demonios ninguno, ese es el tema —contestó el ángel.

—¿Quieres aniquilarme?

—Por dios, no. Estoy en contra de todo tipo de violencia.

—¿Entonces?

—Quiero que seamos amigos.

—No es posible.

—Que nos toleremos.

—Negativo.

—¿Ignorarnos?

—Eso está mejor.

—Bien. Pues tú a tus cosas y yo a las mías, ¿de acuerdo?

—Vale.

—¿Vale dices? ¿Serás cínico? ¡Que te jodan!

Algo no iba bien. A medida que decrecía el dolor en mi brazo, más amable se mostraba el diablo, pero a su vez más intransigente y malhablado se volvía el ángel. Sorprendentemente, las tornas estaban cambiando.

—Pensándolo bien… sí. Te aniquilaría. Estoy hasta el halo de ti. Es más, te aniquilaré ahora mismo —dijo el ángel.

—Me estás asustando —musitó entrecortado el demonio.

Cerré los ojos fuerte y pude ver por dentro cómo el ángel le daba al demonio una patada voladora en plena cara. Tal fue el impacto que el demonio perdió ambos cuernos y también la consciencia. Ya en el suelo, el ángel le quitó el tridente y se lo clavó en el pecho.

—¡Sólo puede quedar uno! —gritó con el rostro desencajado mientras apuñalaba al demonio una y otra vez hasta dejarlo sin vida.

Después de tan cruenta pelea, me quedé dormido. A la mañana siguiente ya no tenía fiebre, y el dolor del brazo había desaparecido por completo.

Me senté a escribir, y el caso es que la palabras fluyeron como nunca. ¿Pudo ser porque el ángel había matado al demonio para convertirse en él?

El motivo no importaba. Sólo en este caso el fin justificaba los medios. Así que dicho queda: gracias a la vacuna de refuerzo, he vuelto a escribir.