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31 Ago 2021
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Resurgir cual Ave Fenix

Imagina que montas tu propio despacho para escribir, el sueño de toda una vida, con su mesa larga, su silla ergonómica, su impresora láser, su torre de folios en blanco perfectamente alineados, su corcho, sus fichas para tramas y personajes, sus libros de consulta, sus cuadros inspiracionales…

…imagina que ya lo tienes todo: una proyección exacta del despacho donde habitan tus sueños y que, ¡por fin!, después de muchos años recreando este momento, cierras la puerta del despacho, enciendes el monitor y te dispones a iniciar la que, sin duda, será la primera de un sinfín de jornadas exhaustas: posas los dedos sobre el teclado, inspiras hondo, tomas impulso creativo y…

…no te sale nada. Cero. Ni gota. Cincuenta minutos después apenas has escrito un «Holi» en Calibri tamaño 12 y te has arrancado quince pelos. Imagina la cara de gilipollas que se te queda, después de tantísimos años escribiendo a diario en lugares aleatorios: en el taxi que tenías (en todos los asientos; incluido el maletero), en bares, en un tanatorio (sin muerto conocido) o incluso en salas de espera de urgencias.

No lo entiendes. ¿Qué demonios te está pasando? Te asomas al balcón. Justo debajo de casa, en plena calle, acaban de montar una falla preciosa (os recuerdo que ahora vivo en Valencia y que, por culpa del covid, pospusieron la semana de fallas a estos días). Suenan petardos a lo lejos, pero eso no es problema. Te gusta el ruido: mamaste Madrid desde niño. De todos modos sabes que en unos días esa falla arderá igual que otras muchas fallas, y que la belleza de sus formas quedará reducida a cenizas. Y tal vez, quizá, ojalá, estés esperando ese preciso momento. Tal vez esperes a que arda la belleza que tienes delante para empezar a escribir (y resurgir) cual Ave Fenix. La cremà será el próximo domingo 5 de septiembre a las diez de la noche. En esos instantes, supones, esperas, comenzará tu maratón de escritura: con el ventanal de tu despacho proyectando llamas.

Mientras tanto, toca bajar al parque con el portátil, rodeado de chavales que lanzan petardos. Toca imaginarte en pleno campo de batalla escribiendo crónicas de guerra de juguete.