PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

05 Feb 2021
Compartir

Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Escribir, beber cerveza y pedir perdón

Libertad es que te asalte de súbito una idea digna de ser escrita, aparcar tu taxi frente al bar más cercano, sentarte en su terraza, pedir un café, abrir el portátil, volcarte en eso y olvidarte de todo y de todos, incluso de ti.

Hubiera preferido pedir un tanque de cerveza (o dos, o los que surjan), pero he de conducir después, y conducir borracho dejó hace mucho tiempo de ser divertido. Ahora soy señoro responsable, quicir. Antes sí. Hace años escribía mucho y bebía más. Lo digo sin orgullo (y también porque todo aquello ya ha prescrito). Ahora, sin embargo, escribo también muchísimo, pero bebo café. Los ansiolíticos contrarrestan los efectos de la cafeína, y esto me convierte en un ser nervioso y calmado al mismo tiempo. Lo justo para escribir con cierto toque extra de tensión.

Mi cabeza es un torrente imparable de ideas que a menudo vuelco a mano apoyado sobre el volante de mi taxi (en papeles sueltos, o en el reverso del bloc de recibos oficiales del taxi). Y es bastante habitual que pulse sin querer el mecanismo del claxon cuando aprieto el boli demasiado. Y el caso es que el conductor de delante a veces me increpa por pitarle y en ocasiones se baja de su coche enfadado y se lía bastante parda. He tenido unos cuantos conflictos por culpa de esto. Pido perdón, pero no siempre surte el efecto deseado. Me paso la vida escribiendo en los semáforos y pidiendo perdón.

En cualquier caso, merece la pena: Las ideas, cuanto más frescas, mejor. Hay que soltarlas cuanto antes o perderán fuerza. Y una idea sin fuerza no vale nada.

Escribo estas líneas en la terraza de un bar de Tribunal. No pude resistirme: vi un hueco libre y aparqué sin pensarlo. Lo hice no tanto por volcar ideas frescas sentado en un bar, sino porque en esta zona concreta es dificilísimo encontrar un hueco libre. Aparco por defecto cuando veo la oportunidad. Las ideas llegarán, eso nunca fue un problema.

El café se quedó frío, y pedir otro me parece excesivo: no he tenido más remedio que pedir una doble de cerveza. A veces el vínculo cerveza/idea funciona en mi cabeza igual que cuando encuentro un hueco libre y aparco sin pensarlo. En cualquier caso, me adelanto a las consecuencias y os pido disculpas.