PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

04 Sep 2020
Compartir

Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Diez minutos

He vuelto al pecado de escribir desde el asiento trasero de mi taxi, al calor de un cuerpo que ocupó este mismo espacio hace apenas diez minutos.

Era una mujer de unos treinta años, sentada en la misma postura que estoy adoptando ahora. Yo sería ella, o estaría dentro de ella (o embebido en ella) si no fuera por estos diez minutos de diferencia. Sus huesos serían mis huesos. Sus piernas. Su cabeza. Habló un instante por teléfono y sus palabras aún reverberan. «No quiero estar más con él, Carmen. Quiero dejarlo». Se refería a otro hombre, no a mí. En esos instantes yo apenas era el taxista que trasladaba su cuerpo de su casa a un edificio gris de oficinas. Diez minutos después siendo el taxista, pero estoy donde estaba ella. Soy, digamos, su futuro distópico en un cuerpo distinto.

Desconozco los pormenores de la charla que mantuvo con su amiga. No sé nada de ese tal Juanpe, o si ella aún le quiere y pretende romper con él por motivos distintos. Su amiga, supongo, conoce todo el proceso. He de suponer que mantuvieron muchas charlas antes, y en base a eso hablaron hoy obviando datos conocidos por ambas, pero no por mí. Yo podría rellenar todos los huecos en blanco añadiendo mis propios supuestos: que no quiere verle porque su simple presencia ahondaría en un dolor que no está dispuesta a asumir. O tal vez el motivo fuera otro. La bicha de los celos, o el no querer quererle más porque su amor por él se disolvió hace tiempo como un azucarillo en leche fría. Lo único que sí comparto con terca exactitud es esa misma sensación de querer romper con alguien y no saber cómo. No es mi caso ahora, pero lo fue hace tiempo. No hace diez minutos, sino muchos más. Años, incluso. Pero ese yo de ahora embutido dentro del cuerpo en espíritu de aquella mujer me hace ponerme en su piel. Una piel sin tacto, liviana, anacrónica. Una piel que siente y padece.

La empatía era esto.

La literatura era esto.