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10 Jul 2020
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

De Cortázar al BOE

¿Lo recuerdas? Eran otros tiempos, cuando hacía propias letras de canciones como «y me envenenan los besos que voy dando y, sin embargo, cuando duermo sin ti, contigo sueño».

Aún no era tan joven como ahora, pero aprendí a quererte igual que en las películas, a escribir novelas dignas de unos pocos, y a buscar personajes en mi taxi.

El verbo cambió con los años. Pasamos de hablar en presente a hablar de futuro. Y cuando el futuro llegó para quedarse, volvimos de nuevo a un presente mucho más inmediato y terrenal. Y para mantener viva la llama del pasado, contratamos un buen plan de luz y gas e instalamos uno de esos calentadores modernos que hacen chispa y se encienden cada vez que abres la llave del agua caliente. Ya no nos emborrachamos como antes, ni dormimos a pierna suelta como antes, pero hemos ganado en sosiego.

Esto va del lenguaje a través de los tiempos. Ciertamente ya no hablamos de lo mismo. Nuestros temas, nuestro tono, la intención que sobrevuela, han cambiado. De aquella efervescencia de antaño al poso reposado en la barrica del recuerdo. De la seducción como arma al desnudo integral sin vergüenzas (ni mangas donde esconder un quinto As). Del maquillaje a las ojeras. De Cortázar al BOE.

Si era mejor lo de antes o es mejor lo de ahora parece una pregunta trampa. ¿Qué es mejor, el agua o el fuego? No hay respuesta posible. Porque no hay uña sin carne, ni noche sin día, ni domingos sin ti. Tampoco hay forma humana de saber localizar el epicentro de eso que llaman «felicidad», o cuál es la fórmula del éxito del amor eterno (cuando muera os lo diré). Estar juntos, supongo. Ver correr las horas a tu lado. Besar tus arrugas cuando surjan. Verte guapa más allá del físico (y reírnos juntos de los filtros de Instagram). Detalles livianos pero enormes, si lo piensas. La suma de vidas convertidas en una. Y asumirlo, claro.