PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

29 May 2020
Compartir

Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Diario de un escritor en cuarentena (Día 78)

Lo realmente difícil en este proceso de escritura sigue siendo mantener la constancia en un solo proyecto y matizo: escribir todos los días es un auténtico placer. Pero escribir siempre en torno a una sola «cosa» puede rozar la tortura.

Me refiero a no salirme de la línea prefijada. En estos dos meses largos (casi tres, dios santo) de estado de alarma, me he visto tentado cada día a dejarme llevar por cada exacto estado de ánimo o incluso, también, por los designios de la intuición creativa. Está siendo duro el confinamiento, lo reconozco. Y está siendo duro sentir cortadas las alas de mi taxi con todo lo que implica: la sensación de libertad de movimientos, el azar, las charlas casuales con desconocidos, la empatía. No descarto sacar mi taxi a pasear en los próximos días no tanto por necesidad (mi situación económica aún no es crítica), sino por nostalgia: echar tanto de menos mi vida de antes me va consumiendo por dentro.

Nostalgia, pero también documentación. Cabe recordar que la novela es un thriller protagonizado por un taxista en Madrid (una especie de alter ego de aquel Daniel canalla del pasado), y llevo tanto tiempo encerrado en casa que he llegado a olvidar detalles concretos de ciertas calles; y me gustaría mitigar mis dudas. Iré a la calle Tres Cruces, a Gravina, a Palma (tengo unas cuantas lagunas anotadas, pendientes de concretar in situ). Sin embargo, no ire a ciertos locales de dudosa reputación que también tengo en mis notas, en parte porque ahora están cerrados, pero también porque no me atrevo a decirle a mi mujer que, para documentarme, tendré que visitar varios burdeles. Reconozco, eso sí, que he escrito partes concretas de madrugada y con cinco cervezas de más porque el protagonista también se encontraba en estado de embriaguez. Quiero pensar que el lector notará cierta chifladura etílica en esos pasajes (nada forzada, por motivos obvios). No he vuelto a revisar esas partes que, dicho sea de paso, escribí del tirón. Tampoco las recuerdo, tengo lagunas, y es probable que cuando llegue el momento de releer y corregir la novela al completo, me sorprenda a mí mismo (tal vez para mal). En cualquier caso, seguramente tendré que retocarlo un poco y (desgraciadamente) sobrio.

A propósito de mi mujer: me ha propuesto que el protagonista de mi próxima novela podría ser un tipo aficionado al deporte y a la comida sana. Pero sigo sin verle la gracia: ¿A quién podría interesar un personaje así?

(99.500 palabras. Desde aquí puedo oler la redonda barrera de las 100.000. Seguiremos informando).