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17 Abr 2020
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Diario de un escritor en cuarentena (Día 36)

El manejo del ritmo es uno de los grandes escollos a los que ha de enfrentarse cualquier escritor de novela al uso.

Si hablamos, por ejemplo, del género thriller y su ritmo «trepidante», a menudo se consigue con capítulos muy cortos que terminan, todos ellos, con la trama muy abierta a excepción del capítulo final (o a lo sumo, los dos o tres capítulos finales). De este modo la cabeza del lector asimila mejor la información: la novela se convierte en un jugoso bistec ya cortado y dispuesto en el plato en fragmentos muy pequeños, fácil de masticar, pero, sobre todo, fácil de digerir. Fragmentar la novela en múltiples capítulos es un método realmente cómodo en lo referente al proceso de escritura y facilita bastante el siguiente proceso de corrección una vez finalizado el primer borrador. No es el único método, por supuesto. Pero sí el más efectivo.

La novela romántica y también la erótica, sin embargo, dependen más de los detalles. Su ritmo varía en función del zoom que se le aplique a cada parte de su trama: las escenas de cama suelen ser más trepidantes (y «palpables») y la parte ensoñadora o introspectiva del/ la protagonista, mucho más pausada. Lo mismo sucede, curiosamente, con el zoom de la novela histórica (sustituyendo «cama» por «guerra» e «introspección» por «contexto histórico»).

En cualquiera de los casos, al menos a mi juicio, la calidad de un escritor se mide por su capacidad de dotar a cada escena del ritmo justo en el momento apropiado, y que esta suma de momentos y de ritmos a su vez encaje en el conjunto sinfónico de la novela. Algo que sólo se consigue escribiendo mucho y leyendo mucho más. Y no siempre.

El ritmo, en fin, es mi mayor preocupación en estos momentos (tras más de un mes de proceso de escritura). Y si me preguntas si estoy consiguiendo el ritmo apropiado te diré, sinceramente, que no tengo ni la más remota idea. Y que temo que el texto se desboque, pero no puedo parar. No es el momento de arreglar eso. Parar ahora y revisar lo escrito sería malo para el ritmo, quiero decir. Porque el ritmo también se consigue a través de la constancia en el proceso de escritura. Si te sales de él, si te sales de la disco a mitad del baile, estás perdido.

(44.200 palabras dotadas, me temo, de un ritmo irregular que habrá que pulir más adelante. Seguiremos informando).