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20 Mar 2020
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Diario de un escritor en cuarentena (Día 7)

En pleno proceso de escritura febril, y rozando ya las 13.000 palabras, sufrí un pequeño contratiempo. Me dio la sensación de que la trama se quedaba coja, con flecos inconexos que olvidé resolver en su momento.

Recuerdo que hace años sufrí una especie de parón creativo motivado por las mismas circunstancias. Estaba en casa, escribiendo, y después de un par de horas frente a la pantalla sin una sola tecla que llevarme a los dedos, decidí sacar mi taxi en busca de ideas capaces de compensar esa cojera. Lo extraño del asunto fue que, poco después de salir del garaje, un hombre me mandó parar a pie de acera. Y digo que fue extraño porque el tipo no levantó el brazo para pararme, sino una muleta. Era un hombre cojo literal que apareció de la nada por mandato de las musas para equilibrar mi cojera literaria. El tipo tomó asiento a mi lado y me pidió que le llevara a la mutua de su empresa, para tramitar su baja. Por el camino me contó, pizpireto, la historia de su cojera. Una historia que, adaptada a la trama de mi libro, funcionaba realmente bien, igual que un puzzle de dos piezas. De modo que aquella cojera de mi libro fue a la postre compensada por la cojera real de aquel hombre.

Bien es cierto que en estos momentos no tengo el recurso de mi taxi para buscar historias (sigue en el garaje, en cuarentena). Sin embargo, y gracias al confinamiento, cuento con otro recurso de dimensiones cósmicas: la imaginación portentosa e inmaculada de mi hija de 5 años. Y para salir del embrollo estoy implementando un método ciertamente atípico que consiste en representar cada personaje de mi novela con cada uno de sus peluches. El protagonista, por ejemplo, estaría representado por su foca Floppy, y la antagonista principal por su perro pachón de nombre Luca. Y el caso es que, observando en secreto cómo mi hija interactúa con ellos, cómo hablan simulando tonos distintos de voz, cómo crea interacciones, he sacado un par de ideas que podrían funcionar. Ahora sólo toca adaptarlas y darle a la trama en su conjunto un nuevo barniz de verosimilitud.

(13.720 palabras en 7 días. Seguiremos informando).

Entradas anteriores:

Diario de un escritor en cuarentena (Día 1)

Diario de un escritor en cuarentena (Día 4)