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04 Nov 2019
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Taxi Driver (INT. NOCHE)

Soy taxista porque un taxi es el contexto perfecto para escuchar o decir frases capaces de cambiar el rumbo de la historia.

La culpa es del cine. Reconozco que sueño con la idea de que alguien, algún día, suba en mi taxi y me diga «Siga ese taxi» en referencia a otro, y persigamos, por ejemplo, al amor de su vida antes de tomar el próximo vuelo a Tombuctú. O persigamos al marido hasta pillarle in fraganti citándose con su amante a las puertas de un oscuro hostal de las afueras.

Sueño con hacer propicios los diálogos de Taxi Driver de Scorsese:

—¿Por qué quieres ser taxista, Bickle?

—No puedo dormir por las noches.

—Para eso están los cines porno.

—Sí, lo sé. Eso ya lo intenté.

(Reconozco también que a menudo, en momentos de tráfico desesperante, me miro en el espejo retrovisor de mi taxi y me digo «Are you talking to me?»).

O aquella impagable escena de mi serie favorita, Better Call Saul, cuando Mike, aquejado de una herida de bala en el hombro, monta en un taxi y le dice al taxista:

—¿Conoce la ciudad?

—Sí.

—¿Cuánto de bien?

Y en la siguiente escena aparece Mike en la trastienda de una veterinaria mientras el veterinario en cuestión (un tipo oscuro y taciturno) le cose la herida al tiempo que le ofrece calmantes para perros.

Ojalá alguien me pregunte algún día cuánto de bien conozco Madrid. Aunque reconozco que, a tenor de los lugares que hoy frecuento, me veo enseñando los mejores parques infantiles a ambos lados del Manzanares.