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18 Oct 2019
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Reportajes

Un viaje de ida al español

Jóel López

El escritor Hugh Hazelton, el hispanista Ian Gibson y la editora Beatriz de Moura cuentan su relación con un idioma como el español, que se convirtió, al final, en pieza fundamental de sus vidas

Aprender un idioma es un viaje. La naturalidad del aprendizaje, a veces, hace difícil ser consciente del periplo porque el hablante nace con la lengua. Pero cuando el punto de partida es otro, cuando la lengua es elegida y no otorgada, cuando la lengua se mezcla con otras, es entonces cuando el hecho de conocer esa lengua pasa de ser un proceso y se convierte en una aventura.

«Chicago tenía una presencia latinoamericana muy fuerte». Hugh Hazelton recuerda que su fascinación por el español y la cultura latina nace desde muy pronto en una ciudad propicia: «Me interesaba mucho la arqueología e historia de América Latina y leí libros sobre Bolívar y L’Ouverture». Este enamorado de la lengua como reto es poeta, una figura importante de la escena literaria hispanohablante en Montreal, donde reside, y trabaja ahora en una traducción de la obra de Oliverio Girondo. Estudió Literatura inglesa y francesa en Yale, pero siempre con el español en la cabeza: «Todavía me acuerdo de mis primeras lecturas de cuentos de Borges, Bioy Casares y Arreola». Un viaje de dos años por Latinoamérica hizo el resto.

La mezcla de sonidos ya es natural para la niña Beatriz de Moura. La luego fundadora de Tusquets Editores convive en su infancia con el español y el portugués en Brasil, donde nació: «Mis primeras palabras ya fueron bilingües y sin esfuerzo alguno, o eso me contaron más tarde». A esa naturalidad de aprender dos idiomas en la fase de crecimiento se unió el francés que De Moura comenzó a estudiar a partir de los ocho años.

La casualidad —y García Lorca— quiso que el irlandés Ian Gibson acabara siendo uno de los hispanistas más importantes y populares: «A los diecisiete años ingresé en el Trinity College, de Dublín, para iniciar una licenciatura en Literatura francesa. Había que elegir un segundo idioma romance y opté por el español». Este azar estaba cimentado en una atracción por España basada, entre otras cosas, en su interés por Doñana. «Yo era y soy muy ornitólogo», aclara. «Lo que quería, realmente, era escaparme de Irlanda y vivir en Francia». Pero aparece Lorca: «Habiendo investigado su asesinato, empecé con la vida, y no lo podía hacer a distancia; fue en 1978 y aquí sigo».

Cuando el viaje comienza en un punto diferente, las cosas también se ven con una perspectiva distinta. El español es percibido por estos exploradores de la lengua de manera coincidente, pero con matices. Beatriz de Moura asegura que lo más destacado del español es «la capacidad de ese idioma para adaptarse, sin perder del todo sus raíces». Unos orígenes que destaca Gibson: «El hecho de que, aparte del input latino, el principal, goza de un enorme léxico de procedencia árabe». Para el curioso hispanista irlandés, que a veces parece que mira el lenguaje como el apasionado ornitólogo que es, destaca «el carácter recio de las palabras en español».

Curiosamente, Hazelton abraza estas dos ideas, flexibilidad y riqueza, cuando es preguntado por lo que más le interesa del español: «Me encanta la enorme diversidad histórica del idioma y me fascina la influencia indígena que le ha llegado de tantos idiomas y la influencia de otros idiomas europeos en países como Uruguay y Argentina». Todo eso ha supuesto, para Hazelton, «un florecimiento de un vocabulario intrincado y un sincretismo lingüístico único». El poeta estadounidense culmina con un nuevo contraste de este lenguaje: «El español es un lenguaje muy racional, con reglas claras y una pronunciación casi completamente fonética».

Falsos amigos

Hazelton asegura que el español «tiene una riqueza interminable». «Nadie puede aprender totalmente un idioma, siempre hay más y más», dice Gibson. La expedición al español parece, así, un viaje de ida, como el que va hacia una utopía. Decía Galeano que nunca se alcanza, pero sirve para caminar hacia ella.

Y en ese viaje hay piedras y joyas que el caminante va encontrando. Gibson aún se sorprende con el lenguaje: «Son pequeños hallazgos que a mí me encantan». El último es la palabra escollo: «La veo por todas partes como alternativa a obstáculo». Resulta que viene de una piedra submarina, scopulus, peligrosísima para los barcos. «Cuando caí en la etimología, me hizo muy feliz», concluye Gibson.

El hispanista reconoce «haber empezado un poco tarde» a aprender español y por eso ha tenido varios obstáculos, o escollos, que superar: «Para los que nacemos con el inglés, los falsos amigos que son las palabras latinas compartidas dan lugar a errores espantosos. El más reciente es voluble, que en inglés significa que habla mucho. Yo los colecciono».

Hazelton también ha tenido varios escollos: «Por su semejanza a fork, me acuerdo haber pedido una horca en vez de un tenedor en un restaurante». Su torpe dominio del idioma al principio le llevó a la misma puerta del palacio presidencial en México sin saberlo. En este periplo por el lenguaje, físico e intelectual, Hazelton busca sus joyas en otros yacimientos: «Me gusta el lenguaje gauchesco y el lunfardo y me encanta la jerga de todos los países, regiones rurales y subculturas sociales».

Ser y estar

Gibson asegura que no es el mismo cuando habla en español: «Sigo siendo yo manejando el francés o el español, pero de otra manera». Y asegura que se siente «mucho más libre» cuando habla en español: «Me ayuda a ser más expansivo, más relajado». Beatriz de Moura no es de la misma opinión. La editora asegura: «Nunca he tenido esa sensación de proyectar una personalidad diferente en función del idioma». Sin embargo, Gibson añade: «El idioma (español) me ha ayudado a sentirme un poco más seguro de mí mismo, más suelto. ¡Y se lo agradezco!».

Hugh Hazelton cree que la personalidad no cambia, pero «después de mucho tiempo hablando y viviendo en el otro». Y aporta otro matiz: «También uno comienza a pensar y definirse en ambos, convirtiéndose en un tipo de mentalidad híbrida y bastante única». Una idea que eleva más allá de la lengua: «Es el mismo proceso para los inmigrantes, que llevan otro mundo paralelo en su mente. Uno tiene más vínculos a culturas y tradiciones literarias múltiples que una persona monolingüe». Sobre esa definición del hablante en función del idioma, De Moura tampoco lo centra todo en la influencia del idioma, ya que, según ella, «el ser humano es mucho más complejo que la lengua en la que se expresa». Gibson, sin embargo, reconoce que «la lengua que recibimos del entorno de nuestra infancia influye poderosamente en quiénes somos». Hazelton extiende esa idea cuando dice que «uno tiene que identificarse con el idioma y con su pueblo». El norteamericano cuenta que, a veces, escribe poemas directamente en español y asegura que algunos de ellos «tienen una perspectiva tan latinoamericana que fue difícil traducirlos al inglés». Ian Gibson asegura, en ese sentido, que «un idioma es toda una manera de ser y de estar en el mundo».

 

Ian Gibson: «España es un gran país en potencia»

Ian Gibson

Autor de varias obras sobre Lorca, la última de ellas un cómic, y sobre figuras como Machado o Buñuel, Ian Gibson realizó su primer viaje a España en 1957. Ahora ha publicado un libro, Aventuras ibéricas, recordando esa experiencia, entre otras: «La España posfranquista es diferente en muchos aspectos de la España de la dictadura, pero el cambio profundo que yo quisiera se está demorando». Y añade que «cuarenta años de régimen autoritario son muchos años en la vida de la gente». Sin embargo, Gibson cree que «España es un gran país en potencia; culturalmente, me refiero, pero no la tenemos todavía». Y pone el foco en la educación, pide un gran pacto político en torno a ella y se pregunta: «¿Cuánta gente lee una novela en catalán fuera de Cataluña? Me imagino que casi nadie». Y concluye: «Eso es un empobrecimiento, un no explotar lo que tenemos; sería bueno que el Estado impulsara con energía el conocimiento de todos los idiomas de España».

 

Beatriz de Moura: «Lo que distingue al escritor es el talento»

Beatriz

Fundadora, junto a su marido Óscar Tusquets, de la editorial Tusquets Editores en 1969, de Moura ha publicado durante décadas algunas de las historias más importantes de la literatura contemporánea. Retirada de la primera línea de la edición, reflexiona sobre la importancia del idioma en la obra de un autor: «El talento de un escritor no se define tanto por el modo de expresarse como por aquello que transmite a sus lectores». No cree que en este tiempo el español usado por los escritores y escritoras haya empeorado o mejorado: «Un verdadero escritor es siempre muy cuidadoso a la hora de expresarse; por eso precisamente se le reconoce como lo que es». Y matiza: «Lo que le distingue del montón de escribidores es el talento, que es innato; en cualquier arte se da el mismo fenómeno». De Moura insiste, tajante, en que «por mucho que se esfuerce el escribidor, jamás será un escritor a secas. Así de crudo. ¡El lector que elija!».

Hugh Hazelton: «Todo el mundo tiene acento, sobre todo en Montreal»

Pie

Escritor, profesor de inglés y español en la Universidad Concordia, de Montreal, Hugh Hazelton está convencido de que en Canadá el español es la tercera lengua más hablada del país: «No solamente es el idioma de más de medio millón de inmigrantes, sino que es el principal idioma extranjero enseñado en el país. Los vínculos entre Canadá y América Latina son cada vez más importantes». Y añade: «Todo el mundo tiene acento, sobre todo en Montreal». Cree que es «relativamente fácil» enseñar español en Norteamérica: «Hay una vasta red de enseñanza. La cantidad de programas en español, sobre todo en EE. UU., es gigantesca y también es la primera lengua de partida de la traducción en EE. UU.». Hazelton cree que «lo irónico en todo eso es que hay mucha gente que escribe sobre Latinoamérica y su cultura sin residir allá».

 

Este reportaje sobre el viaje al español es uno de los contenidos del número 4 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras.
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