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11 Ene 2019
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Reportajes

Todos, todas, todes, todxs, tod@s…

Víctor Núñez Jaime

La polémica del ‘lenguaje inclusivo’ se desata en los países hispanohablantes. En casi todos ellos se está intentando establecer una ‘equidad lingüística’

Hace casi diez años, cuando empezaron a cantar para los niños, los integrantes del grupo argentino Canticuénticos se propusieron alcanzar el éxito basándose en «hablar el lenguaje de los chicos». Con sus tonadas «provincianas», al ritmo de folclore argentino y latinoamericano, mezclaron creatividad, humor y emociones para soltar las riendas de la imaginación del público infantil. A la sucesión de varios conciertos en su país le siguió el traspaso de fronteras, en forma física y virtual, y hoy son una referencia musical infaltable entre los críos del Cono Sur del continente americano. No obstante, su disco más reciente (¿Por qué, por qué?), el cuarto en su carrera musical, ha despertado el interés de un público más amplio, dado que contiene dos temas que enarbolan el uso del ‘lenguaje inclusivo’ (y el «poder neutralizador» de la e) que en los últimos meses ha sido objeto de debate en varios países hispanohablantes.

«Juntes hay que jugar», este sexteto originario de Santa Fe (Argentina) canta: ¿Quién dijo que los juguetes son de nene o nena? / Si vamos a vivir juntes, juntes hay que jugar. El impulso de la inclusión y la igualdad se refuerza en el disco, además, con una canción de cuna titulada ‘¿Qué ve le bebé?’ y, en ambas melodías, la sustitución de la a y la o por la e no suena forzada. Según Ruth Hillar, vocalista del grupo y compositora de estas canciones, «los chicos hacen suyas con mucha naturalidad estas palabras y esta forma de hablar. Bueno, hasta que a algunos en la escuela les dicen que así no se habla y entonces comienza la confusión».

Hillar también es profesora de música, madre de tres hijas y una observadora atenta. «Una canción nuestra nace de buscar empatizar con las infancias actuales, sobre todo no subestimándolas, dirigiéndonos a ellas no en forma ñoña, sino como seres plenos que ayudarán a mejorar la sociedad», afirma sobre su actividad creativa. «Los chicos de hoy muestran una apertura tremenda y, si podemos contribuir a mejorar las relaciones sociales a través del arte musical, pues ¡bárbaro! ‘Juntes hay que jugar’, por ejemplo, es una canción para pensar en la inclusión y en la igualdad de derechos entre todos los géneros, y ojalá ayude a potenciar la sensibilidad en la infancia». El vídeo de esta canción, colgado en
YouTube en abril de este año, lleva miles de visionados hasta la fecha, pero la novedad de utilizar la palabra juntes ha dividido a sus receptores que, la mayoría en forma anónima, han dejado decenas de comentarios opuestos en ese sitio de Internet.

Una geografía más amplia

Pero la discusión en torno al ‘lenguaje inclusivo’ tiene lugar en una geografía más amplia y diversa. Con el auge de los movimientos sociales que pretenden cambiar los paradigmas de convivencia en beneficio de las mayorías al encausar los cambios políticos, económicos y culturales (en constante aceleración desde el inicio de este siglo), en casi todos los países hispanohablantes se ha intentado establecer una ‘equidad lingüística’. Hasta ahora, son sobre todo las feministas y sus principales aliados (estudiantes, partidos políticos emergentes, medios de comunicación, líderes de opinión, celebridades) quienes encabezan el deseo de asentar unas nuevas relaciones lingüísticas cambiando o adaptando algunas palabras y las formas de dirigirse a todos los componentes de la sociedad.

Los Canticuénticos no son los únicos que han reavivado la controversia del uso del lenguaje inclusivo en Argentina, pues recientemente el tema se desplazó a un asunto menos artístico. El pasado mes de junio, cuando la discusión de la reforma de la ley del aborto estaba en pleno auge en el país sudamericano, la portavoz de un grupo de estudiantes adolescentes de Buenos Aires que cerró su instituto «como forma de presión para actualizar una ley obsoleta, que no toma en cuenta las características actuales de la sociedad», habló con un reportero del canal de televisión TN y, de manera natural y fluida, expresó ante la cámara y el micrófono: «Si algunes docentes quieren venir, está la posibilidad. El reclamo no es contra la institución, sino para visibilizar el reclamo de les estudiantes para que salga el proyecto de ley. Hay poques diputades que están indecises y queremos mostrarles que a nosotres no nos va a pasar por al lado que decidan que sigan muriendo mujeres o frenar eso y legalizar el aborto».

La alumna también anunció que ella y sus compañeros tenían la intención de promover actividades de Educación Sexual Integral y contra la violencia de género. Añadió que pensaban reunirse «con les padres de la comunidad educativa de les alumnes» del instituto para sumarse a una marcha federal por la legalización de la interrupción «segura y gratuita» del embarazo y que «les cuerpes gestantes» harían una vigilia frente al Congreso de los Diputados. El vídeo de ese fragmento de la entrevista televisiva no tardó en hacerse viral a través de las redes sociales y, como era de esperar, se desataron las opiniones a favor y en contra «de la utilización de ese vocabulario».

«La forma de hablar de esta chica es el resultado de un proceso social de lucha por la igualdad de los derechos entre el hombre y la mujer. Los adolescentes son una comunidad muy activa en el compromiso que asumen en distintas causas y por eso son uno de los grupos que más lo incorporan», explica Santiago Kalinowski, director del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la Academia Argentina de Letras.

El escritor Martín Caparrós, que vive en España desde hace un lustro pero se encontraba de visita en su país natal mientras se suscitó la polémica, cuenta que le ha sido inevitable reflexionar al respecto. «En primer lugar, decir lenguaje inclusivo supone que otros lenguajes no lo son. Según me di cuenta, en Buenos Aires lo está utilizando un sector acotado: chiques urbanes, menores de 25 años, de clase media, tirando hacia la izquierda o alguna forma de la modernidad», comenta el autor de Valfierno (Planeta).

«Se puede discutir: la idea de que los géneros no son dos sino infinitos o ninguno, según cómo se sienta cada quien, es mucho más radical que decir todes. Y entonces ya no hay que debatir cómo se enuncian los plurales, sino si corresponde o no definir el género de lo que se nombra, si de verdad son incontables. Yo preferiría mantener las terminaciones clásicas en a y en o, porque las terminaciones en e me suenan a rayos, a chiste malo. Detesto tener ese oído conservador, pero ¿qué es un idioma sino la conservación y uso de un conjunto de signos acordados, recordados?», se pregunta a sí mismo Martín Caparrós.

Quizá también habría que averiguar si el origen de esta cuestión reside en que nuestro idioma es sexista. «Las lenguas no discriminan, aunque sí puede hacerlo el discurso y sí pueden hacerlo los hablantes», señala la lingüista Virginia Bertolotti, miembro de la Academia Nacional de Letras de Uruguay.

Esta investigadora, especialista en el español rioplatense, se ha ocupado últimamente de analizar algunas de las «guías de lenguaje inclusivo» elaboradas por gobiernos e instituciones (de su país y de otros países hispanohablantes) destinadas, sobre todo, a no discriminar a las mujeres y a ser políticamente correctas. Se trata, dice ella, de documentos que «promueven dos mecanismos: marcar la existencia de dos sexos o bloquear la posible referencia a entidades sexuadas. Estas recomendaciones parten del supuesto de que la expresión morfológica del género gramatical masculino implica la no inclusión en la interpretación de la referencia a personas de sexo femenino y suponen aceptar que la gramática de una lengua (en este caso la forma de los artículos) determina nuestra visión del mundo. Sin embargo, no hay acuerdo, por lo menos entre los lingüistas, en que esto sea así».

Entonces, si la gramática no se modifica con facilidad a través de la planificación lingüística, ¿por qué las administraciones estatales realizan este tipo de recomendaciones? «Porque no suelen intentar imponer nuevas formas sino tan sólo elegir una entre dos formas ya existentes que están en competencia», responde Bertolotti. «Las instituciones escogen entre dos formas la que consideran más adecuada, y lo hacen, en general, con criterios sociales, estéticos, pero que poco suelen fundarse en criterios estrictamente gramaticales o léxicos. Digamos, de paso, que la historia de las lenguas nos enseña que estas recomendaciones tienden a fracasar, porque ninguna institución puede tener control absoluto sobre la libertad lingüística de los hablantes», abunda la también profesora del Departamento de Medios y Lenguajes del Instituto de Comunicación de la Universidad de la República, quien sostiene, además, que «nos encontramos frente a un ‘español de laboratorio’ que busca ser convertido en normas y que se da en ámbitos muy reducidos, principal, aunque no exclusivamente, en la administración del Estado».

La RAE informa

Al respecto, en marzo de 2012 el académico de la Real Academia Española (RAE) Ignacio Bosque escribió un largo informe (suscrito por 26 académicos de número y siete correspondientes) en el que sostiene que, si bien existen usos verbales sexistas, las recomendaciones de dichas guías gubernamentales e institucionales («la mayoría escritas sin la participación de lingüistas») difunden usos ajenos a las prácticas de los hablantes, conculcan normas gramaticales, anulan distinciones necesarias y obvian la realidad de que no hay discriminación en la falta de correspondencia entre género y sexo.

«Un buen paso hacia la solución del ‘problema de la visibilidad’ sería reconocer, simple y llanamente que, si se aplicaran las directrices propuestas en estas guías en sus términos más estrictos, no se podría hablar. Mucho me temo, sin embargo, que las propuestas no estén hechas para ser adaptadas al lenguaje común», especifica en su texto el profesor Bosque. «Se aplicarían, pues, a los textos legales o administrativos (lengua escrita) y a los discursos públicos, las declaraciones, las ruedas de prensa y otras manifestaciones de la lengua oral. Dicho de una manera más clara: se ve como algo enteramente natural que la autoridad, el responsable o el gestor que desdobla usuarios y usuarias o ciudadanos y ciudadanas se olvide de su desdoblamiento cuando ya no esté delante de un micrófono o de una cámara».

Muchas veces el galimatías se produce por no ser conscientes de que la lengua no es la realidad, sino una representación de la realidad. Así lo explica el periodista y ensayista español Álex Grijelmo, autor de libros como La gramática descomplicada (Taurus) o Palabras de doble filo (Espasa), que ejemplifica su razonamiento: «Si cuento que ‘en el concurso de belleza de las fiestas participaron veinte jóvenes’, quien me escuche pensará en veinte mujeres a pesar de que no hay marca de género en ese mensaje. Sin embargo, si escribo ‘entre solo tres policías detuvieron a los diez terroristas’, en la palabra ‘policías’ se habrá visto a tres hombres (lo mismo que solo habrá varones en la palabra ‘terroristas’), aunque tampoco se ofrezca ninguna pista gramatical al respecto. Esto sucede por la influencia de la realidad en la percepción de las palabras que la representan: abundan los concursos de belleza femenina, hay más policías varones que policías mujeres y son escasas las terroristas. Cuando la realidad cambie, esas mismas palabras representarán la realidad cambiada. Es la realidad la que cambia la lengua«.

La alternancia política

En nuestros países, lo más frecuente es que el intento de introducir canjes lingüísticos en la sociedad suela estar ligado a la alternancia política en sus regímenes gubernamentales. Cuando en el año 2000 Vicente Fox ganó las elecciones presidenciales que ‘derribaron’ 70 años de dictablanda del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en México, el político instó a sus colaboradores a que el cambio encabezado por él también se notara en el habla cotidiana. «Dirijámonos a las y los ciudadanos, sin olvidarnos de los chiquillos y las chiquillas. Dejemos de decir ‘discapacitados’ y utilicemos ‘personas con capacidades diferentes’. No digamos que nuestro abuelo es un ‘viejo’ o un ‘anciano’, sino un ‘adulto en plenitud’», recomendaba. Dieciocho años después, en el país norteamericano poco queda de esa ‘corrección expresiva’ y quién sabe si en su territorio se revivan este tipo de planteamientos, pues hasta el momento el presidente, Andrés Manuel López Obrador (presidente de México desde el 1 de diciembre de 2018), no se ha pronunciado al respeto.

Desde el día en que en Argentina Cristina Fernández de Kirchner y en Chile Michelle Bachelet fueron elegidas presidentas, se intentó dar una «mayor visibilidad a las mujeres» a través del lenguaje. Pero, en general, el esfuerzo en ambas naciones se limitó elaborar algunas guías gubernamentales e institucionales de ‘lenguaje incluyente’, a un simple desdoblamiento (los y las) utilizado en los discursos, a la especificación profesional (jueza, ingeniera) y a la esporádica escritura de lo que algunos llaman ‘signos de inclusión’ (la equis y la arroba: todxs, tod@s), elementos que, en varias ocasiones, fueron calificados de ‘concesiones demagógicas’. No obstante, ha sido en los últimos meses cuando en Chile se ha popularizado el término compañere (debido a la influencia del movimiento feminista) y cuando Michelle Bachelet, ahora expresidenta de su país y nueva Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, se ha animado a sumarse a la utilización de ‘la e neutralizadora’.

El pasado mes de junio, Bachellet felicitó a Sujey Jara, la joven de 19 años que ganó 57.000 dólares en la versión chilena del concurso Pasapalabra. Ambas se habían conocido tres meses antes, cuando Jara, que ha podido compatibilizar su reciente maternidad con los estudios, obtuvo la mejor nota a nivel nacional en la prueba de acceso a la Universidad, lo que le permitió empezar a cursar gratis la carrera de Psicología. Al enterarse del triunfo televisivo de «la chica que encarna un estupendo caso se superación», la expresidenta se encontraba de viaje en Vietnam y, a través de su cuenta de Twitter, le envió un abrazo y la puso como «ejemplo para les chiquilles».

A la ristra de comentarios de personajes públicos (y anónimos) a través de los medios de información y de las redes sociales, le siguió la broma del actual presidente de Chile, Sebastián Piñera, al saludar a los asistentes a un acto encabezado por él en la Región del Biobío. Después de mencionar a las autoridades locales, el sucesor de Bachellet añadió: «y para estar acorde con los tiempos, saludo también a todas, a todos y a todes, como se dice ahora». La frase, simplemente, produjo algunas risas entre el público.

Las feministas y sus principales aliados (estudiantes, partidos políticos emergentes, medios de comunicación, líderes de opinión…) intentan asentar unas nuevas relaciones lingüísticas

En Colombia, después del reclamo de un diputado del Polo Democrático (oposición), en diciembre del año pasado un juez le ordenó al alcalde de la capital, Enrique Peñaloza, que cambiara el lema de su administración, ‘Bogotá para todos’, por ‘Bogotá para todos y todas’. Durante el proceso judicial que no tardó en iniciarse, el alcalde alegó que «la RAE ha manifestado que este tipo de desdoblamientos son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista lingüístico» y que, además, agregarle otra palabra al lema «supondría un alto, e innecesario, coste económico».

Pero de nada sirvió, y el juez le dio 20 días para ‘arreglar’ la frase en vallas, carteles, productos de merchandising y prendas de los empleados del Ayuntamiento, y, de paso, también dictaminó que la Alcaldía debe utilizar la expresión ‘concejales y concejalas’ en todos
sus documentos y actos oficiales. El colectivo feminista de la ciudad aplaudió la decisión de «cumplir con el lenguaje incluyente, porque lo que no se nombra no existe», mientras que el escritor Héctor Abad Faciolince resaltó que «ahora son los jueces los que pretenden decirnos cómo hablar. Ahora resulta que Peñalosa deberá decir que persigue a los atracadores y a las atracadoras, a los ladrones y a las ladronas, a los violadores y a las violadoras».

Un año antes, en 2016, el gobierno federal de Colombia tuvo que volver a redactar el texto original del Acuerdo de Paz con las FARC, pues no incluía expresiones como ‘ninguno/ninguna’, ‘colombianos/colombianas’ y ‘ciudadanos/ciudadanas’ que el grupo guerrillero consideraba ‘imprescindible’ estipular en el documento.

Dice Andrés Burgos, escritor y lingüista de la Universidad Nacional de Colombia, que «puede que el español sea machista, pero no por sí mismo, sino porque es un producto cultural, así que si queremos que en el discurso haya equidad de género debemos empezar por transformar nuestra cultura machista». Y agrega que, si se utiliza el masculino genérico, es porque «es más simple, tanto en locución como en comprensión, decir ‘los niños colombianos son bonitos’ que decir “los niños y las niñas, colombianos y colombianas, son bonitos y bonitas, respectivamente’. Esta es una de las principales razones por las que el lenguaje incluyente no ha pegado ni pegará jamás: por simple economía lingüística».

La Constitución española

Cada tanto, el debate de la utilización del lenguaje inclusivo también se suscita en España, ya sea por la ‘feminización’ de algunos términos (miembra, portavoza), la intención de poner fin a la exclusión (todes), la toma de posesión de un cargo con un ‘guiño feminista’ al hablar de ‘Consejo de Ministras y Ministros’ o por pedirle a la RAE que ‘retoque’ la Constitución para que en ella se sientan representados tanto los hombres como las mujeres.

En julio, poco después de que el PSOE volviera al poder (gracias a una moción de censura con la que el Parlamento destituyó al Gobierno del PP condenado por corrupción) y formara un gabinete presidencial en donde las mujeres son mayoría, la nueva vicepresidenta y ministra de Igualdad, Carmen Calvo, solicitó a los académicos de la lengua un informe que determinara si la Constitución está redactada en un lenguaje que refleja al conjunto de la sociedad y qué fórmulas podrían modificarla en caso de que no fuese así.

El primero en reaccionar a la propuesta de la ministra Calvo fue el académico y escritor superventas Arturo Pérez-Reverte, quien amenazó en su cuenta de Twitter con abandonar la RAE si sus compañeros cedían a ‘reescribir’ la Carta Magna. Más tarde, en su columna dominical que publica en la revista XLSemanal, el autor de La Reina del Sur (Alfaguara), ofreció una amplia explicación sobre su postura: «resulta de lo más comprensible que el feminismo necesario, inteligente, admirable –el disparatado, analfabeto y folklórico es otra cosa–, se sienta a menudo encorsetado por las limitaciones de una lengua que, como todas las del mundo, ha mantenido a la mujer relegada a segundo plano durante siglos. (…) [Pero] pretender cambiar de golpe lo que a veces lleva centurias sedimentándose en la lengua, no es posible de un día para otro, haciéndolo por simple decreto como algunos pretenden. Y a veces, incluso con la mejor voluntad, hasta resulta imposible. Si Cervantes escribió una novela ejemplar llamada La ilustre fregona, ninguna feminista del mundo, culta o inculta, ministra o simple ciudadana, conseguirá que esa palabra cervantina, fregona, pierda su sentido original en los diccionarios».

Durante varios días, en la península ibérica ardieron las redes, rebatiendo o apoyando al escritor, y a punto estuvo también de hacerlo la institución, pues algunas de las ocho mujeres académicas de la RAE hicieron pública su opinión al respeto: «en los textos administrativos se puede hacer constar la presencia de la población femenina y recogerlo de una forma sensible. Si se empieza una conferencia con un ‘señores y señoras’, en otras situaciones también se puede marcar, de entrada, esa presencia femenina», expresó la catedrática de lengua española en la Universidad Autónoma de Madrid Inés Fernández-Ordóñez, académica de número desde 2011.

Por su parte, Darío Villanueva, exdirector de la Docta Casa, ve «muy difícil» cambiar la redacción de la Constitución española y sostiene que «el problema está en confundir la gramática con el machismo». El también ex rector de la Universidad de Santiago de Compostela explica que «las lenguas se rigen por un principio de economía, y el uso sistemático de los dobletes, como miembro y miembra, acaba destruyendo esa esencia económica. Las falsas soluciones, como las que proponen poner el e en lugar del o y el a me parecen absurdas, ridículas y totalmente inoperativas».

Quién sabe si al final España zanje el asunto con la misma solución que hace casi un año implementó Francia, cuando, después de un breve debate sobre la ‘escritura igualitaria’, el primer ministro galo, Edouard Philippe, ordenó la prohibición gubernamental del lenguaje inclusivo en los textos oficiales del Estado francés, pues «la incorporación de un sufijo femenino a un sustantivo masculino puede dificultar la comprensión del contenido». La única excepción, sin embargo, ha sido la relacionada con la publicación de convocatorias públicas de empleo, donde sí se incluye el masculino y el femenino «para evitar caer en una preferencia de género».

Mientras tanto, la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, se sumó a la ‘revuelta’ que ha desatado el lenguaje inclusivo en los países hispanohablantes desde el templete en el que se reivindicó el Orgullo Gay en la capital de España. La tarde del sábado siete de julio, la ex jueza cogió el micrófono en la Plaza de Colón y comenzó a dirigirse al público: «queridos, queridas, querides«. Los aplausos la interrumpieron y enseguida pronunció un discurso en el que exaltó la «existencia del tercer género» con la intención de «no excluir a nadie, sobre todo a las personas trans», pues este año se les dedicó a elles» la manifestación capitalina por la diversidad. «El amor y la felicidad debe ser para todos, todas y todes», concluyó emocionada aquella tarde la alcaldesa.

Perspectiva feminista

Esa ‘e neutralizadora’ también ha cobrado relevancia durante los últimos meses en Uruguay gracias al eco mediático del trabajo realizado por las ocho profesoras que integran el Colectivo DiverGénTe (Diversidad, Género y Transversalidad Educativa), un «proyecto educativo y sociocultural que, dentro de los centros de enseñanza secundaria, aborda problemas de género, discriminación y diversidad en su más amplio espectro» y que, bajo esta premisa, imparte talleres a estudiantes adolescentes, profesores y trabajadores del sector educativo.

Hace poco más de un lustro, este grupo de mujeres docentes del Liceo Bauzá de Montevideo descubrieron que, en las distintas asignaturas que enseñaban, todas ellas compartían la misma visión educativa: «el respeto de los derechos desde una perspectiva feminista para intervenir y empoderar a la diversidad que conforma nuestra sociedad». Así que, para hacerse notar, se organizaron en una ‘plataforma transversal’ que pudiera ‘contagiar’ a otros institutos de la ciudad «y del país entero, ¿por qué no?», suelta Carolina Raimondo, una de las profas (como se llaman a sí mismas) del Colectivo DiverGénTe, quien al igual que sus compañeras suele utilizar la x en sustitución de la o y la a en sus documentos, evita las palabras alumno, profesor, maestro, vecino y niño «porque estas solo representan a los varones» y las cambia por alumnado, profesorado, magisterio, vecindad e infancia.

Raimondo (galardonada con el Premio Iberoamericano de Educación Igualitaria) dice que la labor del Colectivo responde al pedido que hacen los estudiantes para que se generen cambios en el lenguaje y se vuelva cada vez más inclusivo. «Son ellos los que lo reclaman. Yo no hablo con la e, como proponen algunos adolescentes, y a veces los chiquilines me dicen «profesora ¿por qué usted no dice alumnes?», y yo les contesto que decir lo puedo decir, pero que a nivel formal no corresponde. Pero es verdad que, si ellos lo escriben en los exámenes, lo aceptamos como bueno».

Ante esta situación en la que se han visto envueltos nuestros países, María del Carmen Horno Chéliz, profesora de Lingüística General en la Universidad de Zaragoza (España), reconoce que el uso constante de doblar los sustantivos, como muchos gobiernos, instituciones y colectivos sociales recomiendan, requiere de una persistencia y una consciencia que difícilmente puede perdurar en el tiempo. «Por tanto, doblar va a convivir, muy probablemente, con los usos genéricos. Esto es, a veces diremos las ministras y los ministros y otras veces diremos los ministros para referirnos a un grupo igualmente mixto. Es que hemos llegado a un aparente callejón sin salida: si doblamos, nos excluimos. Si no lo hacemos, no visibilizamos nuestra presencia. Tal vez la respuesta esté en utilizar soluciones más imaginativas» propone Horno Chéliz para superar el debate.

«En la lengua cotidiana doblemos con mesura, usemos el femenino como genérico en los contextos en los que las mujeres seamos mayoría y hagamos explícito el uso no genérico del masculino (‘los trabajadores hombres’) para reivindicar nuestro lugar en el uso genérico. En los textos legales, seamos cautos con las implicaciones de los usos lingüísticos. Y, sobre todo, conozcamos las posibilidades reales del sistema. Solo así podremos usarlo como un arma eficaz». Pero, sobre todo, subraya la profesora, «dejemos libertad a los hablantes para decidir qué terminación utilizar y que sea, como siempre, el tiempo el que dicte sentencia».

 

El mundo hispanohablante

La polémica del ‘lenguaje inclusivo’ en el mundo hispanohablante

Argentina

El pasado junio, mientras se discutía en el Congreso la reforma a la Ley del aborto, una estudiante habló para un canal de televisión utilizando de manera natural y fluida expresiones de «lenguaje neutro», como diputades indecises, nosotres les estudiantes o les cuerpes gestantes y en el país sudamericano se empezó a discutir «la utilización de ese vocabulario». Ahí, además, un grupo de música infantil ha incluido en su nuevo disco dos canciones «para promover la inclusión y la igualdad»: «Juntes hay que jugar» y «¿Qué ve le bebé?».

Colombia

En diciembre del año pasado, un juez obligó al alcalde de Bogotá, Enrique Peñaloza, a cambiar el lema su administración, «Bogotá para todos», por «Bogotá para todos y todas». Después de un rápido proceso judicial, el regidor tuvo 20 días de plazo para «arreglar» la frase en vallas, carteles, productos de merchandising y prendas de los empleados  del Ayuntamiento.

Chile

En junio, poco después de dejar de ser presidenta, Michelle Bachelet felicitó a una chica que ganó 57.000 dólares en la versión chilena del concurso Pasapalabra y la puso como «ejemplo para les chiquilles». Días más tarde, el actual presidente de Chile, Sebastián Piñera, empezó un acto público refiriéndose a «todas, todos y todes, como se dice ahora», y cosechó así algunas sonrisas.

España

El nuevo gobierno (PSOE), en el que hay más ministras que ministros, pidió a la RAE un informe que determinara si la Constitución está redactada en un lenguaje que refleja al conjunto de la sociedad y qué fórmulas podrían modificarla, en caso de que no fuese así. Mientras ocurría el debate en torno a este asunto, la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, aprovechó el día del Orgullo Gay para promover la integración de todes y hablar del tercer género, pues este año a elles estuvo dedicada la manifestación capitalina por la diversidad.

Uruguay

Desde Montevideo, las ocho profesoras de educación secundaria que integran el Colectivo DiverGénTe (Diversidad, Género y Transversalidad Educativa) encabezan con gran eco mediático el esfuerzo por establecer el «lenguaje inclusivo» en su país, a través de la impartición de talleres a estudiantes adolescentes, profesores y trabajadores del sector educativo sobre «problemas de género, discriminación y diversidad en su más amplio espectro».ç

 

La lengua no discrimina, solo responde a la economía del lenguaje

 

En su Historia de la Lengua Española (FRMP Ediciones), el filólogo Ramón Menéndez Pidal (1869-1968) señala que «los idiomas proceden a la simplificación» por lo que «la historia fonética de una lengua es, en suma, la de su proceso constante hacia la mayor brevedad y facilidad». En consecuencia, explica, «el uso del masculino genérico no tiene que ver con el machismo ni es un signo sexista sino un recurso que responde a la economía del lenguaje».

Con él coincide la lingüista Concepción Company Company, de la Academia Mexicana de la Lengua: «La gramática es totalmente aséptica». Por ello, la también investigadora del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México califica al lenguaje inclusivo como «antieconómico. No me imagino a un creador poniendo en sus obras “queridos compañeros y queridas compañeras”. (…) Lo que tenemos que modificar es la sociedad. Cuando las sociedades sean igualitarias, estoy segurísima de que los hábitos gramaticales se van a modificar».

El filólogo costarricense Cristian Fallas Alvarado, asesor de la Academia Costarricense de la Lengua, intenta ir más allá al afirmar que masculino genérico no es excluyente. Y pone un ejemplo: «la oración “los niños pequeños son muy indefensos” se refiere a mujeres y varones. En cambio, “las niñas pequeñas son muy indefensas” solo puede referirse a mujeres y, por tanto, quedan excluidos los varones. Así que como se puede ver, el masculino es el género inclusivo, y el femenino, el exclusivo», expresa con media sonrisa irónica.

 

 

Este reportaje sobre los lenguaje inclusivo es uno de los contenidos del número 1 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras, disponible para su compra en  nuestra web.