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11 Abr 2023
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Léxico

Pequeño manual de español urgentísimo para leer en el baño

Luis García Fernández / Félix Martín Gómez

Los lingüistas pudorosos pasan de puntillas por lo escatológico, pero un aprendizaje no estructurado da lugar a fatales errores cuando se emplean los verbos ‘mear’, ‘cagar’ y ‘morir’. Veamos los matices

Tarde o temprano, los estudiantes de una lengua extranjera quieren conocer las palabras malsonantes. Al igual que les ocurre a los niños, se sienten atraídos por el tabú y se ríen como de niños nos reíamos de los chistes de la serie caca, culo, pedo, pis. La mayor parte de las cuestiones que tiene que afrontar el profesor atañen al léxico y al nivel de uso, pero hay fenómenos gramaticales altamente interesantes que los lingüistas pudorosos no suelen abordar. Este pasar de puntillas por lo escatológico deja en manos del alumnado un aprendizaje no estructurado y da lugar a la comisión de fatales errores cuando emplean los verbos mear, cagar y morir. Como gramáticos, compartimos el pudor de nuestros colegas, pero, si don Luis de Góngora, el autor de «Mientras por competir con tu cabello», de «Menos solicitó veloz saeta» y de la Fábula de Polifemo y Galatea, se atrevió a escribir el soez poema «Qué lleva el señor Esgueva», un auténtico pozo negro, nosotros, al menos, podemos intentarlo.

Comencemos: si a alguien que pone muecas angustiadas, le preguntamos qué le pasa y nos contesta (1a), levantaremos una ceja, pero, si nos contesta (1b), levantaremos las dos:

1
a. Me estoy cagando.
b. Estoy cagando.

 

Se puede subrayar la diferencia añadiendo una oración subordinada temporal:

2
a. Tengo ideas geniales cuando me estoy cagando.
b. Tengo ideas geniales cuando estoy cagando.

 

La marcadísima diferencia de significado proviene de la presencia o ausencia del pronombre átono y gira en torno a uno de los grandes problemas de la gramática española: la forma se, elegida como representante de los clíticos concordantes. Estamos hablando en este caso de ese conjunto de pronombres (me, te, se, nos, os, se) que acompañan a los verbos en su conjugación, pero que no tienen una interpretación reflexiva.

En el caso de (1a), entendemos como interpretación más natural que el hablante siente ganas de ir al baño (más abajo hablaremos de bebés y niños pequeños; los dejamos aparte de momento). En cambio, en la versión sin me, (1b), lo que se entiende es que estoy en la realización del acto mismo. En el primer caso, tenemos un significado que podemos asociar a la voz media, es decir, al hecho de que al individuo denotado por el sujeto le ocurre algo, mientras que, en el segundo de los casos, el individuo denotado por el sujeto hace algo con cierto grado de control sobre el evento. Se entiende bien, por tanto, que decimos cosas muy diferentes.

Me estoy cagando significa lo que significa por la interacción del significado léxico del verbo (cagar), el clítico y el aspecto imperfecto progresivo (la perífrasis <estar + gerundio>), es decir, el asunto no es tan simple como afirmar que cagarse significa ‘tener ganas’ y cagar, ‘realizar el acto’. Por ello, con una forma perfectiva, el contraste cambia en parte:

3
a. Me cagué en el ascensor.
b. Cagué en el ascensor.

 

En el primer caso, (3a), lo que se dice es que lo que sucedió fue independientemente de mi voluntad, pero no significa únicamente que tuviera ganas, sino que el evento efectivamente tuvo lugar. En cambio, en (3b), el evento también tuvo lugar, pero se entiende que sucedió de manera voluntaria. Por lo tanto, la presencia del pronombre átono no implica necesariamente que se tengan ganas de, sino que lo que sucede es independiente de la voluntad del individuo denotado por el sujeto. Por lo tanto, el significado de ‘tener ganas» de (1a) no está codificado en cagarse o mearse, sino que nace del cruce de varios factores, de modo parecido a lo que sucede con morirse. Obsérvese, en efecto, que la diferencia entre (4a) y (4b) es análoga a la diferencia entre (5a) y (5b). En (4a) y en (5a) se habla de la fase preparatoria de un evento, lo que sucede cuando un predicado puntual aparece en progresivo:

4
a. Se está muriendo.
b. Se ha muerto.
5
a. Se está meando.
b. Se ha meado

 

El hecho de que la forma con clítico exprese un evento involuntario no es un fenómeno específico de esta construcción, sino que es un modo sistemático de expresar en español la falta de voluntad. Existen en español varias maneras para expresar la falta de voluntad, que recogemos, naturalmente solo en parte, en (6). Una de ellas, léxica, consiste en incluir la locución adverbial sin querer, por ejemplo, como en (6a), y otra, gramatical, introducir un pronombre átono, como en (6b):

6
a. He roto el jarrón de tu madre sin querer.
b. Se ha roto el jarrón de tu madre.

 

pis

El ejemplo de (6b) es lo que la gramática tradicional llamaba un caso de se medio y la relación entre (6a) y (6b) se suele llamar actualmente alternancia anticausativa porque se pasa de una estructura causativa, donde el sujeto se interpreta como causa, a otra en la que el sujeto se interpreta como experimentante u objeto afectado. Es un esquema sintáctico muy común en español; las segundas oraciones de los ejemplos de (7) son también medios o anticausativos:

7
a. Juan enamoró a María. María se enamoró.
b. El viento secó la ropa. La ropa se secó.

 

Los verbos que entran en esta alternancia denotan un cambio psicológico, como enamorar en (7a) o uno físico, como secar en (7b). Se puede observar en ambos casos que la regla toma un verbo transitivo con un sujeto que se interpreta como causa, inserta la forma se y el complemento directo pasa a sujeto.
Menos estudiados han sido los verbos transitivos que toman se, pero que conservan el complemento directo, como en los siguientes ejemplos:

8
a. Me he cortado un dedo pelando patatas.
b. Me he manchado la cara con la pintura.

 

Hay, entonces, un patrón común en los ejemplos que nos ocupan y que agrupamos en (9):

9
a. Me estoy cagando.
b. Me he enamorado de María.
c. Me seco con este calor.
d. Me he cortado un dedo pelando patatas.

 

Todas las construcciones de (9) comparten dos propiedades: por un lado, el clítico (me, en estos casos) ha de presentar los mismos rasgos de persona y número que el sujeto (primera persona del singular) y, por otro, el sujeto se interpreta necesariamente como un objeto afectado o un experimentante: algo o alguien al que le pasa algo, y no como un agente. Así, en (9a), lo que me pasa, las ganas de ir al baño, es independiente de mi voluntad; en (9b), no tengo control alguno sobre el enamoramiento (y esto es parte del encanto), de la misma forma que en (9c) pierdo agua por efecto del calor. En (9d), me corto por accidente y algo muy distinto se diría añadiendo una oración final, que exige una voluntad: Me corté el dedo para cobrar el seguro.

A la vista de estos datos, podría resultar tentador establecer la siguiente generalización: si es involuntario, lleva se (o me, te, nos, os). Esta es una buena regla para los estudiantes, pero, como casi siempre en gramática, no es todo…

En efecto, estos verbos que estamos estudiando se usan, con pronombre átono, a menudo de forma hiperbólica o metafórica, lo que sucede también con el verbo morir; es decir, Me cago de miedo, Me meé de risa o Me muero de hambre son todas expresiones hiperbólicas en las que lo que se quiere decir es que se siente una sensación extrema ocasionada por el sentimiento o emoción que se menciona en el complemento preposicional. En todos estos casos, la variante no pronominal (#Cago de miedo, #Meé de risa, #Muero de hambre) no es adecuada, al menos, en español estándar peninsular para expresar, respectivamente: ‘Siento mucho miedo’, ‘Me reí mucho’ o ‘Tengo mucha hambre’. Los tres ejemplos no son, sin embargo, exactamente iguales; los ejemplos como Cago de miedo y Meé de risa son extraños; Muero de hambre no lo es. Obsérvese a este propósito que, si digo una oración como la propuesta en (10a), puedo entender que los excursionistas pasaron mucha hambre o que, en efecto, murieron de inanición. Por el contrario, en (10b), entendemos únicamente que murieron por falta de alimentos.

10
a. Los excursionistas se murieron de hambre.
b. Los excursionistas murieron de hambre.

 

Este tipo de construcciones hiperbólicas con los verbos cagarse, mearse y morirse funcionan como correlatos cuantificados de las correspondientes versiones con el verbo tener, sentir u otros. Nótese que (11a) y (11b) son prácticamente sinónimas, pero cuantificamos de maneras diferentes. En la primera lo hacemos mediante un cuantificador indefinido (mucha), mientras que en la segunda lo hacemos a través de la hipérbole con el verbo morir. Es lógico, por tanto, que la presencia de ambas fórmulas (el cuantificador y la hipérbole) sean incompatibles entre sí por redundancia, como podemos observar en (11c):

11
a. Tengo mucha hambre.
b. Me muero de hambre.
c. *Me muero mucho de hambre.

 

La hipérbole como mecanismo de cuantificación con los verbos cagar, mear y morir en sus versiones pronominales está sujeta a dos interesantes cuestiones a tener en cuenta: la combinatoria de dichos verbos con determinados complementos encabezados por la preposición de y la variación dialectal, que permite en determinadas variedades del español unas formas y las impide en otras. Empecemos por la combinatoria en español de
España.

De los tres verbos, mear es el que presenta más restricciones a la hora de tomar a su derecha un complemento; obsérvese que es, si se nos permite, el menos «brutal». De hecho, únicamente acepta combinarse con de risa. Por su parte, cagar puede seleccionar un abanico algo mayor de complementos, caracterizados todos ellos por denotar causas que se interpretan como emociones negativas, frente a mear que, como vimos, toma una experiencia culturalmente entendida como positiva, como es la risa. En ambos casos, parece existir una relación entre reacciones puramente fisiológicas y las causas que las provocan: la risa, el miedo, el susto, etc. Finalmente, morir permite una red combinatoria mucho más productiva. Podemos morirnos de miedo, de vergüenza, de pena, etc. El cuadro 1 —sobre estas líneas— trata de sistematizar las posibilidades permitidas por los tres verbos analizados.

En determinadas variedades americanas, las cosas son algo diferentes y, por ejemplo, en Argentina y en Perú son posibles otras combinatorias:

12
a. […] y, cuando lo cuento, igual me cago de risa (CORPES, Carrera y Fracasí, Argentina, 2004).
b. Solo me cago de risa de cómo hablas (CORPES, La lluvia del tiempo, Perú, 2014).
c. Y me cagué de hambre en el asadito (CREA, 2002).

 

Además, los verbos mearse y cagarse pueden verse, así mismo, acompañados de dos adjuntos en los que merece la pena detenerse: vivo y encima. El primero de ellos es el adjetivo vivo que concuerda en género y número con el sujeto y funciona como complemento predicativo. Nos referimos a ejemplos como (13):

13
Me cago vivo.

 

A nuestro juicio, esta expresión tiene como origen la expresión quemar a alguien vivo. Este tipo de muerte es especialmente cruel e infringe un dolor extremo a la persona quemada. De ahí, pensamos, se extendió para expresar una situación intensa; Goya le escribe a Zapater en 1781: «en acordarme de
Zaragoza y pintura me quemo vivo».

Esta fórmula para denotar intensidad extrema no está disponible en cualquier contexto, sino que queda restringido a una reducida cantidad de combinaciones preferidas o colocaciones. O, dicho de otra manera, podemos cagarnos vivos, mearnos vivos o jodernos vivos, pero no #marearnos vivos o #atragantarnos vivos.

Nos referiremos ahora al adverbio encima —el segundo complemento adjunto al que nos referimos anteriormente—. Vamos a introducirlo al mismo tiempo que ponemos como sujeto un SN que denote un humano de corta edad que puede o no controlar sus esfínteres. Si comparamos las oraciones de (14), en (14a) tenemos el significado que ya conocemos: el niño tiene la sensación de tener ganas de mear, además del literal de la perífrasis de gerundio: el niño está meando; ello se debe a que, si damos por supuesto que el individuo denotado por el sujeto es incapaz de controlar estos actos, perdemos la diferencia entre la secuencia con clítico y sin clítico. En el caso de (14b), lo que se dice únicamente es que lo está haciendo en este momento de manera no controlada, pero efectiva, y ello es debido a que la presencia del adverbio encima obliga a interpretar que la acción se está haciendo sobre alguien:

14
a. El {bebé / niño} se está meando.
b. El {bebé / niño} se está meando encima.

 

muerte

En efecto, si introducimos un segundo clítico, como vemos en (15a), ocurre algo muy curioso y es que cambia el individuo sobre el que se hace la acción; encima es un adverbio que relaciona locativamente dos entidades: en (15b) el niño se está meando encima de sí mismo, mientras que en (15a) emergen dos lecturas: la más inmediata es que el niño está meando encima del hablante y la segunda, algo menos intuitiva, es que el niño se está meando sobre sí mismo y lo que expresa el hablante con el clítico me es su afectación o interés en el evento.

15
a. El niño se me está meando encima.
b. El niño se está meando encima.

 

Hemos visto antes los usos hiperbólicos, que son no literales; otros empleos no literales son las imprecaciones. Una imprecación es ‘la acción y efecto de expresar vivamente el deseo de que alguien sufra un daño o un mal’ y esta es también una de las cosas que podemos expresar con el verbo cagar, como vemos en (16).

16
Me cago en todo lo que se menea.

 

El significado de esta expresión es análogo al de una maldición en la que el complemento locativo encabezado por la preposición en es el receptor de la maldición. Esta clase de expresiones presentan un marcado carácter formulaico, es decir, están relativamente fosilizadas, y sentido performativo, esto es, al pronunciar este tipo de enunciados en primera persona del presente se realiza el acto mismo de imprecación, de forma análoga a lo que sucede en promesas y juramentos. Algunas de ellas tienen un carácter fuertemente ofensivo (17a) o sacrílego (17b):

17
a. Me cago en la madre que te parió.
b. Me cago en dios.

 

De hecho, las expresiones de (17b) y (17b) son tan malsonantes, que a veces se intenta, no siempre con éxito, suavizarlas:

18
a. Me cago en la leche.
b. Me cago en la puta de oros.

 

No es muy diferente a la serie jo, jobar, joer, jolín, jolines, jopé, jopelines, jopeta, joroba, para suavizar joder. En cualquier caso, estas barbaridades no se pueden decir sin clítico como vemos en (19a). Y tampoco puede realizarse esta manera de ofender con un verbo distinto de cagar: ni con mear ni con mearse como se ve, respectivamente, en (19b) y en (19c):

19
a. #Cago en mi mala estrella.
b. #Me meo en mi mala estrella.
c. #Meo en tus muertos.

 

En fin, ya ven Vds. que la gramática pone orden en todo…

 

Para saber más
— De Benito Moreno, Carlota (2022): The Middle Voice and Connected Constructions in Ibero-Romance. A variationist and dialectal account. Amsterdam / Philadelphia: John Benjamins.
— Sánchez López, Cristina (2002): «Las construcciones con se. Estado de la cuestión». En Cristina Sánchez López (ed.): Las construcciones con se, Madrid: Visor Libros, 18-163.

 

Este artículo es uno de los contenidos del número 17 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras.
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