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20 Nov 2019
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Reportajes

De los Vítores y Sancho Abarca a los Manreet y Aayan

Charo Rueda

Los nombres raros de los españoles de antes y de ahora. El santoral católico antes y las series y el cine ahora, lo que más influye en cómo nos llamamos

Frediano, que aún no ha cumplido los sesenta, ha cargado toda su vida con un nombre muy poco común que le ha obligado a tener que dar explicaciones a los porqués de un nombre del que él no es responsable, pero sí propietario. Sus progenitores no se habían planteado qué nombre ponerle al hijo o hija que esperaban hasta que llegó, y en el mismo hospital la madre le prometió a la comadrona que le pondría su nombre si nacía niña. Pero fue niño y, para no romper el compromiso con la mujer que le ayudó en el parto, el niño fue registrado con el nombre del padre de esta señora: Frediano, un nombre antiguo italiano, raro en España, que el cura rechazó en la misma pila bautismal para espanto de los padres, y solo accedió a bautizarle si le ponían un nombre «cristiano», Jesús, de segundo, como si Frediano no lo fuera.

Ni Frediano ni nadie elige lo que le va a acompañar siempre: su nombre propio, una decisión de los padres o allegados que toman con lo que les gusta a ellos, sean nombres comunes o sean los más raros del santoral o del Registro Civil.

Los nombres propios de persona se consideran «raros» cuando no existen más de veinte ciudadanos que se llamen igual en todo el territorio nacional. Estos nombres especiales, al igual que pasa con los más comunes que se les pone a los niños y niñas que nacen, han evolucionado con los tiempos, como también lo ha hecho la norma que rige para registrarlos, que estipula tres limitaciones: no se aceptan más de dos nombres simples o más de uno compuesto, no puede llevar a confusión y no puede ser contrario a la dignidad de la persona, aunque esto último también se ha prestado a múltiples interpretaciones según el criterio del funcionario de turno del registro correspondiente.

Nombres nada frecuentes como Vítores, para hombre, o Sancho Abarca, para mujer, que llevan en el carné de identidad veinte personas, tienen una edad media de 75 años, en el caso del primero, y de 80 años, el segundo, porque no se les ha puesto a «casi» nadie en las décadas posteriores. Son los más antiguos de entre los menos utilizados.

Por el contrario, los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), de 2017, señalan como nombres poco comunes más elegidos por los padres el árabe Aayan, para los niños, y el indio Manreet, para las niñas. Los veinte niños que se llaman así tienen una media de edad de cinco y cuatro años, respectivamente, y sus denominaciones reflejan los cambios que ha experimentado nuestro país también en este aspecto. La inmigración ha traído nombres propios que se han adoptado también por los nativos. El fútbol, las películas y las series de televisión, como Juego de Tronos, también han influido lo suyo a la hora de decidir cómo llamar a los vástagos. Por ejemplo, Khaleesi y Arya son nombres que llevan muchas niñas en España. También, Arwen o Galadriel, personajes de El señor de los anillos, lo llevan niños, y Viggo, en honor al actor Viggo Mortensen que interpretó a Aragorn, un personaje de la trilogía.

Hace cinco años, el padrón de los nombres y apellidos de los residentes en España señalaba que los nombres raros de varón con mayor edad media eran Progreso, 76,5 años; Frumencio, 76,3; Eusiquicio, 76,2; Ursicio, 75,8, y Auxilio, 75,8. Los de mujer eran Prepedigna, 82,1 años; Afrodisia, 82; Parmenia, 80; Fraternidad, 79,4; Segismunda, y Exiquia, 79,3.

Los nombres femeninos con menor edad media en esa fecha fueron Cataleya, 1,1 años; Naevia, 1,3; Arya, 1,5; Ritaj y Daenerys, 1,9; Rimas y Rinad, 2, y Ritaje 2,1. Y los de niños: Yadel, 2,1; Eiden, Edahi y Yeiden, 2,2; Bruc y Thiago, 2,3; Jadel, 2,4, y Neymar, 1,9 años. Sí, el nombre del futbolista Neymar, igual que a otros niños se les ha puesto nombres tan extravagantes como Supermán, Lady Di, Maradona, Pamela Anderson, Messi o Zidane. Hay treinta y cuatro niños que se llaman Zidane y su media de edad es de 16 años, coincidiendo con el fichaje en 2001 del futbolista Zinedine Zidane por el Real Madrid.

El nombre más largo que existe en España es Transfiguración. Lo llevan únicamente diecinueve personas. Y el compuesto más largo es María Inmaculada Concepción, un nombre tradicional muy común por estos lares, traído del santoral católico.

La Ley de 8 de junio de 1957 del Registro Civil es la que regula los nombres de los españoles. Ha sido actualizada varias veces, la última en 2009. En 1977, por ejemplo, otro cambio facilitó más apertura, dada la «nueva realidad social y cultural de España». Las modificaciones han supuesto que se aceptara poner nombres hasta esa fecha impensables, como por ejemplo las abreviaciones o los nombres en otras lenguas oficiales que antes debían traducirse al castellano.

Precisamente, la imposibilidad de poner un nombre que pueda llevar a confusión, por ejemplo un apellido convertido en nombre o que sea indigno para la persona, es lo que llevó al Registro de Fuenlabrada (Madrid), en agosto de 2016, a rechazar el nombre de Lobo que unos padres habían elegido para su hijo recién nacido.

El caso generó tanto revuelo en los medios de comunicación y en las redes sociales que finalmente la Dirección General de Registros y Notariado aceptó Lobo como nombre para el pequeño, con el argumento de que Lobo no confunde la identidad del sexo y tampoco atenta contra la dignidad de la persona. La polémica se generó por el criterio del funcionario, que, en este caso, consideró que Lobo no era un nombre para un niño, atendiendo a las limitaciones impuestas por la ley.

Pero ya había otro Lobo en Barcelona, un chaval de 15 años que para apoyar a los padres madrileños declaró en un vídeo que su nombre no le ha supuesto ningún problema en el ámbito familiar, escolar y social. El que se prohibiera Lobo y no por ejemplo León, un nombre más común aunque con las mismas connotaciones que rechazaba el funcionario, demuestra que el criterio es bastante subjetivo. Otros compañeros de otros registros sí que han aceptado sin problema nombres mucho más singulares como Pamela Anderson, Supermán, James Bond, Batman, Az, Tao, Suri, Gudisa o Flor de Selva.

 

Huerta del Rey, el pueblo de los nombres raros

Filonita

Aproniano, Burgundófora, Ediltrudes, Leocricia, Cancionila, Meuris, Procopio, Sindulfo y Dioscorides tienen en común que todos portan nombres únicos y que todos son vecinos de Huerta del Rey, un pequeño pueblo burgalés de la comarca de la Demanda, de poco más de novecientos habitantes. Pero ellos no son los únicos. Otros trescientos residentes en esta localidad tienen nombres singulares, tantos que aparece en el Libro Guiness de los Récords como el pueblo con los nombres más raros y han sido los protagonistas de decenas de reportajes de prensa, radio y televisión. En 2011, incluso, la bebida Aquarius grabó allí un anuncio publicitario sobre los nombres de sus habitantes. ¿Pero por qué esta peculiaridad en un pueblo de Burgos? Responde a una iniciativa de finales del siglo XIX que se puso en marcha para evitar los problemas que se originaban cuando se repartía el correo entre las muchas personas que coincidían en nombre y apellidos, mucho más comunes entonces.

Adolfo Moreno, secretario del Ayuntamiento y del juzgado desde 1890 hasta 1930, quiso acabar con los líos que para el cartero suponía que casi todos los vecinos tuvieran los mismos nombres y en la mayoría de los casos idénticos apellidos, así que le propuso al alcalde acudir al martirologio romano, el santoral de la Iglesia Católica, para nombrar a los nuevos nacidos. Cuando los padres acudían al Ayuntamiento a registrar a su criatura, el secretario cogía el santoral y les proponía el nombre del santo del día. De esta forma se terminaron las equivocaciones y también los nombres comunes, y nació la tradición que les ha llevado a ser conocidos por todo el mundo, como así lo atestiguan Herón, Luzmita, Otilde, Quiteria, Teodomiro, Ninfodora, Virísima, Plautila, Digna Marciana y muchos más.

 

Este reportaje es uno de los contenidos del número 5 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras, disponible en kioscos y librerías.
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