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12 Mar 2019
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Reportajes

Quizás lo llaman kale porque no quieren decirnos que es berza

Marián García

Pese a lo evocador de su nombre, los superalimentos no existen. Ninguno de ellos tiene propiedades únicas y distintas de otros con menos nombre

Los superalimentos no existen. Nos invaden en la prensa, en la televisión, en las redes sociales e incluso han colonizado el bar de la esquina, pero no existen. Entiendo que resulte difícil de creer porque la búsqueda de la palabra «superalimento» devuelve en Google más de 3.500.000 resultados. Sin embargo, ningún superalimento posee propiedades únicas y distintas a las que encontramos en otros alimentos de andar por casa.

¿Cómo han conseguido triunfar los superalimentos si en realidad no existen? Una clave podría ser la naturaleza humana, a menudo vaga y crédula, dispuesta a pensar que comiendo un puñado de bayas uno puede alcanzar la vida eterna —o adelgazar cuatro o cinco kilos, que suena casi más apetecible—. Otra clave, la que aquí nos ocupa, se esconde detrás de lo evocador de sus nombres. ¿Qué resulta más atractivo? ¿El kale o la berza? ¿La miel de Manuka o la miel de la Alcarria? Nutricionalmente no son muy diferentes; es más, son prácticamente idénticos, pero el efecto que tienen las palabras en el consumidor, sí.

¿Qué tienen estos nombres que tanto nos seducen? Podemos identificar cuatro estrategias que nos incitan a rascarnos el bolsillo sin importar el valor nutricional real de estos supuestos superalimentos.

Nombre extranjero

El kale es el paradigma de los superalimentos que han triunfado gracias a tener nombre extranjero, a ser posible anglófilo. Mientras el kale es la estrella del menú en cualquier restaurante de moda, dar protagonismo a sus primos hermanos, llamados con sus nombres autóctonos como berza, repollo o col rizada, sería un suicidio marketiniano. Lo mismo sucede con las bayas de açaí. Estas bayas no son nutricionalmente tan distintas a los arándanos, pero la «ç» parece garantizar al consumidor sus propiedades antioxidantes.

No solo adoptamos en otro idioma los superalimentos, sino también sus formas de preparación. Resulta más atractivo hablar de smoothie que de licuado. No hay comparación entre un porridge y unas gachas. Y, por supuesto, si combinamos todo lo anterior, en Instagram conseguirás más «me gustas» con un desayuno titulado «porridge de bayas de açaí» que con unas «gachas con arándanos».

Origen exótico

Los superalimentos no son profetas en su tierra. Unas nueces que provienen de un lugar como California siempre parecen ayudar más a la memoria que unas de andar por casa, como las de Nerpio (Albacete). La gracia es que a ambas les ha salido un duro competidor: los coquitos de Brasil. Al exotismo del país brasileño se suma el poder de la metonimia. Basta sustituir nueces por «coquitos» para que nos creamos que estos frutos tan secos como cualquier otro tienen propiedades milagrosas.

Otra terrible comparativa se nos presenta con las manzanas. La contundencia sonora de la manzana Reineta del Bierzo poco puede hacer frente a un nombre tan exótico y envolvente como la manzana de Java. Pese a todo, mi ejemplo favorito sobre el poder los apellidos foráneos es la sal del Himalaya. La palabra Himalaya nos transporta a un lugar lejano y a muchos metros de altura donde todo (suponemos) debe de ser limpio y puro. La realidad es algo diferente. Por un lado, la sal debería llamarse sal de Pakistán porque proviene de canteras situadas en las estribaciones de la cordillera. Por otro, su composición no es muy diferente a la sal que se extrae de las salinas de Murcia. La sal murciana contiene 98% de cloruro sódico y la del Himalaya 99%. Eso sí, el poder del «Himalaya» multiplica por cinco el precio del kilo.

Reminiscencias ancestrales

El consumidor sufre cierta dicotomía a la hora de valorar los alimentos. Por un lado, tiende a apreciar productos en los que hay detrás I+D (por ejemplo, los yogures que presumen de «subir las defensas» gracias a la biotecnología), pero, por otro, también triunfan los alimentos cuyos nombres nos evocan tiempos ancestrales.

En esta categoría encontramos superalimentos con nombres vinculados incluso a ritos mágicos de la antigüedad: algunos nombres como el árbol de la vida, la fruta del dragón o el baobab sugieren poderes curativos mágicos. Por otro lado, los vendedores de trigo sarraceno o del maní de los incas se esmeran en recordar que estos alimentos proceden de tiempos pasados, con la esperanza de que su resistencia al paso del tiempo se entienda como sinónimo de calidad. Y digo que se esfuerzan en mantener estos nombres porque en realidad sería más sencillo llamar alforfón al trigo sarraceno. Pero al llamarlo alforfón, la magia desaparece.

Sonoridad

En la denominación comercial de los fármacos, es frecuente utilizar consonantes como la «X» o la «Y» para sugerir que es un medicamento. Se trata de una estrategia que parece haber funcionado siempre, desde el antiguo Clamoxyl hasta el más reciente Zyprexa.

En los superalimentos sucede algo similar con las letras «K» e «I». Si elaborásemos un diccionario de superalimentos, nos sorprenderíamos de la cantidad de ellos que empiezan por K o terminan en I.

Comenzando por K, tenemos desde el ya mencionado kale hasta la popular kombucha, pasando por el kamut, el kéfir, el kelp, el klamath o el kombu. Por su parte, terminan en «I» otros muchos como el bimi, el lichi, el reishi, las bayas de goji o el fruto de noni. Puede apreciarse la especial sonoridad que se consigue con la repetición de la «I»: lichi, bimi o reishi y la combinación con la «O»: goji o noni.

Mención especial para el superalimento cuyo nombre ha conseguido combinarlo absolutamente todo. El kimchi. Kimchi comienza por «K», termina por «I» y consigue el apreciado efecto simpático al duplicar la «I». Es imposible saber si la sonoridad del nombre tuvo algo que ver en este asunto, pero en 2015 el kimchi fue declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. ¿Casualidad?

Los superalimentos son el nuevo negro

Tradicionalmente el negro ha sido un color con connotaciones negativas en la comida al asociarse al moho y al mal estado de los alimentos. Sin embargo, hoy en día el apellido «negro» también sugiere cualidades positivas en los alimentos que lo acompañan. La palabra negro se asocia a algo intenso y específicamente concentrado en nutrientes. De este modo, triunfan el chocolate negro, el cherry negro, el saúco negro, el rábano negro y el ajo negro. ¿Dónde quedó el ajo morado de Las Pedroñeras?

Eso sí, toda regla tiene su excepción y en este caso son las black beans. En inglés suenan genial (con su «I» sonora incluida), pero es inevitable que en castellano las «judías negras», con los tradicionales efectos asociados a las judías, no terminen de convencer.

Los superalimentos golpean dos veces

Más allá de la duplicación de la vocal «I» (kimchi, lichi, bimi), existen superalimentos que triunfan al tratarse de nombres compuestos con repetición. Algunos ejemplos son el alga agar-agar o el famoso camu-camu. El arbusto camu-camu se cultiva concretamente en la selva del Amazonas peruano. Por este motivo, en Perú y países cercanos el superalimento se consume como fruta, mientras que en España, principalmente, el camu-camu se consume en forma de polvo.

 

Los superalimentos no son bilingües

El efecto evocador de la nomenclatura de los superalimentos resulta aún más evidente al traducirlo a distintos idiomas. Mientras que en Estados Unidos el «beet» es un superalimento que se incluye hasta en la pizza, su equivalente en castellano, la «remolacha», no termina de cuajar. Mientras que un «beet smoothie» tiene connotaciones saludables y relacionadas con el estilo de vida actual, un «licuado de remolacha» nos recuerda más bien a un remedio de la abuela.

Por no hablar del jackfruit. Esta fruta, muy popular en México y en Estados Unidos, en castellano se traduce como «jaca». La imaginación popular y la estela de Manolo Escobar no perdonan.

 

Este artículo sobre los superalimentos es uno de los contenidos del número 2 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras, disponible en quioscos y librerías.
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