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21 May 2019
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Reportajes

Libros, café, cuentacuentos… el gran mundo de las nuevas librerías

Ana Cruzat

Las librerías se reinventan para ofrecer nuevas experiencias al lector y garantizar su supervivencia en un mundo digitalizado y con bajos índices de lectura

Un café, un tentempié y un buen vino, talleres literarios, charlas de autores, cuentacuentos, libros de segunda mano… Traspasar las puertas de una librería es adentrarse en un mundo mágico, en el que la lengua, la literatura y el olor del papel lo inundan todo. Un mundo lleno de letras, conocimiento, diversión, intrigas… Porque las nuevas librerías son, además de un sitio donde rebuscar entre decenas de volúmenes y disfrutar del placer de pasar páginas, un buen lugar para disfrutar de una conversación en calma acodado en una barra o arrellanado en un cómodo sofá, escuchar las opiniones de autores y editores o participar en un taller literario. Un lugar en el que la charla, las recomendaciones y el trato personal con el librero marcan la diferencia con el aséptico mundo digital.

«Adoro este oficio por el reto que supone hacerlo rentable, es lo que más me motiva», dice Jesús Trueba, el propietario de La buena vida, una librería madrileña en la que también se sirve café y se puede participar en actividades culturales casi a diario. «Lo mejor de este negocio es estar absolutamente al día de todo lo que se publica, y el contacto con lectores, autores y editores que hacen mi vida mucho más rica», señala. La librería abrió hace 11 años y ha superado grandes dificultades, con cambio de local incluido, pero Trueba es positivo respecto a quienes no dejan de augurar un negro futuro para las librerías: «Desde que abrimos anuncian la muerte de la novela, y lo que he visto es a mucha gente incapaz de escribirla, o de escribirla bien. Pero se sigue publicando mucho, y los que adoramos la diversidad estamos encantados. Al margen de bestsellers, la variedad de lecturas de cada lector es prácticamente única, y eso es muy bonito».

Las librerías han sido siempre lugares muy vivos, implicados en la vida cultural de sus barrios, ciudades o pueblos. La dinamización cultural forma parte de su ser, como explica Trueba: «Intentamos que todas nuestras actividades tengan valor. La venta de café supone un porcentaje mínimo de los ingresos. Nuestro modelo de negocio fue desde el principio no derivar hacia la hostelería, que da mucho más dinero, pero no es a lo que nos queremos dedicar. Sí nos sirve para hacer de la visita a la librería un momento fantástico».

La librería Lello de Oporto merece un lugar de honor entre las librerías más bonitas del mundo. Impresiona su fachada, su espectacular escalinata de madera —muchos la conocen como la librería de Harry Potter, por su similitud con la de la escuela a la que acudía el mago—, los raíles por los que aún circula un vagón de madera que traslada decenas de libros de un lado a otro del local en la planta baja o la fantástica vidriera que corona la planta superior.

Porque se puede acudir a una librería en busca de evasión, sabiduría, entretenimiento… y, también, para disfrutar de una charla en compañía de otros lectores. «Entre libros nadie puede sentirse solo», se lee en el cartel de la película La librería, de Isabel Coixet, que adaptó la novela homónima de Penélope Fitzgerald. Y el empeño de su protagonista, Florence Green, para abrir su local en un pequeño pueblo ilustra perfectamente la pasión que mueve a los libreros y las dificultades a las que se enfrentan en cualquier lugar del mundo. No es fácil conjugar la pasión por el libro impreso con la rentabilidad, dados los escasos márgenes de beneficio que obtienen los libreros.

Por eso no dejan de buscar nuevas fórmulas para dar vida a sus locales, atraer clientes y mantener la rentabilidad, aunque no todos lo consiguen a largo plazo. «Hemos tenido que cerrar por razones económicas, evidentemente, pero ha habido un cúmlo de cosas. No es fácil hacer frente a una competencia como la de Amazon ni al cambio de hábitos de los lectores. Cuando llegó la crisis no nos había dado tiempo a asentarnos del todo, y hemos ido arrastrando algunos problemas hasta que ha sido imposible seguir», apunta Eva Cosculluela, propietaria de la librería Los portadores de sueños, de Zaragoza, que ha cerrado sus puertas hace apenas un mes. El local tenía una programación cultural estable, con presentaciones de libros, encuentros con escritores o editores, tertulias y un club de lectura feminista. Como buenos portadores de sueños, todas sus actividades buscaban promover el pensamiento, el diálogo y la reflexión: «Creo que la librería y los sueños tienen tanto que ver que casi es imposible separarlos, no solo porque los libros contienen historias que, en muchos casos, son sueños, sino también porque una librería no deja de ser un sueño, por lo bonito del oficio, por sus peculiaridades y su complejidad».

Además de librera, Cosculluela era vicepresidenta de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (Cegal), lo que le ha hecho estar muy pendiente del panorama editorial en todos los rincones del país. La crisis económica acabó con muchas librerías entre 2008 y 2014 y puso en una situación muy complicada a las que resistieron, especialmente a las ubicadas en pequeñas poblaciones. Las ventas globales bajaron bruscamente en ese periodo de cuatro años, en torno al 40%, aunque se han ido recuperando tímidamente en los últimos años —3% anual, según datos de Cegal—. Y, aunque han surgido nuevas librerías, la mayor parte de ellas son proyectos pequeños, a veces unipersonales, en los que el ingenio a la hora de proponer actividades y el buen hacer de los propietarios han logrado que el negocio salga adelante.

Celebraciones como el Día Nacional del Libro en México —el 12 de noviembre, en conmemoración del nacimiento de Sor Juana Inés de la Cruz—, el Día de las Librerías en España —el 16 de noviembre— o el Día Internacional del Libro —el 23 de abril— atraen cada año a millones de lectores a las tiendas y puestos callejeros con decenas de actividades relacionadas con los libros: firmas de escritores, charlas, debates con libreros, editores y lectores con los que compartir afinidades, aprender y disfrutar. Lo mismo ocurre en las grandes ferias, entre las que destaca FIL Guadalajara (México), la feria más importante del mundo de habla hispana, que se celebra cada mes de noviembre y en la que este año han participado más de 2.000 editoriales de 47 países y 20.000 profesionales del sector. Por allí han pasado más de 800.000 visitantes que, además de disfrutar de los libros, han participado en las más de 400 actividades programadas en torno al mundo editorial.

Nos gusta leer

Antigua iglesia gótica de Maastricht (Países Bajos) del siglo XII, convertida en librería en 2006. El antiguo altar ha dejado paso a una cafetería. Sorprende por la cantidad de autores en español que pueblan las mesas y estanterías de los libros más vendidos.

Lo cierto es que a la mayoría nos gusta leer, aunque no siempre dispongamos de tiempo o voluntad para hacerlo. Cada año se publican en España 80.000 títulos, aunque los índices de lectura son bastante más modestos de lo que cabría imaginar con esas cifras, como explica Cosculluela: «Ojalá se comprara y se leyera el 1% de eso, sería maravilloso». Aun así, el informe El sector del libro en España refleja que 62% de los españoles disfrutan leyendo, es su segunda actividad cultural favorita solo por detrás de escuchar música. Las mujeres leen más que los hombres, y la media de lectura es de 13 libros al año. La novela y el cuento son los géneros favoritos y más del 27% lee en formato digital —algunos lectores combinan los libros impresos con la lectura en dispositivos electrónicos.

Por razones obvias, 72% de los libros que exporta España van destinados a países hispanohablantes, entre los que destaca México (con 26% del total), Argentina (11%) y Colombia (5,7%). Aunque, curiosamente, el libro más exportado en 2017 fue una obra escrita originalmente en francés, El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry. Le siguen Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, y Harry Potter y la piedra filosofal de J. K. Rowling, según datos del Centro de Exportación de Libros Españoles (Celesa).

España sigue manteniendo una gran red de librerías —una de las más antiguas y extensas de Europa—, con un total de 3.967 establecimientos, mayoritariamente creados en el siglo XX. La media de librerías por cada 100.000 habitantes es de 8,5 tiendas, mientras que en Europa se sitúa en 5,5. Y, a diferencia de otros países europeos, en los que las grandes cadenas casi han invisibilizado a las pequeñas librerías, en España esas pequeñas tiendas mantienen una cuota de mercado de más de 35% mientras las grandes han soportado mejor la crisis y acaparan 53% del negocio. Las librerías siguen siendo el lugar preferido para comprar libros, aunque también se venden muchos ejemplares en centros comerciales y las compras online, lideradas por el gigante Amazon, siguen subiendo posiciones. Una situación que se repite en prácticamente todos los países hispanohablantes.

De Argentina a México

Buenos Aires es la ciudad con más librerías del mundo. Tiene una media de 25 librerías por cada 100.000 habitantes, según una encuesta del Foro Mundial de Ciudades Culturales —le siguen en el ranking Hong Kong y Madrid—. Las hay unipersonales y de grandes cadenas, de libros usados y nuevos, ubicadas en oscuros sótanos o en magníficos edificios con bar-restaurante y jardín interior. A nadie le sorprende allí ver una librería abierta en la avenida Corrientes cualquier día de la semana a las doce de la noche, como si fueran farmacias de guardia, siempre listas para visitantes necesitados de lectura.

No hay duda: Buenos Aires es una ciudad lectora. Ya lo decía el bonaerense Jorge Luis Borges: «Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído». Pero esta realidad no se extiende al resto de Argentina: de acuerdo con la Encuesta de consumos culturales 2017 —la última publicada— del Ministerio de Cultura de Argentina, la lectura de libros ha descendido notablemente desde 2013 en todo el país. El porcentaje de lectores —aquellos que leen al menos un libro al año— cayó en ese periodo de cuatro años de 57% a 44%.

La lectura está muy asociada a la educación, ya que 7 de cada 10 jóvenes argentinos leen durante su etapa escolar y universitaria —con un promedio de 3 libros por estudiante—, mientras que solo lo hace 22% de la población adulta. Aún así, cada año se registran alrededor de 28.000 libros, de los que se editan 80 millones de ejemplares. El libro impreso sigue siendo el soporte principal —para 43% de lectores— y solo 10% lee exclusivamente en formato digital —más en el ordenador que en móviles o tabletas.

En Colombia, el mercado del libro vive un estancamiento, según el último informe anual de la Cámara Colombiana del Libro, que revela, entre otras cosas, que el país «ha perdido su dinamismo y no se ha insertado adecuadamente en las tendencias de producción y comercialización en el sector editorial». Estas conclusiones tan pesimistas son el resultado de las transformaciones que ha vivido el sector editorial en la última década, la desaceleración económica que ha traído consigo la desaparición de las inversiones públicas en el mundo editorial y la casi total desaparición del mercado de las enciclopedias —que suponían un alto porcentaje de la producción editorial del país—. Así, la industria editorial colombiana pasó de editar 27,9 millones de ejemplares en 2011, a 24,4 en 2015 y algo menos de 22 millones en 2017.

Aun así, hay datos positivos. Las librerías independientes han cambiado la forma de leer de los colombianos. Pese a los bajos índices de lectura, unos pocos libreros han empezado a transformar la forma de acercar los libros a sus clientes. Las librerías Lerner o Wilborada 1047 de Bogotá son un buen ejemplo. La primera, fundada en 1958 y con tres sedes en su haber, tiene un calendario plagado de eventos culturales, desde charlas con autores, cuentacuentos, lecturas de autores que leen a otros autores, talleres literarios para niños todos los sábados…; mientras que Wilborada 1047, fundada hace apenas tres años, tiene un club de lectura —en el que se alternan sucesivamente libros prohibidos, libros escritos por mujeres, literatura infantil…—, además de conversaciones con autores, lecturas de poesía a la luz de la luna, intercambios de libros y un largo etcétera de actividades.

Los clientes no van a estos locales solo a comprar libros, van a disfrutar de una experiencia diferente en compañía de autores, editores, libreros y otros lectores con los que compartir experiencias. Una amplia oferta cultural que implica a niños y adultos deseosos de disfrutar de estos espacios llenos de libros. Algo de especial importancia en un país que solo tiene una librería por cada 112.000 habitantes.

La situación es algo más alentadora en México, donde hay 2.700 librerías, según los datos de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), con un reparto geográfico muy desigual: en la Ciudad de México hay una librería por cada 16.000 habitantes, mientras que en Zacatecas solo hay una por cada 82.000 habitantes y en Sinaloa una por cada 69.000.

De acuerdo con el Observatorio de la lectura de México, 45% de los mayores de 18 años han leído al menos un libro en los últimos doce meses, y el porcentaje de mujeres lectoras supera el de hombres (46% frente a 43%). Al igual que ocurre en Argentina, los índices de lectura van muy ligados al nivel educativo. En cuanto al tipo de libros escogidos, 41% de los lectores se interesa por la literatura, 33% por textos universitarios o relacionados con su profesión y 28% escoge libros de autoayuda o superación personal.

Librerías con algo más que libros. De izda. a dcha., Tipos Infames, en Madrid; uno de los establecimientos de la cadena Re-Read; Wilborada 1047, en Bogotá, y La Central, en Madrid.

Lectores y prescriptores

¿Cuál es el perfil del lector? No hay un único perfil, pero sí algunas conductas que se repiten en todos los países y que establecen dos grandes tipos de clientes en las librerías: hay quien llega con sus ideas muy claras, con información que han encontrado en periódicos, blogs o redes sociales, o en busca de un libro que les ha recomendado un amigo o familiar; y hay un segundo bloque de lectores formado por clientes que buscan la recomendación del librero. «A mí me gusta mucho este tipo de cliente porque podemos compartir con él las lecturas que nos han gustado, es todo muy pasional, le cuentas lo que de verdad te ha entusiasmado o puedes transmitirle las referencias que tienes de un autor aunque no hayas leído una determinada obra. Es muy bonito cuando vuelve un lector al que le recomendaste algo para decir que le ha gustado y te lo agradece. Creas una gran complicidad con el lector y con el libro», señala Eva Cosculluela. Y es una situación de ida y vuelta, los propios lectores también se convierten en prescriptores: «Cuando estás rodeado de muy buenos lectores, tu también recibes prescripciones continuamente», apunta Trueba.

La fuerza de la prescripción ha llevado a la confederación de libreros de España a crear la plataforma Los libreros recomiendan, en la que uno de ellos recomienda cada semana un libro que le ha apasionado y que quiere que el resto de gente conozca. Además, la digitalización de los fondos bibliográficos favorece la búsqueda y localización de ejemplares. Ya se puede localizar al instante un libro entre el más de un millón que se comercializan en España en www.todostuslibros.com, con información actualizada a diario de las existencias en cada una de las más de 800 librerías asociadas.

Casi tan difícil —o tan agradecido— como recomendar libros es recomendar una buena librería. La buena vida ha sido la última en recibir el premio Librería Cultural Cegal por su buen hacer, su selección de obras, su trato al público y sus actividades de dinamización cultural relacionadas con los libros, el cine, la radio, el periodismo, la poesía… Es un claro ejemplo del librero dedicado a su librería como forma de vida y no solo como negocio.

En años anteriores, el premio lo recibieron las librerías Proteo de Málaga, Canaima de Las Palmas, Los portadores de sueños de Zaragoza o Taiga de Toledo. Pero, al margen de premios, cada lector tiene su librería de cabecera, esa a la que acude en busca de novedades y recomendaciones. Lo saben bien en locales con años de tradición como Luz y vida en Burgos o Letras corsarias en Salamanca; y en otros más recientes como Tipos infames en Madrid, donde puedes tomar un vino mientras eliges tu próximo libro, o La Central, en Madrid y Barcelona, cuya cafetería se ha convertido en centro de reunión en torno al libro y la cultura.

Segunda mano a buen precio

En el panorama librero también hay espacio para los libros de segunda mano, alineados con la tendencia de la denominada ‘economía
colaborativa’. Buen ejemplo de ello es la expansión de las librerías low cost (de bajo coste), como Tik Books o Re-Read, que venden volúmenes de segunda mano a precios muy asequibles: 3 euros por un libro, 5 euros por dos y 10 euros por cinco. Y, como se trata de dar una segunda vida a los libros, pagan 20 céntimos por cada libro que les llevan los lectores. De esta forma, es sencillo deshacerse de los libros ya leídos dándoles una segunda vida y ampliar la biblioteca con poco coste. La cadena Re-Read, fundada en Barcelona en 2013, tiene abiertas ya 37 librerías en distintas ciudades de España.

También hay fórmulas solidarias como la de TuuuLibrería, con cuatro locales en Madrid y Barcelona, en los que se aceptan libros usados y cada lector paga lo que quiere o puede por los libros que se lleva. Los libros cambian permanentemente de manos, en una rueda imparable de lecturas, aunque también se hacen envíos solidarios a colegios o instituciones culturales de todos los rincones del mundo que no disponen de fondos para comprarlos.

Grandes espacios de lectura infantil

El sector más lector de la población son los niños y adolescentes que, a partir de los 15 años, comienzan a abandonar la lectura en favor de otras actividades. Hay padres que jamás compran libros para ellos, pero lo hacen habitualmente para sus hijos. «Aunque muchos adultos no sean lectores, están muy concienciados de que leer es bueno y quieren que sus hijos, o los niños que tienen cerca, lean. Además, un libro infantil puede costar 6 euros, o llegar a alcanzar los 15 o 20 en el caso de obras muy bien editadas e ilustradas. Antes los niños recibían regalos más caros, pero con la crisis los libros se han convertido en un regalo muy habitual», apunta Cosculluela.

De forma paralela, la edición de libros infantiles en España vive una etapa dorada. «Se están haciendo libros preciosos, están surgiendo nuevas editoriales, casi cada semana, de libros infantiles y juveniles cuidadísimos, cosas exquisitas en contenidos e ilustraciones. Son obras tan bonitas, que nos gustan tanto a los adultos… que es normal que las reciban muchos niños», detalla. Una gran cantera de lectores que hace albergar esperanzas en un futuro en el que las librerías no sean negocios en extinción sino grandes núcleos de difusión cultural.

El pueblo con más librerías

Urueña, en Valladolid, es la Villa del Libro española, un precioso pueblo medieval en el que los libros tienen un papel protagonista

Es la única ‘Villa del Libro’ de España. Se trata de Urueña, un pequeño pueblo medieval de la provincia de Valladolid en el que hay 11 librerías, aunque la población no alcanza los doscientos habitantes (189 exactamente, según el último censo, lo que da una media de una librería por cada 17 habitantes). El pueblo, circundado por una muralla de los siglos XII y XIII, y considerado uno de los más bonitos de España, alberga librerías como Alcaraván, regentada por Jesús Martínez, que dejó su tienda madrileña para abrir la primera librería del pueblo, en 1992, con libros especializados en arquitectura, gastronomía, música o etnografía de la zona.

A partir de 2007 se produjo un boom librero en el municipio, un gran proyecto cultural a iniciativa de la administración pública para atraer a viajeros y bibliófilos de todo el mundo.

Es un ambicioso proyecto cultural inspirado en otras villas del libro existentes en Europa: Hay-on-Wye en Gales —la más antigua—, Redu en Bélgica o Montolieu en Francia. El objetivo es la dinamización económica, cultural y turística gracias a la recuperación de espacios públicos para la compraventa de libros y todo tipo de eventos culturales ligados a la literatura.

La Villa del Libro tiene librerías de todo tipo, con volúmenes antiguos, raros, viejos y descatalogados. Son El Rincón del Ábrego, Páramo, El Portalón, Alcuino Caligrafía&Arte, El Grifilm, Primera Página —especializada en periodismo, viajes y fotografía—, La Boutique del Cuento, Alcaraván, Librería Enoteca ‘Museo del Vino’ —donde se puede buscar un libro y degustar una copa de vino—, La Real y Espacio Dilab, además de un taller de encuadernación artesanal.

El pueblo también tiene un centro para la promoción del libro y la cultura, el e-LEA (espacio para la lectura, la escritura y sus aplicaciones), convertido en el corazón de la Villa del Libro, con una biblioteca especializada, talleres, sala de exposiciones y salón de actos. Allí se celebran congresos, conferencias, presentaciones de libros, recitales de poesía y todo tipo de lecturas.

Urueña se ha convertido en un verdadero paraíso cultural, ya que, además de las librerías, en el pueblo también se edita un periódico y hay un museo dedicado al cuento.

 

Este reportaje sobre las nuevas librerías es uno de los contenidos del número 3 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras, disponible en quioscos y librerías
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