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15 Jun 2021
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Reportajes

El español, una lengua rica en el arte del ligoteo

José González

El lenguaje de la seducción y el amor tiene múltiples verbos y expresiones genuinas de cada país hispanohablante

Dice el refrán «Amor trompetero, cuantas veo, tantas quiero». Se refiere a quienes se enamoran con suma facilidad y, con ironía, cuestiona la inconstancia de los afectos humanos. En realidad, también existe la versión con «Amor trompero, cuantas veo, tantas quiero». Trompero es un vocablo procedente del francés que equivale a engañoso o engañador. Y es que en el amor van relacionados el arte del coqueteo, el ligoteo, la conquista… pero también los engaños, las traiciones. Los cuernos, en definitiva.

Y en este campo el refranero español es copioso. Por ejemplo, ante un desengaño, «A amor mal correspondido, ausencia y olvido». Aunque también hay consejos para superar las crisis de pareja. «Amar sin padecer, no puede ser». De hecho, «Amor sin sacrificio, más que a amor, tira a fornicio».

No en vano, el terreno del amor tiene sus riesgos. «De enamorado a loco va muy poco». Cuando hay traiciones, o abandonos, «del amor al odio solo hay un paso». Y ojo, «amor con casada, solo de pasada».

Pero, cómo podemos llegar a enamorarnos. «De la vista nace el amor», dice otro refrán. Pero cuando vemos a una persona que nos atrae, si se pretende que la cosa vaya a más, se deben dar pasos. Hablar, conocer… y pasar al terreno del ligoteo. ¿Y qué signfica ligar? Según el Diccionario de la Lengua Española (DLE), ligar, en su acepción de lenguaje coloquial, es «entablar relaciones amorosas o sexuales pasajeras». El arte del ligoteo es algo innato al ser humano y se remonta a la prehistoria. Desde siempre, mujeres y hombres han desarrollado su ingenio para conquistar, para enamorar a otras personas.

España

En España utilizamos principalmente el verbo ligar, pero también existen otros muchos verbos con acepciones similares, aunque su uso pueda resultar menos habitual. Por ejemplo, coquetear, un verbo intransitivo que significa «en el juego amoroso, dar señales sin comprometerse».

Ya sea con el fin de llegar a enamorarse o bien con el objetivo de entablar relaciones sexuales sin más ataduras sentimentales («donde no hay amor, no hay temor»), hombres y mujeres utilizan sus ‘armas’ para proceder a la conquista. En castellano también contamos con el verbo flirtear, que es sinónimo de coquetear. De hecho, flirtear, que procede del inglés «to flirt», también significa «dar señales sin comprometerse».

Un verbo transitivo, galantear, significa cortejar a una mujer y decirle galanterías (dicho o hecho educado, cortés y amable).

De uso coloquial, pero sinónimo de coquetear, flirtear o galantear, es tontear, pero no diciendo o haciendo tonterías, sino, justamente, flirteando o coqueteando con otra u otras personas. Según el DLE, tontear es un verbo intransitivo que, en un sentido coloquial, significa «dar los primeros pasos en la relación amorosa».

Otro sinónimo de ligar en el maravilloso mundo de la conquista amorosa. Cortejar. Un verbo transitivo que, como define el Diccionario, es «intentar conseguir el amor de una mujer acompañándola y halagándola». El diccionario Oxford Languages de Google define cortejar como «hacer la corte (una persona) a otra, especialmente un hombre a una mujer, para tratar de enamorarla o seducirla». Y en una segunda acepción es más directo: «Tratar de atraer un macho a la hembra para el apareamiento».

En España también contamos con expresiones como pelar la pava, que significa en lenguaje informal «tener conversaciones amorosas una pareja de novios».

La mayoría de lingüistas coinciden en que el origen del modismo probablemente se remonta a la Andalucía de finales del siglo XIX. La historia debió de ser así, según los historiadores. La señora de la casa ordenó a su criada que fuese a desplumar una pava para después cocinarla. La joven se sentó junto a la ventana enrejada y se puso a desplumar el ave. Entonces, irrumpió el joven que la pretendía y comenzaron a conversar. Como la chica tardaba, la señora le preguntó a gritos que por qué tardaba tanto, que qué estaba haciendo. La muchacha contestó: «Ya voy, señora, que estoy pelando la pava».

Otro verbo estrella sinónimo de ligar es seducir. El DLE define seducir como «atraer físicamente a alguien con el propósito de obtener de él una relación sexual». También tiene otras acepciones, como «persuadir a alguien con argucias o halagos para algo frecuentemente malo». Y una tercera acepción, «embargar o cautivar el ánimo a alguien».

Deducimos así que el verbo seducir tiene un cierto componente negativo en el terreno de la conquista. En cierta manera sería sinónimo de engatusar, «ganarse la voluntad o el favor de una persona adulándola o aparentando tener ciertas cualidades que en realidad no se tienen». Pero en este caso, dice el refrán que «amor por interés, se acaba en un dos por tres».

Los españoles también usan la expresión «tirar los tejos», que significa, según explican desde el blog de la Fundéu, «insinuarle a alguien el interés que se tiene puesto en él, o manifestarle indirectamente lo que de él se espera».

Por cierto, según recalcan desde la Fundación del Español Urgente, no está bien empleada la expresión «tirar los trastos» con el significado de cortejar. De hecho, según el Diccionario de la Lengua Española, la locución tirarse los trastos a la cabeza (en el discurso es habitual omitir ese a la cabeza) significa «disputar o reñir con vehemencia».

Menos frecuentes en España, pero expresiones coloquiales utilizadas en algunas regiones son tirar ficha, tirar la caña, tirar los perros o los galgos o tirar la onda. No obstante, sabemos que el castellano es mucho más que el habla que se utiliza en España. Hay más de 585 millones de hispanohablantes en el mundo, el 7,5% de la población mundial, según los datos del Anuario 2020 del Instituto Cervantes. Por tanto, el lenguaje del amor es mucho más amplio que el que usamos en España. Prácticamente cada país tiene sus propias expresiones sobre el arte de la seducción y la conquista.

País a país

En Argentina utilizan el verbo «chamullar» o «chamuyar».

En Argentina utilizan el verbo «chamullar» o «chamuyar». Sí está reconocido por el DLE como coloquialismo y con el significado de hablar. «Ya está tu madre chamuyando con su vecina». No obstante, es un verbo transitivo que también se utiliza de forma coloquial como sinónimo de ligar. «Me contaron que te la chamuyaste a la francesa y te invitó a su casa», pone como ejemplo el diccionario de Oxford Languages. En Argentina también utilizan el verbo levantar como sinónimo de ligar y conquistar. Los chilenos emplean el verbo jotear, que no está reconocido por la RAE como sinónimo de ligar. En el diccionario popular Jergozo, definen jotear como «mirar o rondar a alguien del sexo opuesto, generalmente con intenciones libidinosas».

También emplean la expresión «tirar los cortes», similar a la española «tirar los tejos». Y un verbo más como ligar y tener relaciones sexuales es pinchar. En Ecuador emplean el verbo «buitrear» con el sentido de merodear y tratar de ligar con otras personas. Es un verbo que existe en el DLE, pero con diferentes acepciones. En Ecuador significa conversar con alguien con la intención de tener una relación sexual casual. En Bolivia, Chile, El Salvador o Perú, en cambio, buitrear se emplea como sinónimo de vomitar. En España también se utiliza buitrear, pero en sentido despectivo: ir de persona en persona, sin mucha discriminación, buscando un escarceo sexual.

En Perú utilizan el verbo gilear. El DLE no lo recoge, pero se usa en Perú como sinónimo de coquetear o cortejar a alguien. Los mexicanos, generalmente, emplean las mismas palabras que los españoles: coquetear, flirtear, ligar, pero también usan, como los chilenos, el verbo jotear.

Los colombianos utilizan la expresión «echar flores» en el sentido de tratar de ligar y seducir para tener una relación amorosa o sexual. Los venezolanos emplean la expresión pelotear como sinónimo de ligar. También echar los perros. Y un verbo bastante genuino es empatarse como sinónimo de ennoviarse.

Los uruguayos usan el verbo cargar como equivalente a ligar, expresión que también emplean. Y el verbo levantar, como sinónimo de conquistar. En Puerto Rico, estado libre asociado a Estados Unidos, emplean el verbo bellaquear. En la jerga del reggaetón, el bellaco se refiere a la persona que refleja el deseo de tener una relación sexual. No tiene el significado estricto de bellaco, que, según el DLE, es un adjetivo que significa malo, pícaro o ruin. También astuto o sagaz. Pero sí un trasfondo de pillo para el ligoteo.

Como vemos, el castellano es muy rico y plural en el lenguaje de la seducción, el amor y el sexo. Que es universal. Ya saben, «amor, con amor se cura».

¡Ay, el amor!

Concepción Maldonado. Lexicógrafa, editora y profesora de Lengua en la Universidad Complutense.

Corría el año 1972. El equipo de baloncesto en el que yo jugaba entonces era uno de los equipos más avanzados del campeonato nacional, en cuanto a vestimenta deportiva se refiere. Las jugadoras no llevábamos ya una faldita tableada con unos pololos debajo del mismo color; saltábamos a la cancha ¡directamente en pololos!

Por eso, el día que Ana María llegó llorando al entrenamiento porque «ya no tenía pololo», ninguna entendimos nada, y fuimos varias las que le ofrecimos el pantalón largo del chándal para que pudiera entrenar. Acabamos consiguiendo que las lágrimas se tornaran risas. Y en ese momento aprendimos que, en Chile, de donde ella había llegado ese curso, «un pololo» o «una polola» eran lo que de toda la vida de Dios en Madrid llamábamos «ligues».

Y es que no es lo mismo «un pololo» o «un ligue» que «un novio». Como tampoco es lo mismo «pololear» o «ligar» que «ennoviarse».

Mi prima Carmencita, con quince años, muy seria y tradicional ella, me anunció un día que «no podía» venir al cine conmigo porque venían también dos amigos y ella ya tenía «novio formal» (aún no he cerrado la boca de asombro).

En cambio, ya universitarios, mis hermanos y yo nos resistíamos a llevar a casa a las parejas con las que salíamos, porque eran cosas muy diferentes lo de «presentar al novio en familia» o lo de «estar saliendo con alguien». (Mi padre, con su sabiduría de andar por casa, zanjó la cuestión el día que, harto de no saber qué grado de compromiso manteníamos con nuestras parejas, bautizó a «nuestros respectivos» con el neologismo maldonadil de «salecones». Mi abuela, sin embargo, hizo caso omiso de la invención y siguió hablándonos de «pollos» y de «pretendientes» con los que «pelar la pava»).

Los «ligues» y los «flirts» sí son lo mismo, aunque de distinta época. En aquellos años 70 del siglo pasado en los que las jovencitas leíamos las novelas rosas de Martín Vigil, la aparición de la palabra «flirt» era lo que daba emoción al relato. En cuanto leíamos aquel término en inglés (¡y tan moderno!), sabíamos que empezaban los «tonteos» previos al «enamoramiento», con o sin «flechazo» inicial, con «mal de amores» real o con idílicos «amores platónicos»…

«Ligar» y «flirtear» es cuestión sencilla y fácil de entender: lo podíamos, lo podemos, hacer todos al establecer relaciones con otros. Con el «coqueteo», en cambio, llegamos mucho más allá en español, lengua en la que podemos «coquetear» con una simple idea, con un partido político o hasta con el consumo de drogas.

Lo de «ser novios» es bastante menos preciso en nuestra lengua. Se supone que somos «novios» cuando vamos en serio con la pareja y tenemos proyectos de futuro; y lo somos, con independencia de si convivimos o no bajo el mismo techo. Somos «novios» cuando llegamos al altar o al registro civil para formalizar nuestra relación de pareja; y seguimos siendo «novios» («¡Vivan los ídem!») cuando salimos de allí, ya casados. En resumen: que, por eso de la herencia genética de los Maldonado a la hora de inventar palabros, y visto que tengo más de quince sobrinos en edad de merecer y con quince situaciones de pareja distintas, ellos saben bien que siempre son bienvenidos en casa, pero que es bueno que avisen antes de si vienen solos o acompañados de «sus pegatinas» para que haya comida suficiente para todos.

Y es que esto del amor es complicado…

«Mi amor» es la persona a la que amo. ¿«Mi santo» o «mi santa» también?

«Mi media naranja» es la persona que me complementa. ¿«Mi cónyuge» también?

«Mi esposo» es en Hispanoamérica lo que «mi marido» es en España. ¿«Mi hombre» también?

«Mi esposa» es en Hispanoamérica lo que «mi mujer» es en España. ¿«Mi parienta» y «mi señora» también?

Quizá por eso de las dudas hoy se oye tanto «mi crush»…

Este reportaje es uno de los contenidos del número 10 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras.
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