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05 Nov 2018
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RAE

Darío Villanueva: «El idioma es un ecosistema. Si se altera de manera arbitraria, se deteriorará»

Arsenio Escolar

El director de la Real Academia Española habla con Archiletras de las dificultades económicas de la institución, de las polémicas del lenguaje inclusivo y de su retirada, en diciembre próximo

Miércoles 3 de octubre pasado, en el despacho del director de la Academia. Darío Villanueva cuenta a Archiletras algo que va a contar al día siguiente a sus compañeros académicos.

¿Puede hacer un primer balance de sus cuatro años como director?
Han sido cuatro años muy intensos. No me ha sorprendido, porque yo venía de ser durante cinco años el secretario de la Academia, el segundo de a bordo. Cuando llegué a la dirección, sabía muy bien a lo que venía. Había un problema que estamos intentando resolver, el económico. La viabilidad, la sostenibilidad de la Real Academia Española.

¿Es grave el problema?
Padecemos cuatro crisis simultáneas. Los recortes de la aportación del Estado. En 2008, era el 50% del presupuesto. Ahora es en torno al 20%. El rendimiento financiero del capital de la Fundación pro-RAE, que ayudaba a completar nuestro presupuesto, ahora es muy bajo. En tercer lugar, la venta de nuestras obras en papel, los diccionarios, etc. Eso en parte lo hemos compensado con el diccionario en línea, un éxito total. Tenemos una media de 65 millones de consultas al mes, la Obra Social de la Caixa nos lo patrocina, y eso ha sido un gran alivio. Y, por último, también está la crisis de los patrocinios, subvenciones, aportaciones finalistas… Alguno de los grandes patrocinadores del pasado se ha retirado totalmente.

¿Qué más han hecho?
Un plan estratégico. No podíamos estar esperando sentados a que las cosas mejoraran. Teníamos que buscarnos la vida. Y ya tenemos un producto que estamos empezando a comercializar: Enclave RAE. Una plataforma de servicios lingüísticos. No hay nada semejante en ninguna lengua. Nuestra idea es, por ejemplo, decirle al Estado: «No queremos recuperar la asignación del 2008. Lo que queremos es que, aparte de la asignación, el Estado adquiera esta plataforma para la Administración y para el sistema educativo». Acabo de ofrecerlo también en China, donde han acordado introducir el español como lengua de secundaria. Tenían el japonés, el ruso y el inglés. Y ahora incorporan el español, el francés y el alemán.

Una oportunidad para Enclave RAE.
El Enclave es inmediato, llega donde queramos y con toda la información. Y es completísimo: gramática, ortografía, léxico… Es totalmente interactivo. Tiene una parte, Aula RAE, donde los profesores pueden construir incluso sus manuales de clase.

¿Han visto otros mercados?
Lo hemos ofrecido a Francia. Y a través de la Asociación de Academias, en todos los países latinoamericanos.

¿El Gobierno español lo ha comprado?
No. Hemos tenido conversaciones primero con la Administración Rajoy y ahora ya con la nueva. Estamos empezando. Donde sí ya hemos empezado a hacer acuerdos es con comunidades autónomas. Con Aragón, con La Rioja, con Melilla, con la ciudad de Cádiz… Tenemos muchas vías abiertas, pero lo ideal sería que esto lo asumiera el Estado y lo distribuyera.

¿Qué otros pasos han dado para hacer sostenible la Academia? 
Hacerla de los nativos digitales. Que sea capaz de ocupar el lugar que le corresponde en la sociedad digital. Las nuevas generaciones ya han nacido en el mundo digital. Hay que hablarles en su idioma. Y transformar la estructura de la Academia en un sentido casi diríamos empresarial. Creamos una sociedad, RAE Gestión. Ha habido que transformar incluso las mentalidades, tanto de los académicos como del personal. La Academia nunca fue una entidad boyante, pero lo económico no era una preocupación primaria y primordial. Ahora lo es.

Usted ya tenía cierta experiencia de gestión, pues fue decano y rector en la Universidad de Santiago.
Sí, sobre todo en la época de rector. Ocho años en una universidad con  42.000 estudiantes, 2.200 profesores, 1.300 empleados de administración.

¿Aquella experiencia le ha valido aquí?
Mucho, pero aquí hay que andar muy fino por la especificidad que la Academia tiene.

Además de problemas, habrá tenido aquí satisfacciones.
Hay una para mí primordial. Estamos trabajando por una causa que es una lengua global, la segunda del mundo por número de hablantes nativos, la tercera por número de hablantes totales. El director de la Academia es presidente de una red que no existe con ninguna otra lengua del mundo, una red de 23 academias. Nuestro diccionario en línea se consulta 65 millones de veces al mes, y por gente de todo el mundo. Esa dimensión ecuménica, global, del español es algo verdaderamente maravilloso. Esa es la regalía del puesto que yo tengo.

«El español es una lengua policéntrica, pero con una condición extraordinaria»

Y el panhispanismo…
Nosotros vamos por delante con la idea de que la lengua no le pertenece a nadie, que el español no es una lengua monocéntrica, que tenga un centro y una periferia. Es una lengua policéntrica. Pero igualmente tiene una condición extraordinaria, que es la unidad. Ha conseguido mantener una unidad excepcional que redunda en beneficio de todos nosotros.

¿Qué le pareció la iniciativa del Gobierno Rajoy de añadirle al Alto Comisionado para la Marca España «y la promoción del español».
Un error morrocotudo. Un error que pudo perjudicar el trabajo de muchos años en la dirección contraria. Por suerte aquello no ha fructificado. Era como dispararnos un tiro en el pie.

Desde el nuevo Gobierno se le ha pedido a la RAE un estudio de la Constitución para adecuarla a un lenguaje inclusivo para las mujeres. ¿Cómo va el encargo?
Constituí una comisión de cuatro, dos académicos y dos académicas, que están trabajando en ello.

¿Cuándo habrá informe?
Calculo que hacia finales de octubre.

¿Ya puede aventurar por dónde irá?
No va a haber sorpresas. La Academia publicó en el año 2012 un informe muy completo sobre el sexismo en el lenguaje. Fue un acuerdo del pleno sobre una ponencia presentada por el ponente de la gramática, Ignacio Bosque, que también forma parte ahora de la comisión.

¿El criterio no ha cambiado?
No va a cambiar.

O sea que, previsiblemente, se le va a decir al Gobierno que no hay que tocar una coma de la Constitución. 
En la Academia compartimos que una formulación simplista, como la que en algún caso se ha hecho de que la Constitución está escrita en masculino, no tiene ningún sentido. La Constitución está escrita en español, que es una lengua que tiene unas normas en su estructura gramatical. El planteamiento no puede ser simplista, tiene que ser además muy cuidadoso y delicado. El idioma es un ecosistema. Si se altera de manera arbitraria, se deteriorará de manera incluso irreversible. La unidad del idioma es un logro que hemos conseguido con mucho esfuerzo entre todas las academias. Propuestas como utilizar el signo de la arroba, para neutralizar la o y la a, afectan a la ortografía, y nosotros tenemos una ortografía consolidada, muy limpia, muy fácil, que es uno de los grandes logros. Yo además pregunto: ¿Cómo se pronuncia una arroba? ¿Cómo se lee la arroba? O utilizar la x en vez de la o y la a. Lo mismo.

Hay quien habla de una alternativa que es la e.
Exactamente. En vez de decir burro y burra, diremos burre. Me parece una ocurrencia. La lengua merece un respeto mayor que esto. Los problemas complejos tienen cien soluciones fáciles, pero todas son falsas.

«La corrección política es una forma perversa de la censura que ha traído consigo la postmodernidad»

¿Cuáles han sido las frustraciones o lo más doloroso de estos años?
Los ataques a la lengua y a la Academia desde lo que se llama la corrección política. La corrección política es una forma perversa de censura, es la censura que ha traído consigo la postmodernidad. Estábamos preparados para sufrir la censura del Estado, del Gobierno, de la Iglesia, de un partido… Pero la corrección política es una censura que viene de una entidad difusa, gaseosa, que no sabemos exactamente quién es el que designa lo que es políticamente correcto y lo que no lo es. Ahora hay grupos, personas, a veces individuos, que se dirigen a la Academia solicitando que censure el diccionario, que es una forma atroz de censura. Ninguna de las palabras que está en el diccionario ha sido creada por la Academia. Están las palabras que el pueblo ha creado, y son palabras, como decía Aristóteles, que sirven para lo justo y para lo injusto. Para lo conveniente y para lo que no lo es. Las palabras sirven para mostrar amor, afecto, comprensión, inteligencia, etc., pero las palabras sirven también para insultar, para ser un canalla, machista, sexista, etc. ¿Vamos a hacer un diccionario solo de palabras bonitas? No, el diccionario tiene que recogerlo todo, pero el que cualquiera de esos términos esté en el diccionario no significa que la Academia lo promocione y que le pida a la gente que lo use.

¿Entre los académicos hay diferentes sensibilidades con estos temas?
Lo que nos une en la Academia es aquello para lo que nos han llamado: trabajar para ella y para el mantenimiento de la unidad del idioma. En eso tenemos un consenso generalizado. Pero este asunto no ha dejado de incidir en la Academia, a veces de manera desasosegante, incluso a mí me ha afectado.

¿Qué ocurrió?
Ha habido una campaña en contra del diccionario por la quinta acepción del adjetivo fácil, que en el diccionario figuraba «dicho de una mujer, que se presta fácilmente a mantener relaciones sexuales». Nos han acusado de machistas, de oprobio a la mujer… Tenemos documentado ese uso por Emilia Pardo Bazán, por Concepción Arenal… En la comisión delegada, propuse que modificáramos la definición retirando lo que los lexicógrafos llamamos el contorno, es decir, ese «dicho de una mujer», y que pusiéramos «dicho de una persona». Aduje un montón de ejemplos de los últimos cuarenta años: tío fácil, chico fácil y hombre fácil. Con la misma acepción. Bueno, pues esto me costó una reconvención fuerte por parte de algún académico…

¿Quién?
Prefiero no decir nombres. Utilizando además expresiones como que era bajarse los pantalones. Pues no. Nosotros no podemos estar en este tema encerrados en Numancia para morir juntos. Tenemos que ser razonables y sensibles a la evolución. Se puede mejorar mucho el metalenguaje, la manera en que se define la acepción. Eso sí es poner el diccionario a la altura de la sociedad de hoy.

¿Ha tenido como director el apoyo de todos sus compañeros?
Decir todos es exagerar.

¿Porque ha habido algunos que no?
Claro.

¿Se ha sentido en algo cuestionado?
Nada más en temas ocasionales. Pero sería hipócrita si englobara la actitud de todos los académicos en un sentido totalmente positivo.

A dos meses de las elecciones en la Real Academia, ¿ya ha decidido usted si se presenta a la reelección?
Este curso tenemos tareas muy importantes. Una modificación de estatutos de la Fundación pro-RAE, toda la operación del Enclave RAE, sacamos un libro de estilo, estamos acabando un glosario de términos gramaticales, la cuestión económica, el CILE, el Congreso Internacional de las Academias… Todos esos proyectos configuran una agenda muy intensa. Y voy a anunciar mañana en el pleno que yo no soy ya candidato a la reelección. Entré en la Academia en 2008, y al año siguiente me eligieron secretario y he sido cinco años secretario y cuatro años director. Creo que he dado a la Academia lo que tenía que dar…

¿Es una decisión irreversible?
Sí. Totalmente. Tomé la decisión en el verano de 2015. Fue simplemente decir: «Bueno, muy bien, ya estoy aquí, ya veo lo que es esto, estoy muy contento, pero ¡ojo, Darío! Son cuatro años, y vete ya pensando desde ahora en que a los cuatro años cierras».

¿Lo anuncia ahora para que surja algún candidato? ¿Alguien se postula?
Está en nuestros estatutos que no haya candidaturas. No estoy echando balones fuera. Veo a todos mis compañeros como candidatos posibles.

¿Se va con la sensación de que la tarea la ha hecho?
Sí, y espero que no se tome como una jactancia. Me he dedicado intensamente a la Academia en cosas que eran habituales, pero también en cosas totalmente novedosas. He contribuido a abrir nuevas vías y nuevas perspectivas, no por postureo sino simplemente porque era lo que en mi criterio había que hacer ahora. Me voy muy satisfecho, reconociendo, eso sí, los errores que haya cometido.

¿Cambiaría de criterio si en diciembre insisten sus compañeros en que se quede?
-No, no, no, no.

 

Esta entrevista a Darío Villanueva ha sido publicada en el número 1 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras, disponible en quioscos y librerías.
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