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25 Feb 2019
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Un toque de atención sobre desviaciones normativas, cambios lingüísticos, expresiones de moda y nuestra capacidad de acogida de palabras procedentes de otras lenguas.

Mª Ángeles Sastre

Profesora de Lengua Española en la Universidad de Valladolid. Me llama la atención cómo habla la gente, cómo escribe, cómo dice sin decir, cómo maquilla lo que dice, cómo transgrede con el lenguaje, cómo nos dejamos engañar por los políticos. Leo la letra pequeña en la publicidad y los periódicos de pe a pa. Y encuentro de todo.

No todos son lapsus línguae

Un lapsus es una falta o equivocación cometida por descuido, por olvido o por falta de atención.

Si el desliz se comete en un texto escrito, se habla de lapsus cálami (latinismo adaptado que significa, literalmente, error de pluma) y si se comete al hablar, especialmente al decir una palabra o decirla en lugar de otra, hay que hablar de lapsus línguae (literalmente, error de la lengua).

El uso impropio de una palabra tomada en lugar de otra suele darse en casos de palabras con similitudes sonoras y tiene tintes que van desde lo gracioso o divertido hasta lo cómico. Lo más curioso es que en ocasiones, y aunque resulte paradójico, puede ser voluntario.

Utilizado como recurso retórico –voluntario entonces–, su función fundamental es cómica; de ahí que se recurra frecuentemente a este modelo en los chistes para provocar la risa. Pero a veces surge de modo espontáneo; en este caso casi siempre se esconde una aspiración (ridícula en mi opinión) a expresarse de una manera que no se corresponde con el nivel de formación del hablante.

Entre los casos típicos de lapsus línguae hay que señalar los vocablos parónimos (el uso de infectar por infestar o el de infracción por inflación), la ultracorrección (bacalado por bacalao), la etimología popular (el uso de andalia por sandalia, el de mondarina por mandarina, el de canalones por canelones, el de atropillar por atropellar o el de vagamundo por vagabundo), los vocablos técnicos mal empleados por los hablantes (aspirinas fosforescentes por aspirinas efervescentes, agua exagerada por agua oxigenada, cojontivitis por conjuntivitis, locutorio por colutorio, piedra gómez por piedra pómez, jarabe expectante por jarabe expectorante, columna vertical por columna vertebral, hernia fiscal por hernia discal, diversículos por divertículos, bote sinfónico por bote sifónico, doble pretina por doble pletina, irrupción cutánea por erupción cutánea, inicuo por inocuo) o el uso de vocablos grandilocuentes (ostentóreo por ostentoso, ínsulas por ínfulas).

Un contexto muy productivo de este tipo de lapsus en español lo constituyen las expresiones fijas o semifijas. En este caso se produce el cambio de un formante por otro de gran semejanza fónica. La expresión resultante surge involuntariamente por confusión entre dos unidades fraseológicas muy parecidas o por un desajuste entre la formación y la cultura del hablante y sus pretensiones expresivas. Sirvan como ejemplos los siguientes: estar entre la espalda y la pared (entre la espada y la pared), como los chorros del loro (como los chorros del oro), una de sal y otra de arena (una de cal y otra de arena), limpio como una patera (limpio como una patena), rascarse las vestiduras (rasgarse las vestiduras), estar en el candelabro (estar en el candelero), ponérsele a alguien los pelos de gallina (ponérsele a alguien carne de gallina o ponérsele a alguien los pelos de punta), ser algo el padre nuestro de cada día (el pan nuestro de cada día), a pies juntitos (a pies juntillas), ser una monjita muerta (ser una mosquita muerta), un desecho de virtudes (un dechado de virtudes), tener algo en su fruto (tener algo en usufructo), ponerse hecho un obelisco (ponerse hecho un basilisco), ser algo harina de otro cantar (ser algo harina de otro costal o ser algo otro cantar), poner los puntos sobre las tildes (poner los puntos sobre las íes), etc. 

Pero estas expresiones no siempre son resultado de la involuntariedad. Como muestra de ingenio, es frecuente este recurso en el ámbito periodístico y muy especialmente en los titulares. Aquí van algunos ejemplos: «No solo de hablar vive el móvil» (basado en «no solo de pan vive el hombre»); «El tiempo es toro» (basado en «el tiempo es oro»); «tal vez les sería más eficaz hacer acopio de gustosos bocadillos de nuestros embutidos, estarían más contentos y asimilarían con provecho las enseñanzas que reciban, ‘la letra con jamón entra’» (basado en «la letra con sangre entra»); «Todo parece indicar que van a condenarnos a practicar la terrible virtud de la austeridad. Vendrán tiempos mejores, ya se sabe que Dios aprieta, pero no afloja» (basado en «Dios aprieta pero no ahoga»).