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20 Jun 2022
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Detrás de cada palabra hay un rastro lingüístico que puede delatarte

Sheila Queralt

Perito en lingüística forense. Con mis análisis científicos de la lengua contribuyo a cazar delincuentes.

La carta de confesión del asesino de mujeres en serie de Valencia

La semana pasada comenzó el juicio por los asesinatos de Marta Calvo, Arliene Ramos y Lady Marcela y por las agresiones a otras ocho mujeres. El presunto asesino confesó en 2019 haber descuartizado el cuerpo de Marta Calvo y por este motivo ha estado en prisión provisional desde finales de ese año.

Se entregó en una comisaría de la Guardia Civil voluntariamente semanas después de la muerte de Marta y llevaba consigo una carta de confesión. A continuación, analizo lingüísticamente esta carta.

El estudio de la carta de confesión nos ofrece información sobre el contexto en el que fue escrita. En primer lugar, destaca una redacción no espontánea, es decir, el escrito está preparado y planificado. Es muy posible que se hayan escrito borradores anteriores hasta llegar a esta versión final. Los rastros lingüísticos que permiten determinar esto son, por ejemplo, la organización de los contenidos, en qué fragmentos se pone el foco de atención, la falta de borrones o incluso el vocabulario que se utiliza: no se habla de «asesinato» o de «matar», el autor se muestra consciente de los hechos y marca distancia con ellos a través de las palabras. Habla de «accidente» y de «fallecimiento». En este caso, resulta relevante que sí decida hablar, en cambio, de «descuartizar». 

La abogada del acusado argumenta que su cliente es «consumidor de sustancias estupefacientes y tóxicas», por lo que considera que debería quedar libre, puesto que concurre la circunstancia modificativa de la responsabilidad criminal de toxicomanía. En el análisis lingüístico de la carta se observa que se trata de un texto lógico y coherente en el que no se muestran alteraciones lingüísticas que pudieran reflejar que el autor del escrito estuviera escribiendo bajo el efecto de sustancias estupefacientes o episodios que pudieran mermar sus capacidades cognitivas. 

Respecto al objetivo de la carta, podemos observar que más que una confesión es una exposición de la versión de los hechos del autor, una justificación de sus actos (en este caso, el deshacerse del cuerpo) y, sobre todo, un texto donde desarrolla un papel de víctima. Destaca de forma muy notoria el intento de exculpación de su madre, a quien pide perdón.

Por lo que concierne a cómo se describe este presunto asesino, se presenta como una víctima de la situación, de un hecho que él describe como «accidental» y al que él no supo reaccionar. De hecho, llama la atención que repita dos veces y de la misma forma que «fue un accidente», tanto al inicio del escrito como al final, pero que, sin embargo, no lo mencione en el resto del texto. Es importante también el hecho de que no haga referencia explícita a que él no matara a la fallecida y habla de los hechos con expresiones como «esto tan terrible que me ocurrió», siguiendo en el papel de víctima que también desempeña cuando afirma que «es terrible para mí estar escribiendo esta carta». Los pronombres y los referentes que emplea sustituyen a su terrible situación y no a lo que habría hecho. 

Se debe subrayar que dedica cerca del 50 % de la carta a exculpar a su madre y a pedirle perdón, trabajando su faceta de víctima y de niño desobediente. La segunda parte de la carta está dedicada a exculpar a su madre o descartar cualquier implicación que pudiera tener ella en los hechos. En su rol de víctima, indica en repetidas ocasiones que prefiere morir en el momento de escribir la carta a la idea de morir en la cárcel. Relata que incluso barajó la posibilidad de suicidarse al verse en la situación que describe. 

Llama la atención también la posible aparición de un lapsus linguae: afirma que teme que lo etiqueten como «un asesino de mujeres», así, en plural. Resulta llamativo si tenemos en cuenta que cuando se redactó esta carta solo se conocía su posible implicación en el caso de Marta Calvo.

Se puede observar que el autor muestra un perfil religioso. Apela a «la Justicia Divina» y afirma que espera «hacer feliz a su madre en otra vida». Hay una falta de carga expresiva en el texto: no hay exclamaciones, uso enfático de mayúsculas, palabras subrayadas, repeticiones y apenas hay adjetivos o adverbios. La falta de emotividad podría reflejar distanciamiento del autor respecto a los hechos y falta de empatía con la víctima. Únicamente se observa emotividad cuando habla de su «terrible situación que le ha sucedido» (a él, no a la víctima) y cuando habla de su madre.

Si analizamos cómo describe a la víctima, observamos cierta despersonalización. No se refiere a ella por su nombre en ningún pasaje del texto y la describe como una «joven escort» y como «la chica» que le «caía muy bien», tanto cuando habla de su descuartizamiento como cuando pide perdón a su madre. En ningún caso habla de ella como víctima. Esta despersonalización refleja una falta de empatía por la víctima y reafirma el foco del autor: lo único importante es él como víctima y la exculpación de su madre.

No se observa un sentimiento de culpa por el asesinato a pesar de que pida perdón al final del escrito. En primer lugar, pide disculpas a su madre de forma extensa, pero no se disculpa por el asesinato, sino por el hecho de que pueda verse involucrada en esta situación. Por lo que respecta al perdón hacia la víctima, únicamente pide perdón a la madre de Marta en la última línea de la carta, pero lo hace, de nuevo, desde la despersonalización: habla de «la madre de la chica». Además, no especifica concretamente el motivo por el que pide perdón y repite que se trató de un accidente. Utiliza, por tanto, un lenguaje evasivo. 

Finalmente, se observa que aporta información muy vaga sobre cómo se produce esa muerte. Por el contrario, sí que insiste en los motivos del descuartizamiento, pero siempre ligado a su propia imagen de víctima. Por lo que respecta a cómo se deshace del cuerpo, una información clave para la investigación y para su enjuiciamiento, vuelve a ser vago. 

En resumen, es una carta premeditada en la que el autor se presenta como víctima y establece distancia con los hechos que expone. Se observa asimismo cierta despersonalización y falta de empatía hacia la víctima, la ausencia de la carga emotiva esperable por el contenido y la expresión de disculpas únicamente parciales, ya que el autor no asume plena responsabilidad de sus actos.

Ahora, un jurado de nueve personas deberá tomar una decisión.